Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Silvestre Pacheco León

 CRONICA MUNICIPALISTA

  Viaje al mundo maya

 Escribo desde Chetumal, capital de Quintana Roo, sobre las últimas noticias que se generan en la sociedad rural y que tienen que ver con el recurso forestal y con la riqueza con vocación turística en manos de los pobladores mayas.

Por invitación del International Center for Journalists y en mi calidad de colaborador de El Sur asistí al Seminario sobre Deforestación, Conservación y Manejo Comunitario que forma parte del Programa para Elevar la Conciencia Ecológica.

Por esa razón viví la experiencia de conocer parte de la selva maya y de platicar con los habitantes del medio rural, de su vida, de sus ocupaciones y de sus anhelos.

Una parte del seminario estuvo dedicada a conocer la historia de la explotación forestal desde la óptica de especialistas y técnicos que trabajan en el sector desde hace muchos años.

La historia del bosque en esta parte del país tiene mucho parecido a la que vivió el estado de Guerrero, quizá menos cruenta pero más expoliadora. Sin embargo, parte de las buenas noticias es que la península de Yucatán se ha convertido ahora en la primera respecto al cuidado de sus bosques cuya tasa anual de deforestación, presumen que es apenas del 1 por ciento.

La principal riqueza forestal de la selva maya es la caoba, madera preciosa que se considera la más antigua en su comercialización y cuyo precio es también de los más altos, cotizándose en el mercado mundial a un promedio de 3 mil pesos el metro cúbico o a más de 20 dólares el pie tabla.

En la historia del bosque maya se señalan tres grandes momentos: el primero fue su concesión por parte del gobierno a empresarios privados que sin miramiento alguno saquearon lo que pudieron de ese recurso. Después vino, como en Guerrero, la empresa pública conocida como Micro y cuyo equivalente en Guerrero fue la Fovigro, época en la que el saqueo continuó para seguir beneficiando a la iniciativa privada pero que apaciguo por algún tiempo a los poseedores del bosque.

Después surgió, como en Guerrero, la lucha reivindicativa de los dueños del bosque, quienes manifestaron su inconformidad con la condición en la que el gobierno les reconocía ser dueños del suelo pero no del “vuelo”.

En la selva maya como en Guerrero, los poseedores del bosque son en su mayoría, ejidos y comunidades, figura legal y social que constituyó la base organizativa para luchar con éxito por sus reivindicaciones.

Los tres ejidos que conocimos la casi veintena de participantes en el seminario, son ejemplo de lo que puede ser la experiencia alternativa que está desarrollándose en el país y que está emergiendo de las mismas comunidades rurales sin pedir permiso.

Los ejidos de Petcacab, Noh Bec y Chacchoben, todos en el estado de Quintana Roo, son ricos posesionarios de bosques de caoba que están aprovechando de manera autosustentable aunque el concepto así bautizado no haya sido producto de su invención.

En Petcacab platicamos con la directiva ejidal en su idioma adoptivo que es el español y cuando hacíamos el símil de comparar la extensión de sus terrenos, la cantidad y calidad de sus bosques con el precio que por su recurso forestal obtenían en el mercado, comparado con lo que es una ganadera por el tamaño de sus potreros, la calidad de sus pastos, el número de cabezas de ganado y el precio que obtiene de su venta, concluían complacidos que son ricos y se mostraban satisfechos porque ya es una realidad que como dueños cabales de sus recursos, están generando empleos para ellos y sus hijos y creando una alternativa de desarrollo para sus comunidades.

Claro, no todo lo que están viviendo es fácil y sin obstáculos, pues como nos lo explicaba Miguel Villalobos, ex comisariado ejidal de Chacchoben, el primer obstáculo con el que se encontraron fue “el propio gobierno” pero lo salvaron porque lo primero que aprendieron los campesinos fue a negociar, a sentarse y a sentar a su contraparte “para platicar y llegar a acuerdos”.

El ejido Noh Bec que en maya significa Roble Grande, según mi compañero zapoteco de Oaxaca, Emilio Jiménez , es quizá el más aventajado en la tecnificación de su aserradero donde pudimos ver la labor de “estufado” que le hacen a la caoba para agregarle valor.

Este ejido de 24 mil hectáreas tiene computarizado y cuadriculado su territorio e inventariadas sus caobas susceptibles de aprovechamiento así como los ejemplares semilleros por hectárea. Una parte de su bosque, como es costumbre en todos los demás es virgen. Todos los cuidan y es como el gran tesoro que guarda la riqueza forestal y animal de su ejido.

Wenceslao Cruz, uno de los viejos dirigentes de Noh Bec nos platica que gracias a la fortaleza económica y política de su ejido, se hacen cargo de la administración del agua potable de la comunidad, tienen un fondo de previsión social que paga la pensión a sus jubilados y que atiende los problemas de enfermedad de los ejidatarios por graves y costosos que sean. El ejido proporciona el servicio del cable para el sistema de televisión. Cada familia paga por el contrato 500 pesos y mensualmente la cantidad de 20 pesos con derecho a ver 5 canales en plena selva. Tienen una laguna inmensa y bien cuidada donde pescan para el autoconsumo durante todo el año. Ahora este ejido se propone aprovechar comercialmente una amplia gama de maderas duras o corrientes tropicales gracias a una negociación con el gobierno del estado que les dio en comodato equipo y maquinara en desuso con un valor de 2 millones de pesos que ellos rehabilitarán y así estarán en posibilidad de atender un pedido de madera de esa clase que tienen con empresarios europeos.

Sin embargo, es una queja generalizada la falta de control por parte del gobierno la tala clandestina y la liberación del mercado nacional que permite el ingreso al país de madera de caoba de baja calidad y por lo tanto más barata, proveniente de Centroamérica.

Pero la gran novedad es la experiencia que vive el ejido Chacchoben porque además de la experiencia en el aprovechamiento forestal que comparte con otra decena de ejidos en el estado, está beneficiándose ya con los vestigios de la cultura prehispánica que tiene en su territorio.

En efecto, son hasta 70 hectáreas de una zona arqueológica donde se han localizado 40 pirámides, todo el conjunto con una riqueza tal que se ha vuelto uno de los atractivos más interesantes de la zona para los miles de visitantes.

Los dirigentes ejidales presumen en ser los primeros en el país que han logrado un trato diferente por parte del Instituto Nacional de Antropología. “Antes llegaban a los pueblos y se posesionaban de las zonas arqueológicas sin  avisarnos y disponían de las riquezas a su antojo” –nos comenta Miguel Villalobos– y explica que han logrado que el INAH le reconozca sus derechos al ejido como propietario de lo que se encuentra en su territorio, de tal manera que ahora en todo el país podrá formarse un comité de vigilancia del ejido que sea el que conozca en detalle el trabajo del instituto y quien tome las decisiones sobre el manejo del presupuesto destinado a investigación, trabajos de rehabilitación, conservación, etc.

Y más todavía, los ejidatarios de Chacchoben han logrado que del cien por cien de los ingresos que tiene el INAH por los servicios que otorga en las zonas arqueológicas y por el acceso a los visitantes, que por ley debe remitir a Hacienda, ésta los regresará al ejido y al municipio par su aplicación en obras de beneficio social, el 70 por ciento vía gobierno del estado y el 30 restante al municipio.

Su lucha sobre esta demanda surgió a raíz de que el INAH pretendía expropiar las 70 hectáreas pagando 140 mil pesos, la mitad al posesionario del predio y el resto al ejido. Ahora han cambiado todas las reglas y el primero en estar al tanto de los descubrimientos y llevar el control de las piezas encontradas es el mismo ejido.

El ejido Chacchoben que será pronto un atractivo arqueológico en esta zona y que le disputará visitantes a Tulum y otros sitios por su ubicación privilegiada, está desarrollando un proyecto de ecoturismo que consiste en un campamento chiclero en el que invierten 2.5 millones de pesos para la construcción de cabañas, senderos por la selva y todo el ambiente de la vida que marcó la historia en esta región con la explotación del chicozapote.

El gobierno del estado, dice Miguel Villalobos, ex comisariado ejidal del Chacchoben, ha comprendido que para su proyecto de hacer un mundo maya no puede dejar de lado a los mayas.

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