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En seis horas desmantelan el imperio de Dalia Serna

 * “Putos, son unos putos, sólo cuando están con policías se sienten valientes”, gritó la líder a los funcionarios municipales

 Jorge Nava y Ricardo Castillo Díaz * Policías por decenas en cada esquina. Chalecos antibalas. Funcionarios. La madrugada. “A ver a qué hora nos caen”. Humo de cigarro. Sudor. La espera. Horas que transcurren como segundos. Retroexcavadoras, grúas, mazos, martillos. Estridentes trac, trac. Toldos, tubos, techos de lámina, lona y cartón, se desploman. Quedan sólo unos minutos para echarse un último taco en esto que al amanecer dejará de ser otra invasión de ambulantes.

El gusto por una orden de los de cecina con chorizo –“campechana”, le dicen aquí con elegancia–, acompañada de un vasito de frijoles calientes, se ve interrumpido para algunos cuando unos 200 antimotines rodean el área. El tráfico se interrumpe. Patrullas de Tránsito bloquean el paso desde la que llaman la Vía Rápida hasta Sears. “Un cerco perfecto”, dice un agente de Gobernación, que revela su adicción a los thrillers, las tramas policiacas y de suspenso. “Háganse a un lado, porque ya los vamos a quitar”, se escucha de algún inspector de Vía Pública, de los que llevan mazos.

Son varios grupos de funcionarios y trabajadores. Se mueven aquí y allá. Vienen de Vía Pública, de Mercados, de la Policía Ecológica, de la Agencia del Ministerio Público. Hacen lo suyo los camiones de Saneamiento Básico. Se llevan lo que queda de los puestos de venta de los ambulantes, reducidos a montones de tubos, láminas. Escombro. Poco a poco se desmantela el imperio de Dalia Serna.

Tan rápido y sorpresivo transcurre todo que hay funcionarios que llegan hasta cuatro horas después del comienzo del desalojo, ocurrido en punto de las 00:00 horas del viernes.

La parada del ex Cine Río se convierte en el centro de mando de la operación. Aquí se mantiene el subsecretario general del ayuntamiento Felipe Kuri, y el director de la Preventiva, el capitán Ernesto Ríos Torres. En otro punto cercano pero no identificado la secretaria general de la comuna, María de la Luz Núñez, y la coordinadora de los Servicios Públicos Municipales, Rosa María Gómez, dan por teléfono instrucciones para la acción.

La retroexcavadora se dirige hacia la cerrada de Vallarta, literalmente cerrada por los puestos de los ambulantes. En breve aplasta todo a su paso.

Allá en esa zona está el director de Vía Pública, Uriel Leal. “A ver si no se te olvida levantar todo este tiradero”, le dicen en lo que parece un espacio para las bromas. La tensión al lado, espera en todos la llegada de las huestes que defenderán sus territorios.

Del bando de los ambulantes, los únicos en escena son los taqueros de la Vallarta, y más adelante, los de la Manuel Acuña. A falta de herramientas, sus manos desarman sus locales, antes de que lleguen las grúas y sus ganchos escorpiones que aplastan todo a su paso.

La taquera Marta Fabián López comenta que le acaba de reclamar al director de Vía Pública, Uriel Leal, de “por qué nos van a quitar nomás así”.

“No nos avisaron, nos hubieran avisado siquiera unos dos días antes”, reclaman otros que se apresuraban a guardar o de plano a derruir sus puestos.

A unos metros, en la cerrada de Vallarta, Leal aseguraba que hubo más de una ocasión en que se dialogó con Dalia Serna y con sus comerciantes. “Ella ya sabía, ya se lo habíamos advertido, que si no se quitaban, los íbamos a quitar”, expresa.

La taquera advierte junto con otros que irían a Derechos Humanos porque aseguró que algunos querían quitar sus puestos por su cuenta, pero que los agentes del ayuntamiento no los dejaban.

Se queja porque dijo que sus pérdidas eran “cuantiosas” y que incluso “muchos de los clientes se fueron hasta sin pagar, ¿por qué? Porque la policía llegó con los arbitrarios de Vía Pública”.

Mary Cortés, trabajadora de otro puesto de tacos de donde mantiene a siete hijos, dice que los taqueros son de familia numerosa.

“Ahorita ya nosotros no ganamos porque al contrario, nosotros tenemos que pagar las pérdidas que tengan, por qué, porque los patrones no están, estamos puros empleados”, lamenta.

La taquera Martha Fabián López admite que ya sabían de la intención de retirarlos, y cuenta que visitó a Uriel Leal para pedirle que les avisaran. “Pero ahorita, mano, nos agarran desprevenidos”, insiste.

Algunos ambulantes comienzan a llegar. Se reúnen en grupo frente a Telas Parisina. Un puñado de ellos, que sólo miran cómo caen sus puestos. Intercambian palabras con agentes de la Policía Preventiva que les impiden el paso.

Dalia Serna aparece y encara a los antimotines, a los de Vía Pública, a los de Mercados. A todos. “Putos, son unos putos, sólo cuando están con policías se sienten valientes”, alcanza a decir mientras una rápida maniobra policiaca la sube a una patrulla para trasladarla a los separos de la Secretaría de Protección y Vialidad. Sin más.

La patrulla que la lleva llega a la SPV, que es sitiada por agentes de la Policía Preventiva, de la Policía Turística, de la Academia, de la Policía Auxiliar, y de la Ecológica.

Se restringe el acceso y ni siquiera familiares de otros detenidos pueden entrar. Al final permiten el acceso por grupos de reporteros.

Dalia no es encerrada como los infractores. Ella permanece con el médico legista que le indica que su presión es alta.

“Uriel es la mano derecha de Marco Antonio López, es el brazo ejecutor del hermano del presidente municipal”, truena la líder.

La priísta, defiende a sus ambulantes pero también se pone del lado de los comerciantes establecidos. “Les derribaron sus toldos”, reclama en su nombre. Y remata diciendo que se trata de una venganza de Alberto López Rosas, el presidente municipal.

Dice que sus seguidores siempre han sido golpeados y robados. “No entiendo la actitud de un presidente municipal, vengándose todo el tiempo de la gente porque somos priístas, porque no somos de su grupo, por qué él quiere la clientela política en este momento que se presentan los procesos electorales otra vez”, señala.

Advierte que habrá movilizaciones, pero dice que será su gente la que tomará la última decisión. Y no descarta que su compadre Toño Valdés, le dé su apoyo.

Dalia no dura ni tres horas como detenida. Tras pagar 400 pesos de multa al juez calificador fue puesta en libertad a las 4 de la madrugada.

A esa hora, la operación de desalojo continúa.

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