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Moisés Alcaraz Jiménez

   Neoliberalismo de huarache

 El gobierno municipal que encabeza Saúl Alarcón Abarca en Chilpancingo continúa dando tumbos y navega sin rumbo en un mar de corruptelas, ineficiencias e ineptitudes.  Desde los tiempos en que uno de los alcaldes de la capital del estado (que ahora quiere ser gobernador) hurtó hasta las bancas del Zócalo, se dice en esta ciudad, y llevó al fracaso por corrupción a uno de los proyectos más ambiciosos para dotar de agua potable a la capital, no había existido en esta ciudad un alcalde tan incapaz para gobernar, rodeado de auténticas ínsulas de poder, donde quienes verdaderamente mandan son señores de horca y cuchillo que mantienen impenetrables sus feudos.

Alarcón Abarca no ha podido sobreponerse a los grupos facciosos que le impusieron el senador Héctor Astudillo y el diputado electo Mario Moreno Arcos, entre otras especies de tribus que no son exclusivas del PRD, puesto que en el PRI también abundan.

Se trata de un alcalde sumamente acotado, que a casi un año de haber entrado en funciones no ha podido asumir completamente el cargo. Un gobernante tibio y débil ante los grupos de poder que actúan al interior del ayuntamiento, pero con un carácter iracundo y trato despótico a periodistas que le hacen preguntas incómodas, contra quienes explota en ira, se mofa porque le hacen preguntas “infantiles” (tal vez porque él ya es senil) y les avienta el vehículo al más puro estilo de los guaruras y choferes de Lucero.

El caos administrativo se observa por toda la estructura del ayuntamiento, donde el alcalde no conoce la planeación y todo se improvisa, donde hoy se destituye a un funcionario y al día siguiente se le reinstala en el mismo cargo.  Una actuación muy gris con resultados sumamente pobres, donde el déficit de servicios aumenta día con día y donde la problemática social se vuelve un fenómeno altamente complejo.

Es en este contexto de anarquía administrativa y desgobierno al interior del ayuntamiento donde se el ocurrió al alcalde empezar a privatizar la empresa paramunicipal que maneja el agua potable en Chilpancingo (CAPACH).  Se necesitaría ser anacoreta o vivir recluido en algún convento, donde no hubiese acceso a los medios de comunicación, para tomar decisiones de ese tipo.

Parece un absurdo, o podría tratarse más bien de ignorancia supina, posición ideológica, mala fe o perversidades, pero el caso es que a pesar de tanta información sobre los grandes males que en todo el mundo han ocasionado las privatizaciones de servicios públicos, aún hay gobiernos que tozudamente insisten en cometer los mismos errores y avanzar por un camino en donde muchos ya vienen de regreso a buscar nuevas alternativas a un modelo depredador.

Amargas experiencias en el mundo y en nuestro propio país indican que los bienes y servicios públicos fundamentales para la población los deben manejar siempre los gobiernos con un sentido social y no los empresarios que los mueve siempre el lucro y la ganancia, así sea a costa del mayor empobrecimiento de la población, como es el caso de la concesión o privatización de servicios vitales.

Se ha confirmado una y otra vez (incluso en nuestro país lo seguimos padeciendo enormemente) y se ha dicho hasta el cansancio que el neoliberalismo, una de cuyas máximas expresiones son las privatizaciones de bienes y servicios públicos, es una verdadera fábrica de pobres, el principal causante de más insalubridad, desnutrición y analfabetismo y el gran concentrador de la riqueza en reducidas manos expertas en hacer jugosos negocios, no obstante que éstos se hagan en un entorno de alta marginación y pobreza.

Aquí cerca, en el ayuntamiento de Chilpancingo, ante la incapacidad de sus autoridades para volver eficiente una importante empresa pública, se ha optado por una especie de neoliberalismo de huarache (sin afán peyorativo), entendido este como aquel que se aplica en condiciones de antemano muy pobres y tiene consecuencias aún más devastadoras, de expoliación y depredación en sectores sociales históricamente depauperados.

En el caso de CAPACH se pretende tomar el camino más fácil, que es declararse incompetentes y dejar la administración del agua potable en manos de intereses privados, que lo único que vendrán a hacer es encarecer el servicio y llenarse los bolsillos con dinero extraído de los sectores más pobres de Chilpancingo, que se dice es una ciudad donde los ricos e influyentes no pagan el agua.

CAPACH, efectivamente, ha sido una empresa que por años ha trabajado con números rojos, como reflejo de pésimas administraciones y el saqueo atroz al que ha sido sometida, como fue en un tiempo el caso de CAPAMA, ahora en recuperación. Sin embargo, en la presente administración capitalina esa situación alcanza el nivel de crisis, CAPACH empeoró y ahora padece un severo desastre.

El Congreso del Estado declaró este miércoles ilegal la concesión de la administración de esta empresa pública al sector privado. Independientemente de que no se haya cubierto el procedimiento jurídico, la concesión, que no es más que el inicio de una privatización encubierta, debería ser definitivamente rechazada por inmoral y socialmente injusta,

La población de Chilpancingo es sumamente tradicionalista hasta para elegir a sus gobernantes y aceptar estoicamente el status quo. Pocos sectores han protestado por lo que pasa en CAPACH, que debe entenderse como un despojo social que pretende cometer el ayuntamiento. Sin embargo, hasta las sociedades más conservadoras llegan a cansarse de tantas arbitrariedades y malos gobiernos.

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