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Moisés Alcaraz Jiménez

El madracismo en Guerrero

 En tiempos preelectorales resulta positivo reflexionar sobre la situación interna de los partidos, la correlación de fuerzas que prevalece, los movimientos de los grupos de poder, eventuales alianzas y posibles rupturas o desbandadas.

En el caso del PRI, el madracismo es una corriente que goza de fortaleza propia y se desplaza con cierta independencia de la línea oficial actual del partido, no porque así lo prefiera o sea una corriente sectaria, sino porque diversos grupos ubicados en el ala de mayor atraso insisten en obstaculizar  su avance. Podría estarse gestando en este caso un ambiente hostil a la unidad tricolor y contraria a los afanes conciliatorios que en estos momentos deben estar presentes en los partidos.

El madracismo en Guerrero ha adquirido tal fuerza que no es de dudarse que esta corriente política pueda convertirse en el fiel de la balanza en la contienda interna del PRI por la candidatura y en la constitucional por la gubernatura en el 2005, donde se espera que quien gane lo haga por un mínimo margen de diferencia. Los madracistas han logrado integrar una sólida estructura electoral paralela al comité directivo estatal del PRI, que en diversos municipios tiene mucha más fortaleza y organización que la maquinaria formal del partido.

Con una eficiente estructura en varios municipios, la corriente afín al tabasqueño ha podido ampliar su presencia en todas las regiones del estado y ha logrado tener acceso a diversos ámbitos de la sociedad civil, terreno tradicionalmente vedado al PRI.

La estructura y funcionamiento de esta corriente política, sin tanta espectacularidad y engañosos golpes publicitarios, ha logrado ser en Guerrero una de las expresiones internas del tricolor con mayor penetración e importantes ramificaciones en todo el estado, a pesar de que el celo político de las estructuras caducas y más atrasadas del PRI han pretendido por todos los medios cerrarle el paso.

Los votos que esta tendencia representa en Guerrero pueden definir cualquier proceso electoral, con mayor razón cuando ahora los triunfos se obtienen con una muy escasa diferencia de sufragios. Por ello llama la atención que el priísmo tradicional de Guerrero no valore en su justa dimensión a esta fuerza política, que a pesar de las adversidades que ha enfrentado mantiene su tendencia al crecimiento y seguramente en los momentos más difíciles de la contienda interna y después, en el proceso formal del 2005, alcanzará su máximo esplendor.

El PRI no puede darse el lujo de menospreciar el potencial de tan importante expresión política, más cuando para ganar necesitará de los votos de todos los priístas, independientemente de la tendencia a la que pertenezcan. Desde ahora, el madracismo de Guerrero debe ser tomado en cuenta e incorporado a los acuerdos y consensos que se buscan para postular candidatos a la gubernatura.

El proceso interno que sigue este partido amenaza con salirse de control. La contienda interna y la constitucional no están exentas de severas fractura e inclusive desbandadas que serían fatales para el tricolor. El madracismo está en posibilidades de lanzar un candidato propio, que bien podría ser algún miembro de la sociedad civil, donde esta tendencia tiene presencia.

La política de marginación y exclusión no es la más apropiada para utilizarla en contra de una corriente política que está en posibilidades de entrar en alianzas con otros partidos. Los cacicazgos del PRI deben reconsiderar su postura contra el madracismo, cuyo dirigente en el estado, Efraín Flores Maldonado, es visto como elemento de gran valía por otros partidos y no son pocas las organizaciones sociales que guardan especial simpatía por el ex subsecretario de Desarrollo Político, donde a pesar de su corto paso por esa área, se recuerda cómo gracias al buen trato y acercamiento que tiene con lideres sociales de las más diversas posiciones políticas e ideológicas, desactivó severos conflictos políticos que amenazaban la estabilidad y gobernabilidad del estado, como es el caso de las fuertes protestas y reclamos sociales suscitados en Coahuayutla, Tecpan, Tepecoacuilco y muchos otros que se logró apaciguarlos sin recurrir a la fuerzo o represión.

Para los partidos políticos en Guerrero son tiempos de alianzas. En momentos en que el actual gobierno estatal se acerca a una fase de debilidad política natural por el fin del sexenio, son momentos de fortalecer alianzas, y qué mejor con quienes en el tricolor acaban de posicionarse del poder, es decir, con el madracismo, que jugará un papel fundamental en la próxima sucesión presidencial y en la postulación de candidatos al Congreso de la Unión.

En ese proceso se elegirán también senadores de la República, cargo al que aspira el gobernador René Juárez Cisneros, y una forma de empezar a asegurar la postulación sería fortalecer las relaciones con el grupo que encabeza Roberto Madrazo Pintado, que tiene en alta estima las lealtades y al parecer los años en la arena política lo han hecho que adopte la costumbre de ubicar con precisión a aquellos que están con él y a los que están en su contra.

En la dirigencia del PRI o el gabinete estatal no aparece algún cuadro del madracismo. Hay mucha presencia del labastidismo expresado en el figueroismo y aguirrismo. Hace falta abrir espacios que favorezcan la inclusión y unidad tricolor, incorporar a los equipos de trabajo partidista o de gobierno a los cuadros madracistas, como una muestra de la pluralidad y apertura a todas las corrientes políticas que actúan al interior del PRI y como una forma de desterrar la marginación y exclusión de cuadros importantes, que en tiempos electorales causan severos estragos en los partidos.

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