Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Anituy Rebolledo Ayerdi

Cómo han pasado los años (XXVII) A la mitad del siglo XX

Macrina Rabadán

Al triunfar limpia y ampliamente en las elecciones federales de finales de los 50, Macrina Rabadán Santana, de Cuetzala del Progreso, se convierte en la primera legisladora federal de oposición en la historia política de México. Calentana bien plantada, guapa, muy blanca y de porte distinguido, presenta su candidatura apoyada por el Partido Popular (PP, más tarde Socialista) dirigido por Vicente Lombardo Toledano, teórico poblano del socialismo.
Macri, como le llamaban todos, le disputa el distrito con cabecera en Iguala a la lugareña Mara López, postulada por el Revolucionario Institucional. A las ocurrencias de su rival con duro aspecto varonil, la señora Rabadán opone ideas dirigidas a la búsqueda de una ilusoria paridad de géneros. La de Cuetzala cala hondo en el electorado femenino levantándose el día de las elecciones con un triunfo abrumador, inobjetable.
Pero, hete aquí que faltando pocos días para la instalación de la XLIV Legislatura Federal (1958-1961), Lombardo Toledano ordena a los legisladores electos de su partido no protestar sus cargos. Cualquiera que haya sido el argumento, no dejará de ser el siempre rentable caldo gordo de la oposición al partido en el poder.
No pudo ser de otra manera, Macrina Rabadán desobedece al que será hasta ese momento su partido, PP, y será la única persona que exhiba el saltinbanquismo del poblano Lombardo. Habla fuerte:
–¡Lombardo está pero si bien pendejo si cree que voy a desaprovechar la hermosa oportunidad que me depara el destino. La de luchar codo con codo con las mexicanas marginadas para hacer valer sus derechos políticos y sociales.

Travestis

El travestismo escénico es tan viejo como el teatro mismo –el japonés, por ejemplo, no aceptó en sus inicios a la mujer. En México, incluso a la mitad del siglo pasado, no era bien visto el espectáculo de un hombre caracterizando a una hembra, casi siempre cantando y bailando.
En este mismo espacio ya se habló de un caso singular de travestismo, por lo perfecto de la caracterización, el de Mayambé, quien logró mantener por años su número de déshabillé en el cabaret La Huerta. Si bien había auténticos sorprendidos entre los varones que lo besaban e incluso hurgaban intimidades, en el mayor de los casos lo hacían sabedores de lo que se encontrarían.
Un travesti de rostro agraciado y formas femeninas se hizo llamar Shalimar y se presentó cantando y bailando en el cabaret La Noche de la Iguana. Al frente de la empresa estaba el periodista Jesús González Holanda, quien acreditaba el oficio con un viejo desempeño como columnista de sociales –Miscelánea acapulqueña–, en el diario La Verdad. No con su nombre, ciertamente, pero sí con el seudónimo de Ubicua y yo.
Sucedió todo ello mucho antes de que Chucho La Lumbre (la prendía al llegar) fuera esposo de doña Rebeca O de Piña. No otra que doña Rebe, la famosa e influyente propietaria de la Quinta Rebeca (“madrota” para muchas), lugar en el que, paradójicamente, las mujeres más malas del puerto eran las más buenas. Una casa de putas a la que la moral y las buenas costumbres esconderán en subterfugios como casa de citas, lenocinio, burdel, congal (¿por qué ahí se bailaba la conga?), mancebía, prostíbulo, casa non sancta, lupanar, casa de muñecas, putero y el de los recuerdos del caballero lector.

“Pulpos” o “gorrones”

(Con todo, no faltarán envidiosos que le nieguen al señor González Holanda su calidad de columnista. Dirán de él que, efectivamente, cubría las fiestas de la jaisosaiti pero nunca en calidad de invitado sino como vil “pulpo”, o sea, “gorrón”. De la mitad del siglo en adelante, hay que decirlo, los “pulpos” o “gorrones” constituyeron en Acapulco una plaga invasora de toda clase de festejos. Tendrán aquellos el descaro de cobijarse bajo las banderas de una organización denominada “Unión de Pulpos de Acapulco (UPA)”, con más prosélitos que por lo menos dos de los nuevos partidos políticos.
Llegará el momento en que tanto descaro y cinismo sean enfrentados violentamente por grupos creados ex profeso para combatirlos. Una plaga nacional, ciertamente. Tanto que Chava Flores, el cronista musical de la jodencia, les dedicará una tonada de gran éxito: “ahora sí, llegaron los gorrones, hay que esconder botellas y platones”.

Ni tomar ni cenar

“A propó”, como apocopaba un famoso cronista de sociales de los 50: El papá de la quinceañera se trepa a una silla en medio del salón de fiestas. Desea hacerse escuchar por toda la concurrencia Advierte que su disertación será breve y concisa:
–Las personas con invitación que la traigan en la mano y pasen para este lado derecho del salón. Se produce entonces un alharaquiento tropel. Cumplida la orden, el propio maestro de ceremonias se dirige al grupo que no se ha movido. Ustedes, les pide, pasen por favor al lado izquierdo. Los gorrones obedecen y entonces quien ha empeñado hasta la camisa para hacer la fiesta no soñada por la niña sino por la mamá, alza la voz:
–¡Atención, mucha atención!: ¡Ustedes, los que tienen en sus manos la invitación pueden cenar, tomar lo que gusten y por supuesto bailar con la orquesta. Ahora bien, los de la izquierda solo tienen derecho a bailar hasta que se les hinchen los pieses!
El narrador se abstiene por pudor revelar su ubicación.

Ruva D’Val

El travesti Ruva D’Val hacía berrear de lujuria a fogosos marinos gringos en el Tropicana de Tijuana, BC. “Se colocaba en el brasier dos naranjas y empezaba bailando cachondamente. Se quitaba un guante y luego el otro: era todo un arte. Los marineros le pedían besos, algunos en la boca, y Ruva los complacía. Sucederá que cuando broten las naranjas aquello se convertirá en un pandemonio. Los muchos besucones abandonaban avergonzados el lugar seguidos por los reflectores del espectáculo.
Ruva D’Val duró apenas una semana en un cabaret de la Zonaja de Acapulco y su fracaso fue descrito lapidariamente por el empresario: “era un puto gordo y feo”.

Hablando de…

Hablando de burdeles pero de la ciudad de México. Los primeros a los que se atreverán los jóvenes acapulqueños inscritos en la UNAM y el Poli se localizaban en la avenida San Juan de Letrán. Deslumbrados, azorados y juaneados, sobre todo juaneados, aquellos pueblerinos buscaban una “putita barata” que les aligerara de una pesada carga hormonal. Iban y venían sin atreverse por calles y callejones: Vizcaínas, Órgano, Pajaritos y Rayón, recibiendo a cada paso. ofertas de paraísos terrenales. “Pásale, paisanito, “todorcio” por cinco pesos. Y aún placeres mucho más caros.
¿Y luego, como le hago para pagar la pensión?

Fidel ¿qué tiene Fidel?

Tal era la pregunta recurrente entre los obreros mexicanos al conocerse que su líder máximo, Fidel Velázquez, estaba dispuesto a romper con el sistema político que lo había engendrado. Argumentando la devaluación del peso ($12.50 por dólar estadunidense, o sea, 24.5 por ciento), el otrora lechero exigía para los trabajadores de la CTM un aumento salarial del 24 por ciento. “¡Aumento o huelga general!”, amenaza el monolito con gafas oscuras. Aun cuando los emplazamientos suman más de cinco mil en todo el país, el presidente Adolfo Ruiz Cortines no mueve su oferta de 10 por ciento de aumento.
–¡Ese cabrón ordeñador de vacas (lo había sido, en efecto, y no se refería a los trabajadores), no sabe con quién se está metiendo! ¡Déjemelo a mi, señor licenciado!, pide el mandatario a su secretario del Trabajo, Adolfo López Mateos.
Como si hubiera sido aconsejado la noche anterior por la Divina Providencia, Fidel Velázquez se presenta al día siguiente todo acongojado ante Ruiz Cortines. Le pide perdón por el exabrupto de “huelga general” y acepta su generoso 10 por ciento de aumento. A partir de entonces, el veracruzano será el Benefactor del Proletariado Mexicano.
–Ora que el secreto de todo esto es precisamente conocer los secretos de esta cáfila de rateros hijos de la chingada–, aconseja Adolfo el viejo a Adolfo el joven.
¡Perdón, investidura! –repetía ARC cada vez que lanzaba en público un “disparate”, una mala palabra. No será ésta la excepción.

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