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Recuerdan unas 70 personas a José Agustín Ramírez en su centenario

 Xavier Rosado * Durante el homenaje al compositor Agustín Ramírez, en el centésimo aniversario de su natalicio, el cantante y compositor Miguel Arizmendi Dorantes, hizo una recopilación de las canciones románticas del trovador acapulqueño y revivió en el recuerdo, muchos hechos, datos y anécdotas de su vida.

Ante una audiencia de unas 70 personas, en su mayoría gente de la tercera edad que conoció en persona al prolífico compositor, el homenaje se llevó al cabo la tarde del viernes pasado en medio de un intenso calor, intensificado porque no se pudieron utilizar los ventiladores ya que en ese preciso momento se fue la luz en la biblioteca pública 22.

Esto no amilanó el entusiasmo de Arizmendi Dorantes, quien recordó que el mismo José Agustín Ramírez Altamirano, o Pepe como le llamaban sus amigos, lo proclamó “su sucesor” en la composición musical.

Estuvieron presentes personas allegadas al extinto músico y maestro, como su yerno, Salvador Téllez, sus sobrinos Carlos, Olga y Aída Espinobarros Ramírez y muchos de sus amigos. También el homenajeado estuvo presente por medio de un retrato del compositor colocado al centro del segundo piso de la biblioteca.

El programa comenzó con una breve semblanza de la vida del compositor, quien nació en Acapulco el 11 de julio de 1903 y vivió su infancia en Tecpan de Galeana. Debido a la revolución, le tocó ser funcionario de telégrafos en Atoyac a los 13 años de edad, lo que le permitió recorrer a caballo, largos tramos de la costa a la tierra caliente “extasiándose con la naturaleza del estado, inconcebiblemente bella e insondable”.

“A los 16 años”, narró Miguel Arizmendi, “obtuvo una beca y partió a la capital para estudiar en la Escuela Normal de la ciudad de México, donde José Vasconcelos era rector, quien le inculcó a José Agustín la pasión por el magisterio”.

De la escuela se graduó a los 21 años, en 1924, y la flamante Secretaría de Educación, lo mandó a Tamaulipas, donde era gobernador Emilio Portes Gil.

Allá conoció y se enamoró –como el romántico que era–, de una bella joven, María Eva Castillo y donde, además, fundó el grupo Los Trovadores Tamaulipecos, con Alberto Caballero, Antonio García Planes, Lorenzo Barcelata y Ernesto Cortázar.

Arizmendi mencionó que muchas de las canciones que compuso en este grupo, fueron registradas a nombre de Lorenzo Barcelata, entre ellas Arroyito, El corrido del agrarista y nada menos que la célebre María Elena.

“Así era Agustín, no le importaba que plagiaran sus canciones, el decía, ‘luego hago otra, hombre ¿cuál es el problema?’”.

Mencionó que con este grupo tuvieron mucho éxito, por lo que comenzaron giras –con el apoyo del gobernador– por todo México y después salieron a Cuba, Centroamérica, Sudamérica y Estados Unidos.

Mientras la audiencia se abanicaba con lo que podía para combatir el calor imperante en el lugar, Miguel Arizmendi, siguió narrando la vida del compositor con excelente dicción y una memoria privilegiada: “Cuando Portes Gil se convirtió en presidente de la República, José Agustín Ramírez fue nombrado director de Acción Social y Cultural del Departamento Central, pero cuando terminó el sexenio, aceptó la invitación del gobernador Adrián Calderón para dirigir la Escuela Normal y Preparatoria del estado de Guerrero”.

Fue cuando comenzó su etapa de madurez artística y compuso Azoyú, Linaloe, Ometepec, Camino de Chilpancingo y Tlapehuala, llevando a la chilena a su máxima expresión, asociándola directamente a los poblados del estado de Guerrero.

“En esa época también compuso El toro rabón y La Sanmarqueña

 Las blancas las hizo Dios

y a las morenas el cielo

que vayan con Dios las blancas

que yo a las morenas quiero  

Esa canción se popularizó a tal punto que para fines prácticos, después se hizo del “dominio público”, pues la gente comenzó a inventarle versos, (muchos subidos de tono) según los acontecimientos del momento”.

“Pero además, a su tierra natal le compuso Acapulqueña, El diamante azul, Ven a la Quebrada, Luna en la Quebrada, Playita de Hornos y Caleta” y a su estado, le dejó lo que después se convirtió en el himno de Guerrero: Por los caminos del sur”.

Así, entre anécdotas y recuerdos, Miguel Arizmendi recordó las canciones que a su criterio, conformaban parte de lo más romántico del compositor.  

Comenzó con Canción de amores luego siguió con Diamante azul canción que compuso José Agustín por el amor que sentía por Acapulco:

 Cada noche acapulqueña

Es una concha de amor

Donde cada beso tuyo

se hace en mis labios canción

 El conductor del programa recordó entonces que después de regresar a Guerrero, “formó el quinteto Cancioneros Guerrerenses, que también tuvo mucho éxito y le dio la oportunidad, a sus 30 años de edad, de recorrer por segunda vez, con los ojos de la madurez, el estado”.

Continuando con el programa, el trovador cantó con mucha inspiración la romántica: Ojos divinos, canción que hizo que por un momento, la audiencia se olvidara del calor encerrado del recinto.

 En los quietos abismos

de tus ojos divinos

me he mirado mil veces con infinito amor

he sentido la gloria de mirarme en tus luces

y al latido de gozo mi pobre corazón.

 Arizmendi también recordó que después de un desengaño amoroso con su primer esposa, se casó con la señora Gloria Careaga, a quien le compuso varias canciones, entre ellas, Mujercita y Al regresar a tus brazos.

 Al regresar a tus brazos

después de una larga ausencia

mil campanitas de plata

suenan dentro de mi pecho.

Tus caricias son más dulces

tus besos son más ardientes

y es tu regazo un remanso

en mi camino doliente.

 “También sufrió mucho José Agustín; su vida terminó muy pronto, cuando tenía apenas 54 años, después de sobreponerse a una operación de pulmón y a una vida de bohemia que también minó considerablemente su salud”, expresó Arizmendi, al tiempo que continuaba el concierto con, Dijiste, Hondo abismo, Gota de Agua y Amor y dolor.

El concierto concluyó con una de sus más populares melodías románticas La vida se nos va, que Agustín Ramírez compuso en el ocaso de su vida.

Su muerte, que ocurrió en la ciudad de México, conmocionó al estado de Guerrero. Al trasladar el féretro hasta Acapulco –donde fue sepultado en medio de sus canciones y de los corridos que le compusieron– se fue deteniendo en las ciudades que quedaban de paso, Taxco, Iguala y Chilpancingo, donde por igual, le rindieron los mismos honores que él, en vida, le hizo a su estado.

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