Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Héctor Manuel Popoca Boone

 Ocho reflexiones y una conclusión después del 6 de julio

 (Primera parte)  

Primera: abstencionismo. Preocupante el alto nivel de abstencionismo que arrojaron los resultados de las elecciones. Las tendencias en las votaciones indican que nuestro promedio histórico de participación no rebasa el 60 por ciento. Arrastramos, en primera instancia, una baja cultura democrática en el ejercicio de nuestro derecho democrático a votar. El que el abstencionismo se haya agudizado en las últimas elecciones (67 por ciento en Guerrero) indica también que electores que votaban, dejaron de hacerlo. Es decir, no tuvieron el suficiente interés, motivación o credibilidad en los partidos y candidatos, para hacer el esfuerzo de salir a depositar su voto en las urnas.

A la mayoría de los electores no les atrae, por el momento, la política institucional y tampoco la de los partidos. Hoy, no creen mucho en las estructuras de gobierno, que como Estado nos hemos dado, para la gobernabilidad democrática y para la normalidad en el buen gobierno. El electorado no muestra propensión a influir en ellas o renovarlas, por medio de los partidos políticos y sus candidatos.

Está en entredicho aquello de que los partidos políticos son organismos de interés público. La baja votación es sinónimo de deslegitimización del papel conferido de ser órganos de intermediación y representación política de los ciudadanos.

Vale la pena meditar en una segunda vuelta en los próximos comicios para Presidente de la República, gobernadores y presidentes municipales, porque al rato, vamos a tener triunfadores mayoritarios que no rebasarán el 25 por ciento de los votos emitidos, ya no digamos del 10 por ciento respecto del total de los electores. ¿Qué tipo de autoridad tendrán para ejercer las responsabilidades encomendadas?

Segunda: falta de credibilidad en los quehaceres de los diputados. Una encuesta nacional ciudadana, indica que los diputados tienen uno de los más bajos niveles de credibilidad. Son superados solamente por los policías en el descrédito. En la actualidad, los ciudadanos no tienen confianza, ni le otorgan importancia a lo que hacen los diputados.

Escándalos públicos en sus conductas personales, como el caso de Pancho Cachondo del PAN, con su sexualidad exuberante y nada recatada o de Félix Salgado Macedonio del PRD, con su fama de parrandero pendenciero, o de los legisladores priístas involucrados en el Pemexgate, o el abuso en el uso del fuero constitucional en conductas extra legislativas, no contribuyen en nada, a cambiar la imagen depreciada y despreciada que poseen los representantes populares. Cada día se ensancha más la brecha existente, de identificación y comunicación, entre la sociedad civil y la clase política legislativa.

Tercera: costoso y dispendioso Congreso de la Unión. De los 500 diputados, una estimación realista es de que alrededor del 25 por ciento de ellos (150), verdaderamente trabajan en las labores legislativas y de supervisión de la administración pública y de los recursos públicos; los demás 350 diputados se dedican a la grilla, a viajar, sino es que a la plena holgazanería. Otro tanto igual pasa con los 96 senadores de la República. Más del 70 por ciento de las dietas económicas y gastos de representación que reciben los próceres legislativos se destinan, en los hechos, a subvencionar la grilla nacional.

Cuarta: campañas electorales onerosas e insulsas. El predominio de la mercadotecnia y el pragmatismo dan cuenta de la miseria ideológica y del precario pensamiento político con los que hoy se desenvuelven los partidos y candidatos.

Para tratar de convencer al electorado, ahora importa más, proyectar la galanura o la hermosura, desde el rostro sonriente de él o la candidata, en detrimento del conocimiento y difusión de sus propuestas programáticas legislativas. Mas vale un buen spot publicitario televisivo o radiofónico, que un texto impreso para divulgar la plataforma electoral ofrecida. Estamos en presencia del analfabetismo político funcional en todo su esplendor. En tiempos de campañas políticas, la bonanza económica, aun en épocas de crisis, se enseñorea y bendice principalmente a los dueños de las estaciones de radio y televisión.

Quinta: tenemos una de las democracias más caras del mundo. Sumados el presupuesto público asignado al IFE y a los partidos políticos, al pueblo de México le costó 25 millones de pesos llevar a su curul, a cada uno de los 500 diputados federales electos. Nuestra democracia, nos resulta demasiado costosa, aunque no tanto como una dictadura. Sea de ello lo que fuere, el despilfarro nos debe resultar ajeno y evitable, habida cuenta que no somos una potencia económica de primer mundo.

Tenemos democracia gravosa en dos aspectos primordiales: Primero, en el financiamiento de los procesos electorales diversos y frecuentes: federales, estatales y municipales; del poder ejecutivo, del poder legislativo y de ayuntamientos. Estamos siempre en una vorágine continua de precampañas, campañas, comicios electorales y por lo tanto, en constante confrontación política, distrayendo en demasía recursos humanos, materiales, financieros y tiempo valioso para trabajar e invertir productivamente por el país. En este tenor, el estado de Guerrero ahorraría y aplicaría mejor muchos recursos públicos, si empatara las elecciones locales con las federales.

El segundo aspecto se refiere al financiamiento de los partidos políticos, de los que ya existen y de los que surjan en esta semana, paliándose esto un poco, con los que pierden su registro en cada elección. Algunos partidos y algunos políticos, son ya prototipos de buenos negocios familiares o de grupo, por la alta rentabilidad económica personal que arrojan. Los cuales no soportan la más mínima y simple auditoría en los manejos internos del erario público que reciben.

Los escándalos públicos del financiamiento del sindicato petrolero con recursos de Pemex al PRI y a Labastida o el financiamiento extranjero a través de Korrodi y sus amigos a la candidatura de Fox y al PAN, dan cuenta de una de las caras de la corrupción y deshonestidad existente en el financiamiento partidario.

* Disertación dada en el panel que sobre el tema organizó la Tendencia Nacional Plural de la Sección 14 del SNTE en Acapulco.

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