Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Anituy Rebolledo Ayerdi

Parlamentarias

 (Segunda de siete partes)

 Adiós cámara cruel

La diputación federal por el segundo distrito de Oaxaca había sido disputada por los candidatos  Leopoldo Gatica y Jorge Meixueiro. Aun cuando este último proclamaba un triunfo aplastante, el Colegio Electoral (Cámara de Diputados) entregará el escaño a su opositor Gatica (1943).

–Resígnate, muchacho, no hay nada qué hacer–, le aconsejan legisladores experimentados, mientras que sus amigos le recuerdan lo cochino que suele ser la política.

Jorge Meixuiero es un demócrata republicano muy al estilo de su paisano Benito Juárez. No acepta por lo tanto que la democracia en México pueda enlodarse con un fraude como el cometido en su contra. Exige una oportunidad para demostrar su triunfo y lo consigue finalmente. Una vez trepado en la “más alta tribuna de la nación”, habla fuerte y gesticula dramáticamente mientras agita con la mano derecha papales arrugados que prueban su triunfo limpio y contundente.

Abajo nadie parece hacerle caso. Nadie, en efecto, le hace caso. Los legisladores forman  alharaquientos corrillos hablando de todo y de nada pero particularmente de los “riegos” y “sobrerriegos” por venir. Frente al grosero desaire, Meixueiro lanza un grito estentóreo para llamar la atención y con el rostro descompuesto anuncia:

–¡Ya que mis razones no han podido convencerlos de la legitimidad de mi triunfo, aquí les presento mi último argumento!

Saca entonces de entre sus ropas como por arte de prestidigitación un revólver 38 súper para llevárselo a la boca y descerrajarlo sobre la bóveda palatina.

Al disparo varios diputados desenfundarán sus pistolas y sólo algunos se percatarán del drama allá arriba.

–¿Por qué hiciste esto, hijo?–, lamenta angustiado el médico de la Cámara, doctor Adán Velarde, sosteniendo con sus manos la cabeza perforada del joven agonizante.

El Colegio Electoral anulará al día siguiente el dictamen contrario a Jorge Meixueiro.

Comunista y chocante

Presidente de la Comisión Permanente de la Cámara Baja, Gonzalo N. Santos recibe la orden de eliminar a los diputados adictos al general Valenzuela, caído de la gracia del Jefe Máximo. Lo hará ajustado a los procedimientos reglamentarios y para el efecto convoca a una sesión del gran jurado, órgano facultado para desaforar en este caso a 28 legisladores. Se cuentan entre ellos viejos y leales amigos suyos como Antonio Díaz Soto y Gama, León García y Ricardo Topete, “pero no pepe”, órdenes son órdenes.

La ocasión se presenta que ni mandada a hacer para que el Alazán tostado se deshaga  del diputado comunista Hernán P. Laborde, nomás porque le cae como patada de mula. Hay otras razones, por supuesto. Le molestan su voz aflautada, su larga cabellera, sus lentes con cristales de fondo de botella y que se haga acompañar a la Cámara por su esposa. La última: porque siempre está jode y jode con su pinche dictadura del proletariado.

El veracruzano Laborde, expulsado mucho  más tarde del Partido Comunista Mexicano por oponerse al asesinato de Trotsky, demanda desde la tribuna una explicación sobre su desafuero. Se propone dejar constancia histórica de que fue echado de la Cámara a causa de su fe marxista.

–¿Acaso salgo, camarada Santos, porque soy comunista?

–¡Ni madres, Laborde,  lo saco por chocante!–,  contesta con un grito estentóreo el cacique potosino –¡ Ah, y óigame una cosa: yo no soy su camarada, los únicos camaradas que tengo son mis guevos!

Diputados braceros

Se agotaba el régimen de Avila Camacho y en la Cámara de Diputados se produce un estallido que estremece los cimientos al sistema político mexicano. Tres legisladores son sometidos a un juicio de desafuero –de procedencia, se dirá hoy– para luego ser procesados por delitos comunes relacionados con el tráfico de braceros.

El gobierno mexicano, a partir de la segunda guerra mundial, había suscrito convenios con el de los Estados Unidos para el envío de trabajadores agrícolas de acuerdo con cuotas anuales específicas. Los legisladores, entre otros servidores públicos, recibían un número determinado de contratos para beneficiar a los ciudadanos de sus  comunidades.

Los diputados acusados de irregularidades en el manejo de trabajadores migratorios fueron el líder agrario Sacramento Jofre, el dirigente obrero Pedro Téllez Vargas, y el líder tabasqueño Carlos Alberto Madrazo Becerra, ex camisa roja garridista y presidente de la Confederación de Estudiantes socialistas de México.

Las razones  del sucio recurso quedaron evidenciadas desde el primer momento.  Madrazo había comprometido a casi la mitad de la Cámara a favor de Javier Rojo Gómez, a la sazón Jefe del Departamento Central, quien le disputaba la presidencia de la República al secretario de Gobernación, Miguel Alemán Valdez.

La cárcel será breve y aleccionadora para los tres diputados pero particularmente para Carlos Madrazo Becerra. Llegará a la gubernatura de Tabasco y luego a la presidencia nacional del PRI. Pecó de iluso al pretender democratizar a ese partido.

Rojo

Luego de un larguísimo sexenio en la banca fría, Rojo Gómez reaparecerá como embajador de México en Japón. Regresará para dirigir la Confederación Nacional Campesina (CNC) y gobernará más tarde el territorio de Quintana Roo. Relevará por cierto en este último cargo al paisanito Ruffo Figueroa Figueroa (1967), para entonces ya muy enfermo.

Irresistible compartir con ustedes la confesión del político hidalguense sobre su condición de paria decimonónico. Indio otomí puro, Rojo Gómez descubrirá accidentalmente en su primera infancia que los blancos también hacen “cochinadas”:

–¡“Cuando vi a un hombre de razón aliviando los intestinos tras una nopalera”!

Presidente obsequioso

La prensa de la ciudad de México descubre en febrero de 1946 que el presidente Manuel Avila Camacho utiliza recursos no presupuestados para obsequiar a los miembros del Congreso de la Unión, diputados y Senadores. Denuncia: “El primer magistrado se ha servido hacerles  obsequios nada insignificantes a los legisladores. Una suma cubrirá los seguros que protejan las preciosas vidas de los llamados representantes del pueblo, además de otra en metálico que se repartirán como puedan”. Y epiloga: “No se pueden saber qué razones tendrá el Ejecutivo para hacer estos obsequios”.

Hoy tampoco. Je Je.

Silencio: locutor

Aplicable al líder nacional de los locutores, Netzahualcóyotl de la Vega, el epigrama de don Luis Vega y Monroy:

¿Que cómo a un locutor

se puede tener callado?

Es muy sencillo, lector:

¡Hay que hacerlo diputado!

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