Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Víctor Cardona Galindo

PÁGINAS DE ATOYAC

*El secuestro de Figueroa (Séptima parte)

Rubén Figueroa Alcocer estableció su centro de operaciones en la calzada Pie de la Cuesta de Acapulco, donde funcionaban las oficinas de Autotransportes Figueroa y ahí se concentró también Carlos Bonilla Machorro, en espera de las comunicaciones de la guerrilla. Estaban resguardados todo el tiempo por agentes de la Dirección Federal de Seguridad. Al transcurrir los días y al no establecerse el diálogo directo con los secuestradores, Figueroa Alcocer consiguió un permiso en la Secretaría de Gobernación para utilizar los medios de comunicación.
Por eso en la radio se comenzó a difundir un anuncio el 28 de junio. Se transmitía cada media hora y ahí el sacerdote Bonilla Machorro se dirigía a Lucio, decía entre otras cosas: “Desde hace veinte días ando con mi amigo el profesor Inocencio Castro, tratando de comunicarme con usted. Me ofrezco como enlace para un diálogo conciliatorio entre la familia del senador Figueroa y usted… Le suplico que el conducto para establecer contacto conmigo, sea esta misma radiodifusora RCN del puerto de Acapulco”.
Mientras, en la sierra, Figueroa pronunció ante los guerrilleros el discurso que iba a decir en una de las convenciones que lo nombraron candidato y por medio de recados mostraba su desesperación ante la dirección de la Brigada Campesina de Ajusticiamiento. Ante la precaria situación que se vivía, los secuestrados tenían mejor alimentación que los propios guerrilleros. “Cuando ya estábamos en una situación difícil, lo que se hacía era conseguir alimentos precisamente para ellos, aunque nosotros no comiéramos pero ellos que comieran”, recuerda Pedro Martínez.
El objetivo de liberar la zona con el secuestro político de Figueroa había fracasado. Al contrario el Ejército se disponía a quitarle “el agua al pez”, por eso todos los pueblos estaban sitiados y racionados los alimentos. Había que tener un salvoconducto militar para poder salir de la comunidad a las siembras o a la ciudad. “Las familias que vivían dispersas en la sierra fueron obligadas a concentrarse en poblaciones más grandes. Ningún campesino podía llevar bastimento o agua al campo; antes de salir a trabajar eran minuciosamente revisados, les señalaban horas para regresar a comer y horas para llegar por las tardes, tenían que reportarse diariamente… se le prohibió al comercio vender más de 10 kilos de maíz (a la semana) por cada familia serrana, también se les prohibió vender más de un kilo de azúcar, de frijol, arroz y otras cosas”, escribió don Simón Hipólito Castro, en su libro Guerrero, amnistía y represión.
El Ejército hizo un censo en cada poblado, casa por casa, para saber cuantos vivían en cada habitación y racionarles el alimento. Las familias de la sierra para equilibrar la ración, mezclaban la masa con plátanos verdes hervidos y camotes de platanillo. Si para los campesinos era difícil la vida, para los guerrilleros era peor, “andábamos comiendo cogollos de las plantas que sabíamos que no eran venenosas”, platica un guerrillero.
El gobierno aumentaba su presencia en la zona, el primero de julio el secretario de la Defensa Nacional, general Hermenegildo Cuenca Díaz, llegó a la ciudad de Atoyac, en un helicóptero de la Fuerza Aérea Mexicana, para coordinar personalmente las operaciones militares que se realizaban en la sierra en persecución del grupo de Lucio Cabañas Barrientos. Tuvo pláticas con el comandante del 27 Batallón de Infantería coronel Alfredo Cassani Mariña y con el presidente municipal Silvestre Hernández Fierro. Cuenca Díaz reprendió fuertemente al alcalde a quien exigió mayor colaboración con el Ejército.
Ese mismo día allá en la sierra, el senador Rubén Figueroa Figueroa escribió una carta a Lucio que ya no le había dado la cara, donde le solicitaba una nueva entrevista, que tendría dos aspectos, “uno exclusivamente personal, directo y confidencial entre usted y yo; y otro como comparecencia mía ante su grupo para discutir y dialogar con él”. Pedía su libertad y proponía liberar de inmediato 15 o 20 presos políticos y que llegando a gobernador el día primero de abril liberaría a todos los presos políticos de Guerrero.
Decía que la salud de los retenidos declinaba rápidamente y que estaban en un estado de nervios depresivo. “La última marcha nos mojamos, se mojaron las cobijas y las hamacas y con el terriblemente húmedo frío de la sierra no pudimos dormir. Al profesor Febronio le vino un dolor de espalda que anunciaba pulmonía. Tenemos avitaminosis. Su tío Luis tiene abierta y supurada una herida por operación y sólo Pascual ha estado más tranquilo y sano”, decía.
En esa carta pedía que subiera un médico general, provisto de medicinas, cuyos emolumentos serían cubiertos en Acapulco mediante una orden que giraría. Que también serían cubiertas las medicinas que le llevaran. Solicitaba la libertad de la señora Gloria Brito. “Dejó a sus hijo de 4 años, encargado con unos vecinos y no sabe qué trato habrá recibido… la señora va en su segundo mes de embarazo”.
También Luis Cabañas envió en esos días un recado a Lucio: “Jamás he pedido clemencia a nadie, pero lo hago porque tengo temor que me caiga gangrena”, decía en referencia a la herida de operación que se le había abierto.
Figueroa sufría cuando su secretaria Gloria Brito le lavaba la ropa, porque se quedaba encuerado cubierto con un sarape tiritando de frío. Por eso varias veces intentó escapar, una de esas fue en la madrugada del 3 de julio, en el campamento El Faisán, aprovechando que se durmieron los guardias. Agarró un bordón, un sarape y se fue. Pero el senador se desorientó y caminó a lo profundo de la sierra y no hacia la costa como debería hacerlo. La brigada salió a buscarlo y lo alcanzaron en unos riscos “primero encontramos un bordón, después los resbalones que se daba en las barrancas, hasta que más arriba en un pretil rocoso lo encontramos”, le contó un guerrillero a Simón Hipólito.
Ahí fue donde los demás retenidos entregaron la pistola calibre 9 milímetros, dos cargadores y una navaja de muelle que tenía escondida Gloria Brito en su bolso. Se la habían dejado para en dado momento matar a Lucio, si alguno de ellos era pasado por las armas.
De esa aventura Luis Suárez escribió: “Sus compañeros le dijeron: ‘Lo van a matar’. Respondió: ‘Yo prefiero irme y que me maten’. Caía una intensa lluvia tropical esa noche. Figueroa llevaba una caña de monte, como apoyo o bastón. Empapado por la lluvia se lanzó a la aventura. La recuerda: ‘Rodaba entre las rocas, pasaba junto a los abismos. Pensé: hacia el oriente debe estar Acapulco… Llegué al pie de una montaña, que estaba cortada a pico en unos 150 metros. Habían iniciado mi persecución. Me encontraron porque hallaron mi bastón de caña y eso los orientó. Me alcanzaron tres hombres de Lucio, entre ellos los nombrados Zacazonapan y el Gorrión… Llegué con esos hombres de regreso al campamento, como a las 10 de la mañana, aterido de frío, profundamente deprimido. Mis compañeros de cautiverio habían sido amenazados de muerte si no aparecía”.
Lucio contestó la carta de Figueroa el 5 de julio fechándola en el campamento La Fuga, por lo ocurrido le habían cambiado de nombre, antes se llamaba El Faisán. Lucio decía “no es posible la venida de ningún doctor en vista de la amplia persecución que se nos están haciendo; tendremos que esperar algunos ocho días para lograr traerlo. Ya sabemos que el caso de mi tío Luis es grave y lo de otro enfermo también, pero tenemos que esperar porque las comunicaciones están cerradas; hay medicinas compradas pero no pueden subirlas”.
En cuanto a la libertad de Gloria Brito Lucio decía: “Gloria ya estuvo desperdiciando sus lágrimas, pues en nuestra compañía no debe llorar, ella no es la rica burguesa secuestrada, es la trabajadora que por medidas de precaución ha sido retenida, se le ha respetado debidamente y debía sentirse satisfecha el compartir el sufrimiento con nosotros que somos de la clase trabajadora como ella y que luchamos por la felicidad de una clase social que está siendo explotada en el régimen de ahora”.
El Partido de los Pobres envió un ultimátum a la familia de Figueroa el 7 de julio en el que exigió el pago de 50 millones de pesos y la difusión de un manifiesto en los medios de comunicación para liberar al senador. Amenazó con fusilarlo de no cumplirse sus demandas. El texto iba dirigido a Rubén Figueroa Alcocer: “Damos de plazo hasta el día 2 de agosto del año en curso para que usted cumpla peticiones, de lo contrario, el día 3 del mismo mes será fusilado por las fuerzas armadas de nuestro partido”.
“Entréguenos cincuenta millones de pesos mexicanos, con las siguientes denominaciones: cien mil pesos en billetes de cincuenta, doscientos mil en billetes de a cien pesos, setecientos mil en billetes de a quinientos pesos y, cuarenta y nueve millones en billetes de a mil pesos… Cuando tenga el dinero listo, hable al programa de 24 Horas de la noche y diga: ‘Acepto como contactos al Sr. Cura Carlos Bonilla Machorro y al profesor Inocencio Castro Arteaga, por lo que espero instrucciones del Partido de los Pobres”.
Ranmel se reunió el 10 de julio con Bonilla Machorro en Zihuatanejo donde le entregó el comunicado para la familia y en una segunda entrevista la familia envió tres fotografías de los nietos del senador para que las trajeran autografiadas, como prueba de vida, pero el contacto que las llevaba cayó en manos del Ejército.
Como dije antes en la sierra ante la precaria situación de la guerrilla llegó a la dolorosa necesidad de que salieran 35 brigadistas que pidieron permiso y el 12 de julio partieron por diferentes rumbos de la sierra. Luego que ellos salieron, la guerrilla cargando a cuestas a los secuestrados avanzó por las faldas de El Barandillo, desde donde se divisaba El Plan del Carrizo. En ese pueblo había una pista de aterrizaje de la familia Vargas, de ahí despegaban los helicópteros para vigilar la zona.
Fue el 13 de julio cuando el grupo que tenía el secuestrado partió por la mañana, el otro donde iba Lucio y toda la dirección de la Brigada partió por la tarde. “Nosotros partimos por la tarde del mismo día. Avanzamos hasta muy tarde llegando hasta un lugar denominado Monte Alegre, ya en esta zona la situación alimenticia se comenzó a resolver porque ya mitigamos el hambre con plátanos verdes hervidos. Aquí encontramos muchas huellas frescas de emboscadas del Ejército”, comenta un miembro del Partido de los Pobres.
Cerca de ahí, unos guerrilleros que salieron el 12 cayeron en una emboscada que les tendieron los miembros del Ejército que para ese tiempo ya estaban en el monte. Habían abandonado los operativos que realizaban únicamente por veredas y carreteras. Ya se metían a la maleza que había sido reino exclusivo de los guerrilleros. Según la versión oficial de la guerrilla en esa emboscada agarraron a Arsenio y Anselmo este último que era de San Martín después se dedicó a delatar y entregó a mucha gente.
Esta escaramuza parece tratarse del encuentro armado que se registró el 13 de julio de 1974  en las cercanías de La Gloria entre el Ejército y miembros del grupo de Lucio Cabañas, que la división de investigaciones históricas de la Fiscalía Especial registró, donde hubo contingencias para ambos lados, porque los jefes militares pidieron “atención para los soldados heridos”, pero no especifican cuántos ni la gravedad. En cuanto a la gente de Lucio, el Ejército detectó a cinco personas que huyeron. Tres de ellos fueron aprehendidos el 14 julio por una patrulla de la 35 Zona Militar establecida en La Gloria. Uno de los guerrilleros que iba herido se metió a una vivienda y se resguardó atrás de la chimenea pero ya los soldados le seguían de cerca el rastro de sangre.
Según lo recabado por la Fiscalía el secretario de la Defensa, Hermenegildo Cuenca Díaz, fue informado de esto y un helicóptero fue enviado para trasladar a los detenidos, y también, de que se entregaron los “paquetes sin novedad”. El 15 de julio de 1974, el subjefe del Estado Mayor informó nuevamente de todo esto al secretario y le reportaba que ya se había solicitado al comandante de la 35 Zona Militar la entrega de los detenidos “a fin de interrogarlos detenidamente, por haber manifestado que forman parte del grupo principal de Lucio Cabañas”.
La Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) recogió testimonios donde da luz que uno los detenidos ese día sería Ernesto Mesino Lezma que está desaparecido; el segundo sería Raymundo Morales Gervacio, que después fue visto en el Campo Militar Número Uno y el tercero Margarito Vásquez Baltasar, que también está desaparecido.

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