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Juan Angulo Osorio

 La disputa en el PRI

La declaración del gobernador René Juárez Cisneros, de que el candidato del PRI a la gubernatura será de unidad y que será resultado de la aplicación de una “serie” de encuestas, podría interpretarse como la respuesta a la reunión celebrada apenas el jueves pasado en la que el grupo figueroísta –con el ex gobernador Rubén Figueeroa presente– confirmó que su representante es el senador Héctor Vicario Castrejón.

Como se sabe, en su recorrido por el estado éste ha venido insistiendo en que el candidato del PRI para las elecciones de 2005 tiene que salir de una consulta “entre los guerrerenses”, y ha señalado también que espera que en la contienda entre priístas no haya “dados cargados”.

Filtrada a El Sur como una reunión del gobernador con la fracción de diputados locales del PRI, en la que presuntamente se trataría el caso de Carlos Sánchez Barrios, la de Casa Guerrero este martes fue un encuentro pensado para lanzar la línea de que el candidato se decidirá por encuestas. Así en plural, como para enfrentar desde el principio a quienes quisiesen recordar el caso de la encuesta que favoreció en Acapulco al amigo del gobernador Ernesto Rodríguez Escalona, de lo cual no se trataría en esta ocasión.

Ha trascendido que se ha contratado a tres empresas encuestadoras. Mitofsky, de Roy Campos, que trabaja con Televisa y que es un viejo conocido de René Juárez Cisneros, que sin embargo conserva una reputación de encuestador serio. María de las Heras, a la que se vincula con el CEN del PRI, no sólo porque es esposa del secretario de Elecciones César Augusto Santiago, pero que también se mantiene en la lista de firmas respetables. Y Berumen y Asociados, que ha hecho trabajos para el PRD y que tampoco es una encuestadora patito.

Según las diversas versiones que recogió el reportero Hugo Pacheco León (ver El Sur de ayer), si las cosas se confirman como allí aparecen, y más allá de las formalidades legales, el PRI tendrá candidato a gobernador en enero-febrero próximos. Es decir, un año antes de las elecciones constitucionales.

Ya con su candidato de unidad ungido, el PRI esperará así a que se hagan trizas los precandidatos de su contendiente principal, el PRD. Al parecer, esa es la apuesta y no se crea que es un absurdo.

El PRI que no se muere

En su columna Interés Público que aparece en el semanario Proceso, el periodista Miguel Angel Granados Chapa escribió hace dos domingos que al PRI –cito de memoria– se le ha dado por muerto varias veces: se dijo que no sobreviviría sin el presidente de la República; que no aguantaría la división que causó la disputa por el CEN entre Roberto Madrazo y Beatriz Paredes; que no soportaría los efectos del Pemexgate. Pero ese partido allí sigue, y aunque se conserva la tendencia a la baja de su votación, fue el que menos sufragios perdió en las elecciones federales pasadas. Es, escribía el columnista de éste y de decenas de diarios del país, la amalgama de intereses que allí se cobijan lo que al final permite a los priístas ponerse de acuerdo.

Tal parece que ese también podría ser el caso del PRI en Guerrero. Los aspirantes de ese partido a la candidatura de gobernador se darán con todo por debajo de la mesa, pero al final pueden cerrar filas precisamente en defensa de los intereses que representan.

Hasta antes de que se calentaran los aspirantes, situación que adelantó la línea del gobernador, los siguientes parecían ser los escenarios para la sucesión entre los priístas:

–El esquema San Luis Potosí. El gobernador impone a su candidato, causa una fractura mortal en su partido y gana el candidato de la oposición, en este caso, Marcelo de los Santos, del PAN.

El accidente de Carlos Sánchez Barrios parece que hizo inviable ya este esquema, pese a los esfuerzos de sus seguidores más fieles para mantenerlo vigente. Y aunque el secretario de Educación Daniel Pano Cruz estuvo en el convivio de hace dos semanas en Casa Acapulco, el gobernador René Juárez Cisneros no se atrevió a invitarlo a posar para la fotografía donde aparecen los aspirantes en serio más algunos colados.

–El esquema Sonora. Como el gobernador no puede imponer a su candidato, apoya al de la oposición. Basado en el desastre de Vicente Fox en ese sentido –que no ha podido acabar con ninguna tepocata–, el gobernador siente que un sucesor de la oposición –en este caso perredista– no lo tocaría, ya sea por inexperiencia, por temor a la ingobernabilidad o de plano por compromisos personales. Por el contrario, un próximo gobernador de su propio partido podría querer legitimarse –y fortalecerse en el cargo al que llegaría de un modo muy apretado– señalando los errores y los desvíos de su antecesor.

El retrato hablado del candidato del PRI en este esquema es el del ex gobernador trianual Angel Aguirre Rivero. Pese a que no lo querrían ni Figueroa ni Juárez Cisneros, ni tiene un acuerdo tan firme con Carlos Madrazo como para recibir todo el apoyo nacional, no se puede descartar al diputado federal electo. Su candidatura es viable porque sería presentado como un político exitoso que ganó en todos los municipios de su distrito, que ya fue gobernador y que tiene todos los contactos y la experiencia para volver a ocupar ese cargo. Además, según este mismo esquema, tiene gente que le responde en varios partidos de oposición, desde el PRD hasta el PT, pasando por el PAN y por Convergencia. Con todos los riesgos que ello implique, en su campaña se acudiría a todos los métodos necesarios para obtener votos y para inhibir los del adversario.

Pero si Aguirre gana, René Juárez no se sentiría muy cómodo como ex gobernador y por eso desde ahora quisiera garantizar una candidatura a la Cámara de Senadores, lo que le daría el espacio para seguir en la política, y sobre todo, el fuero constitucional.

Pero de todos modos, en el esquema Sonora, le daría su ayudadita al candidato de la oposición, como dicen que hizo el priísta Armando López Nogales con el panista Ramón Corral frente al priísta Eduardo Bours.

Algunos mecánicamente piensan que este proyecto se concretaría con facilidad si el candidato del PRD es el senador Armando Chavarría, un político conciliador que además es amigo de René Juárez desde sus tiempos de estudiantes en la Escuela de Economía de la UAG. Pero aun si el candidato fuese el ex alcalde de Acapulco Zeferino Torreblanca, no se crea que aquel esquema sea imposible. Todas las declaraciones recientes de Torreblanca acerca del gobernador han sido amables, incluso cercanas al elogio. “Es un político muy trabajador”, dice a cada rato el diputado federal electo quien, encaminado hacia la gubernatura, cambia su discurso y critica que en los mítines de campaña a que asistió los oradores perredistas se la pasaban denunciando a Rubén Figueroa y a René Juárez . Ya somos gobierno, no solamente oposición, justifica Zeferino su nuevo discurso, y a todo el que lo quiera oír dice que no va a legar a la gubernatura en pleito con todos –en referencia por supuesto a los priístas.

El esquema Nuevo León. Este esquema puede ser el más viable, si Aguirre no puede conseguir la candidatura ante la oposición de Figueroa Alcocer y Juárez Cisneros. El razonamiento aquí sería que la única posibilidad ante la avalancha por la alternancia que parece indetenible en Guerrero, es que los jefes priístas se mantengan unidos y apoyen a alguien que es de los suyos –como Natividad González Parás lo era–, pero que al mismo tiempo no es un dinosaurio como Alfonso Martínez Domínguez ni un enviado del Presidente como Sócrates Rizzo lo fue de Carlos Salinas. Nati se presentó así, ante el electorado, como una cara priísta ajena a los grupos corporativos o caciquiles del PRI neoleonés.

El retrato hablado del candidato del PRI en este esquema es el del senador Héctor Astudillo Flores. Con Sánchez Barrios fuera de la jugada; con un Daniel Pano que no podría ser lanzado so riesgo de una rebelión priísta; con un Aguirre sin la fuerza nacional suficiente para imponerse a Figueroa y a René Juárez; con un Héctor Vicario muy vulnerable ante las andanadas del adversario principal, el PRD, que encontrarían eco fácil en los medios de comunicación de la ciudad de México a los que tanto temen los políticos, Astudillo se presenta como la cara más presentable del priísmo guerrerense para retener la gubernatura en el 2005.

Sin embargo, la moneda está en el aire. Hay que esperar a saber, por ejemplo, quienes entran al final en la encuesta, porque puede ser que todo se le vaya acomodando a Astudillo, persuadidos los grupos del PRI local y nacional de que es su mejor carta.

No se crea que esta operación política esté condenada al fracaso porque el PRI, haga lo que haga, no podrá mantener la gubernatura de Guerrero que parece ya predestionada para el PRD. En otra ocasión abundaremos sobre las viscicitudes de este partido, pero por lo pronto adelantamos que sus interminables conflictos internos y entre autoridades perredistas, más el desencanto que parece cundir frente a la gestión del gobierno municipal de Acapulco, pudieran quitarle al PRD el apoyo de sectores urbanos que han sido claves en su avance electoral en el estado.

Si bien es improbable que estos sectores se vuelvan hacia el PRI en masa, un candidato como Astudillo podría atraer a algunos, sobre todo si durante la campaña se logra mantener en la sombra a personajes desprestigiados del priísmo.

Pero si Aguirre confirma primero que quiere ser el candidato y se mantiene hasta el final, puede dar la pelea pues su nombre sin duda será familiar para muchos de los potenciales encuestados, por su condición de ex gobernador, con lo que esto signifique a favor o en contra. Si esto último ocurre, querrá decir que grupos poderosos del PRI prefieren no arriesgar todo a las reglas de la democracia electoral –una de las cuales es lanzar candidatos presentables ante la sociedad– y preferirán jugárselas con los métodos de antes.

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