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Los bomberos, profesión de sobresaltos, actos de heroísmo y bajos salarios

 Aurelio Peláez * Así como echando la güeva nadie diría que hacen falta. La central de Bomberos del puerto es al mediodía una caja de resonancia de ruido de autos, de silencio a veces y del calor de los alrededores. Algunos bomberos dormitan recostados en algún improvisado sillón, y otros pintan de rojo el escaso mobiliario que tienen. Es la víspera del Día de Bomberos. De pronto una llamada telefónica, una alarma que suena para todos, y el salir con el ulular de las sirenas, y el edificio que se desocupa. Media hora más tarde el regreso silencioso a la rutina. Una falsa alarma.

Ayer su jornada tuvo una novedad, ser acompañados por reporteros de dos estaciones de televisión en sus operativos. El turno fue para los especialistas en rescate para casos como el choque de autos, que se dio por el rumbo de La Garita. Con cortadoras abrir el metal de los autos y sacar a sus ocupantes. También hay la brigada para atención de incendios, y otros más de caza enjambres de abejas africanas.

La estación central, por el rumbo de La Diana, aledaña a la avenida Farallón, huele a Diesel. Aquí hay 50 bomberos divididos en dos turnos de trabajo. Veinticuatro horas de labor por otras tantas de descanso. Hay otras dos estaciones, en Ciudad Renacimiento y en el mercado central, y a mediados de septiembre se instalará otra en Pie de la Cuesta. En la central el equipo de trabajo consiste en cuatro carros bomba, dos ambulancias y dos carros de rescate, además de dos pipas de auxilio. Son un equipo comprado en su mayoría por la anterior administración municipal. También hay un camión escala, con una escalera de 75 metros de longitud.

Dos de los carros bomba llevan los nombres de compañeros fallecidos hace dos años durante el sofocamiento del incendio en el hotel Calinda, Obed Ramírez y Juan Carlos García. Una ambulancia, el del paramédico Alejandro Díaz Rodríguez. Es un amargo recuerdo en la central, que obligó a la sociedad a dotar de un mejor equipo de trabajo a estos anónimos servidores públicos, que ese día se enfrentaron a un siniestro con más valor que equipo de seguridad.

El equipo para la atención de incendios, sobre todo, ha mejorado. Los salarios no. En promedio, siguen ganando lo que un policía preventivo, poco más de 5 mil pesos mensuales, aunque con una labor de mayor riesgo. En las oficinas de la central hay hachas, palas, cortadoras de metal, tijeras, todo un equipo reluciente. También equipo de oxígeno para los trajes especiales que usan en los andares de apagafuegos, que en total son unos 150 en el municipio, incluyendo una docena de paramédicos.

Ayer andaba por ahí el bombero más veterano de la estación, Enrique Arellano Cuevas, que cumplirá 55 años en servicio este mes de diciembre. Este viernes será uno de los principales invitados en la comida que les ofrecerá el presidente municipal Alberto López Rosas, uno de los días en que la sociedad se acuerda que están ahí para cuando hagan falta.

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