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CARTAS (Respuesta de Ricardo Castillo Díaz)

Señor director:  

Las amenazas de Roberto Camps y el tono de la carta de Ramiro Solorio dejan muy mal parado a su jefe el presidente municipal Alberto López Rosas. El contenido de ambas claramente refleja la ausencia de valores democráticos en ciertos sectores del gobierno municipal actual, aquellos por los que luchó el partido que postuló al hoy alcalde desde que era oposición.

Es evidente que ambos no respetan el trabajo de los reporteros ni de la prensa libre. En los dos casos, pero sobre todo en el del director de Comunicación Social el asunto es grave por obvias razones.

Contra Camps no hubo ninguna acusación en la nota informativa a la que se refiere. El mismo nos confirma que sí ordenó la inserción del PRD. La prueba estuvo a la vista de los lectores: el requerimiento de pago de la publicidad dirigida al Comité Ejecutivo Municipal de ese partido. Nadie acusó al director de Comunicación Social de desvío de recursos y la información no aparece sesgada como pretende señalar.

Roberto Camps pretende reducir su intervención a la de puente entre el PRD y La Jornada, cuando esa es precisamente la labor de un jefe de prensa y está claro que actuó como tal: como director de Comunicación Social del ayuntamiento, independientemente de que lo haya hecho desde su casa y desde su computadora, porque además un funcionario no puede despojarse del cargo a la hora de la comida como si fuera un saco.

Pero lo que me parece irresponsable y escandaloso de parte del gobierno municipal que encabeza López Rosas, es que este funcionario suyo quiera que los reporteros se le arrodillen y le pidan perdón, rectificando lo que se escribe, dice él, en su contra.

En cuanto al coordinador de Asesores del presidente municipal, sólo diría que al igual que en el caso anterior, lo exhiben las palabras que utiliza para calificar nuestro trabajo. En la columna Marea Alta siempre ha quedado claro que lo que ahí se publican son versiones de lo que se comenta en los círculos del poder.

A Solorio lo persigue su reciente pasado priísta y cree que todos actuamos para ofender y de mala fe. Efectivamente el DIF es una noble institución, y precisamente por eso no debiera ser fuente de tantas controversias, como ha sido el caso en las últimas semanas y se ha publicado aquí y en otros medios.

En espera de que Alberto López Rosas pare esta andanada contra la libertad de expresión, de la que también usted, señor director, ha sido objeto de parte de los mismos funcionarios aquí citados sin que el alcalde haya emitido una sola palabra de deslinde, dejo el trabajo que hacemos en El Sur a la consideración del lector, que al final deberá tener la última palabra.

 Respetuosamente
Ricardo Castillo Díaz

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