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Eduardo Pérez Haro

Elecciones y lecciones en el mundo y en México

Para Roberto Wilde

El triunfo del socialista Françoise Hollande en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Francia expresa el rechazo de la población a los programas de austeridad gubernamental promovidos por la mancuerna del ex presidente francés con la líder del gobierno alemán Ángela Merkel para enfrentar la crisis fiscal y financiera de la Unión Europea.
Los griegos, hartos de los sacrificios provocados por la política económica dictada desde Bruselas o Berlín, acudieron a las urnas para votar en contra del bipartidismo establecido desde la restauración de la democracia en 1974 posibilitando el ingreso al parlamento de la izquierda extrema y la derecha neonazi, complicando el escenario político para la integración del nuevo gobierno.
En el Reino Unido los electores igualmente propinan un voto de castigo a la coalición de los conservadores y liberales demócratas que encabeza el primer ministro David Cameron. En Estados Unidos Barak Obama da inicio a la carrera por su relección en medio de débiles signos de recuperación económica y del empleo, y aun sin cumplir su promesa de un acuerdo migratorio, se da a la tarea de perseguir el voto de los latinos para las elecciones de noviembre próximo.
Surge la pregunta de si se procesan cambios sustantivos frente a la crisis económica que hagan a un lado los programas de ajuste y en su lugar haya esquemas de inversión para el crecimiento. ¿Acaso las recientes elecciones en Europa implican una opción segura para superar la crisis y evitar así la recesión mundial? La respuesta es que los cambios referidos son importantes y no deben desestimarse, pero aun están lejos de responder positivamente estas interrogantes.
Los acontecimientos siguen su curso. Los cambios políticos que observamos en los recientes comicios europeos de Inglaterra, Francia y Grecia responden a un cuestionamiento claro de las sociedades de base que han acudido a las urnas para votar en contra de los gobernantes que han sido participes de los programas de ajuste que les significan reducción del gasto del Estado y con ello estancamiento económico, desempleo y mayores impuestos.
Sin duda, esta determinación de los electores obliga a los nuevos gobernantes, cualquiera que sea su signo político partidista, a responder en algún grado al sentido del reclamo y del voto, pero son regímenes que hacen parte de acuerdos superiores, marcos reglamentarios y dinámicas internacionales (precios) de los que no se pueden salir sencillamente. Los electores tienden a premiar o castigar resultados inmediatos de los gobernantes, pero no por ello son portavoces de posturas ideológicas con mayores pretensiones ni sus elegidos serán por definición gobernantes con alcances de transformaciones ideales.
Expresado en estos términos el asunto presenta por lo menos dos limitaciones. Por una parte, que no son cambios de regímenes políticos, sino de partidos y líderes en el poder instituido lo cual revela que las sociedades no han participado de un cambio de raíz sino de un cambio en las líneas de mando; y, en segundo lugar, que los nuevos dirigentes operan en un marco de condiciones donde las demandas sociales habrán de ser representadas frente a sectores (gremiales, políticos y empresariales) que también tienen demandas y aunque sean exageradas y contrarias a los votantes ganadores, son existentes, y el proyecto de superación de la crisis los incluye.
En otras palabras, la política, en el más amplio y limpio sentido que pueda tener la palabra, tendrá que hacerse presente para evitar que las pérdidas no descarguen el mayor peso de la crisis en la sociedad de base como hasta hoy se ha trazado, pero es un asunto que todavía está por probar sus alcances pues se tiene como interlocutores a agentes con posiciones de poder de facto como el ser dueños de capitales, empresas, sindicatos, medios de comunicación, partidos políticos, y gobiernos, etc. que se mueven diariamente y no sólo el día de las elecciones.
Efectivamente el electorado vota pero después de ello tiende a diluirse en la vida diaria pendiendo, en el mejor de los casos, de algunos activistas, mientras el capital y sus expresiones de poder se impelen diariamente en líneas de poder político. Militan. Tiende a confundirse el triunfo electoral con el dominio y la hegemonía. El predominio que proviene del evento electoral, no releva a los actores ni suple la movilidad social con la cual se integra la ecuación motriz de los cambios. La sociedad de base en sus distintos segmentos tendrá que, gradualmente, entrar en movimiento y alcanzar expresiones de organización y representación para darle una mayor capacidad de gestión a sus legítimas demandas.
El tema no termina ahí, pues un ejemplo lo puede ilustrar la Primavera Árabe que ha tenido la capacidad de empujar la caída de sus gobernantes-dictadores con la efervescencia de amplios movimientos sociales, pero que no han mostrado aún la madurez de sus capacidades para hacerlo con clara independencia de intereses externos y tampoco hacen evidencia de una ingeniería económica alterna sin la cual no hay ecuación de cambio que alcance hasta los componentes de orden jurídico e institucional para la superación efectiva de la crisis y el desarrollo característico del presente siglo.
¿Cuál es la alternativa a la obsolescencia del Estado de bienestar que sucumbió ante la revolución tecnológica y la emergencia global? ¿Cuál es la alternativa ante los excesos excluyentes y el sobredimensionamiento incontrolado del sistema financiero por el neoliberalismo que ha producido la crisis desmesurada y proteica que se devuelve contra todos?
Las posibilidades de transformación que hoy se reclaman  configuran un problema teórico, técnico y político pero de sustrato eminentemente social y cultural en tanto que internalización y práctica de las sociedades de base. La gestión productiva sugiere una ruta que no representa el capital financiero y en la cual se precisa de la sociedad organizada y el Estado concordantes en un nuevo marco de entendimiento.
México tendrá elecciones en menos de dos meses. ¿Alguien cree que en el país ya tenemos la fórmula y la estrategia, y sólo nos falta ir a votar?

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