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Moisés Alcaraz Jiménez

¿Consultas internas o candidatos de unidad?

 El proceso interno del PRI para elegir candidato se ha calentado aceleradamente, mucho más que en otros partidos. Se trata de una contienda que no obstante su reciente inicio empieza a perder control y a tener serias dificultades para definir reglas claras que la regulen y la mantengan no sólo dentro de parámetros mínimos de un orden jurídico, sino en un marco de entendimiento y acuerdos.

Muy tempranamente los aspirantes, al menos los que tienen mayores posibilidades, están entrando al terreno de las descalificaciones y a un lenguaje que podría conducir a la confrontación.

Las cúpulas del partido han detectado los riesgos de continuar por ese camino sin antes definir con precisión cuál será el procedimiento que se seguirá para elegir al candidato y cuáles son las normas a las que los aspirantes tendrán que sujetar sus actividades proselitistas.

Si bien a los contendientes nada les impide lanzarse a tempranas aventuras políticas, los partidos deben esperar los tiempos electorales para formalizar sus procesos internos. Pocos partidos se atreverían a publicar de manera muy anticipada convocatorias para elegir candidatos, de ahí que sólo mediante acuerdos reservados a las elites se puedan frenar ímpetus tempraneros y poner orden en este tipo de contiendas.

Lo que ha trascendido hasta ahora de esas reuniones cupulares del PRI, han sido sólo rumores que en las bases de ese partido continúan alimentando especulaciones y acrecientan el riesgo de una polarización de fuerzas.

En el PRI se acabó la línea que antaño se dictaba desde Los Pinos para elegir a los gobernadores, corresponde ahora a las fuerzas políticas locales ponerse de acuerdo para postular candidatos.

Se ha filtrado a los medios que el procedimiento más aceptado por las cabezas de los grupos de poder, son las encuestas. En ello parece que ya hay consensos pues ante la falta de una cultura cívica y democrática para realizar comicios internos limpios y transparentes, con resultados aceptados por todos, lo mejor es evitar los riesgos que acarrean las elecciones internas, que invariablemente han llevado al partido a las fracturas y divisiones y lo han conducido a la derrota.

Esto no es privativo del PRI, pues también en el PRD se han realizado comicios altamente fraudulentos, tanto en el plano nacional para elegir dirigentes, como estatal, municipal y distrital para postular candidatos a cargos de representación. Muchos de ellos han sido procesos que han terminado en fuertes rupturas que han lesionado seriamente la imagen del sol azteca como partido que busca preservar una imagen de real alternativa de gobierno.

A pesar de ello, uno de los prospectos de este partido insiste en realizar comicios internos para elegir al candidato, cuando es evidente que con ello los resultados serían desastrosos. También en el PRI alguno de sus aspirantes se manifiesta por este procedimiento.

En el nuevo contexto político que vivimos y en particular en las elecciones del 2005, donde se esperan resultados muy cerrados y quien gane lo hará con un mínimo de margen, el factor fundamental para aspirar al triunfo se llama unidad.

El partido que logre preservar la cohesión y mantenga la estabilidad al final de la contienda interna, prácticamente tendrá la gubernatura.

Bajo estas condiciones, los aspirantes o grupos de poder que en sus respectivos partidos se empecinen en realizar cualquier tipo de elección interna, abierta a militantes o a la sociedad en general, esgrimiendo principios supuestamente democráticos, se convertirán en verdaderos provocadores, factores de disturbios o caballos de Troya, que estarían actuando más al servicio del adversario que de su propio partido.

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