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Arturo Martínez Nateras

Fábrica de Letras  

 José Emilio Pacheco

 José Emilio Pacheco (30-VI-39) es un magnífico escritor mexicano, chilango y judío. José Emilio, poeta, ensayista, traductor, cronista, editor cultural, periodista es además de un hombre de letras orgullo nacional, un ser humano superior. Sencillo desde lo sublime, austero, conversador ha forjado una hoja de vida, escrita a prosazos, letra a letra, verso a verso, jornada tras jornada. José Emilio es repelente a los reflectores, pero gracias a su calidad no ha podido fugarse de la luz de la fama, de los reconocimientos, de premios y galardones.

José Emilio Pacheco recibirá, el próximo 28 de julio, el Premio Internacional de Poesía y Ensayo, Octavio Paz, de la Asociación Civil  Amigos de Octavio Paz. El premio consiste en un diploma y cien mil dólares en efectivo.

Me ligan a José Emilio múltiples evocaciones. Mis momentos íntimos de lectura, en buena parte, los he consumido entre los sueños de sus versos, sus poco conocidos guiones, en  versos de una poesía más afamada que leída y en los célebres y muy rigurosos, pedagógicos y extrañados Inventarios que publicó semana tras semana en Proceso, con una disciplina admirable.

Tengo el privilegio de una buena relación amistosa con José Emilio y con Cristina. Todavía lo pelaban muy poco, cuando como director editorial de la Universidad Autónoma de Sinaloa publiqué un libro suyo y me tocó coordinar en 1980 el acto solemne en el cual la misma institución entregó el doctorado Honoris Causa a José Emilio, Elena Poniatowska, Carlos Monsiváis y al inolvidable Juan de la Cabada. El ingeniero Eduardo Franco, rector de la UAS, desde la nota roja gracias a sus empeños emprendía la reinstalación de la universidad de Rafael Buelna en la ruta de la vida académica. Recuerdo los rasgos humanos contrastantes de los galardonados. José Emilio de tan tímido, parecía no salir del asombro.

En 1986 caminamos una fría noche completa entre calles, callejones, tabernas y antros del centro de Madrid. Con Jorge Medina y María de la Luz Núñez Ramos disfrutamos de una invernal velada callejera madrileña.

En el año 2000, durante la FIL de Guadalajara coincidimos en algunos momentos. José Emilio presentó la tercera edición, revisada, corregida y aumentada de Tarde o temprano (poemas 1958-2000), FCE, México, 2000… José Emilio tuvo el gesto de obsequiarme el libro que usó para leer. Es una joya invaluable, singularizada por las señales, las notas y los separadores de los poemas que seleccionó para compartirlos con el público que atiborró la sala, refrendando el todavía inusitado interés de la sociedad por la poesía y los poetas. José Emilio nos dedicó el ejemplar estampando con sus letras:

“A María de la Luz, con todo cariño y para Arturo, en Madrid, en Guadalajara y en todas partes”.

Parecía que la crisis de la Fundación Paz afectaría al poeta de nuestra generación, quien ajeno a todo tipo de reyertas, mantuvo un respetuoso silencio dedicado a las actividades que realiza en Estados Unidos. Durante este lapso José Emilio recibió el premio Ramón López Velarde.

José Emilio vivió intensamente el 68 desde su condición de escritor. Jamás aceptó la seducción de ser una de sus viudas. Escribió textos de una pureza incomparable, distantes del panfleto. Lea usted si lo desea:

1968

Página blanca al fin:

Todo es posible / AGOSTO, 1968 / ¿Habrá un día en que acabe para siempre / la abyecta procesión del matadero?

Con los textos traducidos del náhuatl, por Ángel María Garibay y Miguel León Portilla, en Visión de los vencidos (1959) y la inspiración propia escribió su Manuscrito de Tlatelolco (2 de octubre de 1968) del cual transcribo:

I. LECTURA DE LOS “CANTARES MEXICANOS

 

Cuando todos se hallaban reunidos / Los hombres en armas de guerra cerraron / Las entradas, salidas y pasos.

Se alzaron los gritos.

Fue escuchado el estruendo de la muerte. / Manchó el aire el olor de la sangre.

 

La vergüenza y el miedo cubrieron todo. / Nuestra sangre fue amarga y lamentable. / Se ensañó con nosotros la desgracia.

 

Golpeamos los muros de adobe. / Es toda nuestra herencia una red de agujeros. (pp. 67 y 68).

José Emilio: hoy no es ayer / y aún parece muy lejos la mañana. El mejor homenaje a José Emilio es leerlo y releerlo…

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