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Moisés Alcaraz Jiménez

El Congreso y las comparecencias

 omo parte del Informe de gobierno que año con año el Ejecutivo estatal presenta al Congreso local y con la finalidad de detallar aspectos relacionados con las áreas administrativas bajo su responsabilidad, los secretarios de despacho acuden al órgano legislativo a responder los cuestionamientos que los legisladores les presentan dentro de su importante función supervisora y fiscalizadora de las actividades del Ejecutivo.

Estas comparecencias son parte de los regímenes republicanos de gobierno, donde los poderes públicos deben guardar un escrupuloso equilibrio y actuar entre ellos como auténticos contrapesos a fin de evitar poderes omnímodos o supremacías fuera de la ley, lo cual siempre ha conducido a graves alteraciones del Estado de derecho, afecta sensiblemente la democracia y propicia gobiernos autoritarios al generar poderes unipersonales que concentran de facto en un solo individuo las funciones públicas ejecutivas, legislativas y judiciales.

México fue durante los últimos 70 años, antes de las elecciones del 2000, un vivo ejemplo de este tipo de gobiernos donde el Poder Ejecutivo mantuvo durante todo ese tiempo completamente avasallados a los otros dos poderes, degradando con ello lo que debió haber sido un auténtico régimen presidencial, muy útil para el país en momentos de amenazas de desestabilización y guerras intestinas, mismo que al paso del tiempo se degradó y derivó en el pernicioso presidencialismo que en nuestro país significó el poder absoluto de un solo hombre con facultades metaconstitucionales en todos los aspectos de la vida pública.

Como reflejo de lo que ahora sucede a nivel nacional, los estados de la república tienen hoy congresos plurales que empiezan a asumir a plenitud las facultades que sus constituciones políticas les asignan y que comienzan a actuar con verdadera autonomía e independencia del Ejecutivo, al cual antes estaban completamente sometidos. Esto no se ha logrado del todo en todos los estados, pero la mayoría de los congresos estatales están en esa ruta.

Las comparecencias que concluyeron este martes en el Congreso local deberían ubicarse en ese nuevo contexto de separación y a la vez colaboración de poderes, en este caso entre el Ejecutivo y el Legislativo, dentro de un marco de respeto a las competencias de cada uno de ellos y teniendo el propósito fundamental de informar al órgano legislativo con veracidad y transparencia sobres las acciones realizadas, los recursos que en ellas se utilizaron y la problemática enfrentada.

Los secretarios de despacho deberían presentarse ante los diputados con la firme idea de que se acude al Congreso para contribuir a una clara rendición de cuentas y a despejar toda duda o sospecha de uso inmoral del erario. Si los comparecientes tienen la certeza de que son parte de un gobierno honesto y eficaz, que ha respondido a las expectativas más importantes de la población, entonces no debe haber nada que ocultar y sus exposiciones ante el Congreso deberían ser uno de los conductos ideales del Poder Legislativo para el control de la administración pública y verdaderos espacios deliberativos de los asuntos trascendentales que afectan a la sociedad.

Sin embargo, las comparecencias empiezan ha adquirir un tono de inutilidad e irrelevancia, carentes de interés público y con el riesgo de convertirse en lamentable espectáculo de funcionarios que asisten al recinto parlamentario con soberbia y en busca de lucimiento, donde muchos de los comparecientes, como acertadamente lo dijo Heriberto Noriega, informan sin informar y responden sin responder, a lo que habría que agregar que muchos diputados también preguntan sin preguntar.

Esto último debido a que los legisladores carecen de información sobre los temas a tratar y acuden a estas sesiones sin el conocimiento puntual que deberían tener al menos de los asuntos que competen a las comisiones de las que forman parte. Esto es debido a que muchas veces a los diputados se les oculta o niegan la información, y otras más la falla es atribuible a la irresponsabilidad de algunos legisladores que jamás se preocupan ni ocupan por estar al tanto de la administración pública estatal y cumplir con eficiencia sus funciones revisoras de las acciones del Ejecutivo.

Muchos legisladores formulan vergonzosas preguntas intrascendentes y superficiales (para el lucimiento de los funcionarios) sin llegar al fondo o a la esencia de los problemas estructurarles que padecen cada uno de los ramos de la administración pública. De esa forma se pierde la oportunidad de tener un sano intercambio de ideas y opiniones y se exhibe la pobreza de un debate que debería ser plural y de altura política.

Lo grave del asunto es que en la misma proporción en que los funcionarios se lucen, en esa misma medida se exhibe la incompetencia o desinterés de muchos diputados y se deteriora la imagen del Congreso en general, que de esa forma se reduce al simple y denigrante papel de comparsa que renuncia a sus funciones esenciales y pierde respeto y credibilidad ante la ciudadanía.

Por diversos motivos, no todos los secretarios de despacho han cumplido con la encomienda, por ello es injustificable que legisladores, principalmente priistas, adopten una posición de defensa a ultranza de pésimos servidores públicos, muchos de los cuales han sido severamente cuestionados por la población por su pobre desempeño. Ningún legislador, así sea del mismo partido del funcionario compareciente, está obligado a solapar ineptitudes o justificar corruptelas. El riesgo es el desprestigio no sólo de ellos y de su partido, sino también del poder público en su conjunto del cual son integrantes.

Algunos diputados de oposición defienden férreamente las atribuciones y la autonomía del Poder Legislativo, buscan rescatar la dignidad del Congreso. Sin embargo, son los menos y la mayoría es presa de su propia apatía, mediocridad, falta de capacidad para ejercer tan importante cargo o servilismo hacia otro poder, del cual piensan que fueron electos para defenderlo.

Las comparecencias no deben continuar bajo el actual formato. Algo tendrá que hacerse para evitar que en estas sesiones el Congreso sea sólo una pasarela, su imagen continúe deteriorándose y su dignidad quede por los suelos

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