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Jorge G. Castañeda

Cuba, Putin y Obama

La reciente gira de Vladimir Putin por América Latina es un reflejo de la actitud cada vez más extrovertida de Rusia en el mundo y las regiones de las cuales se ausentó desde la caída de la URSS. Es la tercera vez que Putin visita la región. La gira a Cuba, Argentina y Brasil, con una escala imprevista en Nicaragua, muestra también el sesgo ideológico político de periplo: no fue ni a México, Colombia, Perú o Chile –los llamados países del Pacífico, de corte económico más ortodoxo y políticamente centristas. Pero esta gira también pone de relieve el predicamento perpetuo que vive Cuba en su relación con potencias externas a la región y a EU.
Putin condonó 90 por ciento de la gran deuda externa de Cuba con su país por una razón:?sabe muy bien que los hermanos Castro o sus sucesores jamás estarán en condiciones de reembolsar un centavo de lo que se les prestó. Asimismo,?prometió inversiones cuantiosas de empresas estatales o semiprivadas rusas contra la partida no condonada de la deuda. Es evidente que para La Habana contar de nuevo con el oso ruso como aliado es algo útil, quizás necesario y muy vendible dentro de Cuba, para un pueblo que sigue sin ver la luz al final del túnel.
Como es sabido, el?subsidio venezolano a Cuba, ya sea de un monto de 8 mil millones de dólares al año o sólo de 3 o 4, es crucial para mantener la esclerotizada economía cubana a flote. Y los cubanos son perspicaces y mejor informados que todos los demás: saben que cada día el apoyo venezolano se vuelve más incierto y susceptible a ser interrumpido por acontecimientos internos en ese país. Por tanto, hace mucho sentido para Raúl Castro buscar posibles sustitutos del subsidio venezolano, quizás no en condiciones tan idóneas –un país pobre, sin recursos, de 8 millones de habitantes cogobierna un país grande y rico de 30 millones de habitantes– pero aceptables. Lo mismo ha tratado de hacer La Habana con Brasil, con un éxito relativo.
El problema con el lazo Putin-Cuba es otro: Washington. Nadie puede negar?el derecho de los cubanos de ser amigos de quien quieran, ni el de EU de tomar nota?y reaccionar como se le ocurra. Esta es la tragedia cubana desde 1959. Con o sin razón, alternativas reales o viables, reflexión o producto de improvisación y rabietas,?durante 55 años los Castro?han antepuesto su visión de la soberanía?y del interés económico cubano a la normalización con Estados Unidos. La injusticia del embargo, y su carácter contraproducente no vienen?al caso. El tema es saber si es lógica una política? de acercamiento con Rusia hoy, y de búsqueda simultánea de normalización con Obama, que implique el levantamiento del embargo, permiso para los norteamericanos no cubanos de viajar a Cuba.
Todo indica que la respuesta es no. Obama se ve agobiado por crisis de política exterior por todos lados: Irak, Gaza y Palestina, el programa nuclear de Irán, los niños migrantes y Ucrania, por supuesto. Putin se ha convertido en un verdadero némesis para Obama, más o menos hábil, cínico y exitoso, pero némesis al fin. La anexión de Crimea, la búsqueda de incorporación de?Ucrania oriental a la “vieja Rusia”, el apoyo de Rusia a Siria y los vetos rusos en la ONU, son un verdadero dolor de cabeza para Obama y fuente de humillación ante su derecha republicana. No se necesita una imaginación literaria para adivinar el efecto entre los demócratas influyentes en Washington del viaje de Putin a La Habana. Lo último que necesitaba Obama era que ahora ?los republicanos puedan acusarlo de haber permitido el retorno de Moscú al Caribe,?a la capital de un país con el que Obama quiere normalizar? relaciones.
El dilema es infernal para la isla: durante 55 años, a veces de forma consciente y a veces por reacción inconsciente, ha desperdiciado incontables oportunidades de terminar el distanciamiento con EU, por actos importantes, desplantes o gestos innecesarios de nacionalismo o soberanía. Los dirigentes cubanos siempre han elegido la segunda opción; lo que no sabremos es qué elegirían los cubanos de a pie si se les permitiera votar.

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