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Pide el padre del migrante muerto que busquen al pollero Juan Mejía

 * Confirma el padre de José Luis Ramírez que el coyote vino el martes pasado a cobrarle los mil 500 dólares por la pasada a la mujer de uno de los sobrevivientes de Victoria, Texas

 Gregorio Urieta, corresponsal, El Nanche Colorado, municipio de Ajuchitlán * Consternación y dolor se pudo observar durante el sepelio de José Luis Ramírez Bravo, uno de los 19 migrantes muertos a bordo del contenedor de un tráiler que los transportaba hacia Estados Unidos, y que fuera abandonado en el condado de Victoria, Texas.

El sepelio se llevó a cabo el viernes después de las 5 de la tarde, once horas después de que la delegación de la Secretaría de Relaciones Exteriores entregara el cadáver a sus padres, Fructuoso Ramírez y Bonfilia Bravo.

Asimismo, amigos e integrantes del equipo de futbol Club Deportivo El Aguaje lo acompañaron con dolor y la tristeza reflejados en el rostro.

Otra de las asistentes fue la novia de José Luis, Gaby, de 17 años.

El 23 de mayo, fecha en que llegó el cuerpo de José Luis, llovió por la noche. La primera lluvia fuerte en la región de Tierra Caliente durante este año.

En El Nanche la gente hablaba en voz baja, así como los presentes que tomaban cerveza u otra bebida en el velorio.

El Nanche Colorado, pueblo productor de ese fruto silvestre agridulzón junto con Santa Ana del Aguila y El Aguaje, tiene fama de ser pueblo de “hombres sin corazón, que matan nomás por verlos”, dice un acompañante del corresponsal.

Asimismo, se supo por comentarios, corroborados por el padre de José Luis, Fructuoso Ramírez, que el coyote –o pollero–Juan Mejía Soñanez, quien se comprometió a pasar a los pollos y llevarlos a los centros de trabajo donde los migrantes serían contratados, estuvo en este pueblo el pasado martes.

El cortejo fúnebre salió hacia el panteón después de que los amigos de José Luis lo cargaron y despidieron en una casa que el joven estaba construyendo junto con su hermano Mario, luego de que aquel fuera por primera vez a Estados Unidos.

También se visitó la iglesia del lugar, donde hizo reverencia, y luego cargaron el féretro blanco, donado por la SRE para cada uno de los 19 muertos en Victoria, Texas, el pasado 14 de mayo.

El trayecto es largo, más de un kilómetro, y los amigos de José Luis se turnan para cargar la caja por un camino lateral al canal de riego. Adelante del cortejo, un par de jóvenes llevan una corona en la que se lee “Club deportivo El Aguaje”, equipo en el que jugaba futbol el finado.

Otros tres cargan una cruz de mármol con el nombre y la fecha del fallecimiento de José Luis.

El panteón es nuevo y pequeño, situado casi en las faldas del cerro de El Nanche, que sirve de cortina rompevientos al lugar.

Allí, a José Luis Ramírez le tocó ocupar el número nueve en la cantidad de difuntos sepultados.

Llanto y dolor, palabras de cariño para el ausente y de aliento para la madre y sus hermanas Griselda, María, Francelia y Sarahí. “¡Ay, manito, manito, tan bueno que eras, ¿por qué Dios mío, por qué?”. “¡Ayyy, José,  hijito, por qué, por qué! “Bonfi, contrólate. Dios te quitó uno, pero tienes otros siete, contrólate linda”, le dice una de las amigas a la madre de José Luis. Su hermano Mario, quien estuvo pendiente de todos los trámites para el traslado del cuerpo, abraza a su progenitora.

El padre no aguanta y mejor se retira del sepulcro. Los amigos de José Luis ayudan a bajar el ataúd. No soportan más y también se van. No quieren declarar nada.

–Tienen mucha tierra, agua, son jóvenes, ¿por qué se van? –se les pregunta.

–No puedo responder, disculpa –dice uno.

Al final, Fructuoso Ramírez informa que la  Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) les entregó el cuerpo a las 6:30 de la mañana, con un “apoyito” de 5 mil pesos, “siquiera para pagar los refrescos del velorio”, dijo. No hubo promesas de apoyo de ninguna otra índole, ni lo pidieron, sólo recibieron la promesa de que seguirán investigando para saber quiénes son los responsables de la muerte de su hijo.

El padre no ha solicitado por escrito ninguna investigación, “sólo de palabra les pedí que lo busquen. Se llama Juan Mejía Soñanes y estuvo aquí, en El Nanche, el martes pasado. Me lo dijeron. Vino y se fue luego de cobrarle a la mujer de Socorro Ibáñez los mil 500 dólares por la pasada. Dicen que le habló Socorro a su mujer y le dijo que sí le pagara. No tiene vergüenza. Me dijeron también que él asegura no tener la culpa de lo que pasó; posteriormente se fue a Estados Unidos”.

Por su parte, el presidente de Ajuchitlán, Esteban Vergara Chamú, de filiación perredista, no ayudó en nada. Ni siquiera pudo localizar a los familiares de José Luis, sólo después de que el corresponsal le dijo dónde estaban y quiénes eran les prometió apoyo, pero no mandaron ni siquiera a la policía. Esta llegó después de terminado el sepelio, pero a cobrar por una fiesta de quince años que se celebraría.

Mario Ramírez vive en el estado de Virginia y fue él quien se encargó de los trámites para el traslado del cuerpo de su hermano. Está sereno, pero no quiere declarar nada, a pesar de que sus tías, muy molestas, le piden hacerlo.

“Diles quién se los llevó, que se sepa”, le exige una tía. Mario duda, va a decir algo, pero sólo señala: “Ya declaré lo que podía a las autoridades”. No dice más.Como sucede siempre, todos se retiran. Sólo queda la familia a ver terminada la sepultura y colocar las escasas flores.

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