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Vallarta: una nueva cotidianidad vial entre regateos, ofertas y presencia policiaca

 Aurelio Peláez * La calle Cerrada de Vallarta está despejada; los autos circulan a mediana velocidad, y es que los viandantes todavía se bajan a la vialidad como si esta fuera el tianguis que lo fue por casi una década, donde apenas se podía caminar entre cientos de puestos de comercio semifijo. Los automovilistas tienen que andar precavidos.

Ahora, medio centenar de policías preventivos, de jóvenes egresados de la academia de policía y de funcionarios de Vía Pública vigilan que esta calle que da entrada al mercado central se mantenga libre, luego de que sus ocupantes –336 puestos de comercio semifijo según la autoridad municipal– fueran desalojados hace una semana.

La ciudad se ve mejor. Hay un entrampe vial menos y hasta la avenida Cuauhtémoc se ve más ancha. El imperio de Dalia Serna sufrió un leve golpe, se puede pensar. Ahora tiene 336 cuotas diarias menos de comerciantes semifijos y perdió el control de las banquetas de la Cuauhtémoc y de una calle. Pero frente al mercado que aún controla, el Auténtico Tepito o el Tianguis del Cine Río o Vallarta, como se llame, hay una docena de señoras con unas pequeñas parrillas a manera de delantal, en donde de pie o sentadas en las escalinatas de las tiendas ofrecen relojes, cds, adornos, ropa, como esperando el menor descuido de los policías para volverse a instalar. Ante ellos están policías que se recargan en hileras de vallas para disuadirlos de reinvadir las calles, cargando perezosos sus toletes.

El éxito de la operación de la madrugada del viernes para la recuperación de esas vialidades fue el factor sorpresa, sin duda, y la abrumadora presencia policiaca que impidió cualquier respuesta de Dalia Serna y sus grupos de choque (o de defensa), y de su gran lista de líderes aliados, como el de su compadre Antonio Valdés Andrade.

De volver a ocupar un cabo de playa o de banqueta, de tener el grupo de Dalia la oportunidad de atrincherarse en algún espacio, el volver a desocuparlos tendría un saldo desfavorable para el gobierno municipal, pues es inevitable una resistencia que termine en un enfrentamiento, como el que se evitó el viernes pasado.

A las doce del día en la cerrada las familias compran ropa para los niños, ante la vuelta a la escuela, en tiendas a los que desde hace años no les daba el sol. Un comerciante de ferretería confiesa que sus ventas han aumentado. Y es que hasta hace unos días tenía la competencia ahí en la calle de enfrente, de una docena de comerciantes que vendían su mismo producto, aunque a precios más bajos, procedentes de China o algún otro país asiático.

La tradición del regateo persiste, frente al rostro aburrido de los policías, que buscan sombra en los escasos cobertizos que quedan. Desde distintos altavoces se escuchan las ofertas del día: ropa y zapatos, la especialidad del lugar. Adelante está la Feliciano Radilla, aledaña al mercado central, desalojada hace dos años y que en ese periodo ha recibido el amago de intentos de ocupación por parte de sus antiguos residentes; vendedores de pescado y verduras.

Desde el lado de la autoridad municipal o de grupos contrarios al poder de los líderes del comercio ambulante, se hacen cuentas de que ahora hay una empresa informal menos, de comerciantes que pagaban diez pesos diarios a la lideresa para tener derecho a ocupar un espacio en la vía pública, que manejaba como su patrimonio.

Del otro lado está el presidente Vicente Fox y su apología de los micronegocios, en su discurso de este miércoles en Hidalgo. Fox que acepta que en lo que va de su gobierno se han perdido 325 mil plazas de trabajo, pero que en contraparte hay ahora un millón de “pequeños changarros” o empresas familiares, que no pueden ser más que comercio informal y semifijo en su mayoría.

Por otro lado no queda claro para dónde se fueron los comerciantes que estaban en esas calles, que en el peor de los casos serían empleados de algún otro comerciante o parte de una red de puestos propiedad de algún líder. Empleados al fin.

En la esquina de Cuauhtémoc y Vallarta un señor cincuentón, fuerte aún, se detiene y saca de las bolsas de su pantalón el producto a vender, unos diez paquetes de pilas a cinco pesos cada una. Ganaría cincuenta pesos de venderlas todas. Por estar ahí bajo el sol no se entera que a esa hora el secretario de Economía Fernando Canales Clariond, ex gobernador de Nuevo León, uno de los estados económicos más pujantes, hablaba en el Foro de Agronegocios y Emprendedores en la semana de la PYME en el World Trade Center, en la ciudad de México.

Retomando el discurso del presidente, el rico empresario Canales invitaba a los asistentes, juniors empresarios, a crear sus propios negocios y decía que “un desempleado pasa hasta en las mejores familias”, y pedía por ello “que no te apene ser desempleado”.

A esa hora en Vallarta futuros emprendedores del negocio informal juegan videojuegos en las maquinitas hechizas de un pequeño local. Un pequeño de unos ocho años aprieta la tecla en el juego de otro mayor. Luego corre y pasa la cerrada esquivando autos. El que le sigue, mayor, de todas formas lo alcanza y le surte dos golpes en la espalda. El otro se queda en la banqueta llorando a gritos y quizá deseando tener un hermano mayor que le vengue. Es la cotidianidad de las familias de comerciantes.

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