Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Jorge Zepeda Patterson

Retiro lo dicho, o casi

Algo está mal cuando los Romero Deschamps y los Ricardo Aldana mueven el brazo y sacuden sus relojes millonarios para votar en el mismo sentido que los legisladores del PRD en las cámaras. Algo está mal con los perredistas, desde luego. Ambos, líderes charros y parlamentarios de izquierda, se opusieron al rescate financiero de las pensiones y jubilaciones de Pemex que fueron aprobadas por el resto de los partidos en los últimos días.
En este espacio he criticado una y otra vez lo que he considerado excesos, malas prácticas y arranques autoritarios de la administración de Peña Nieto. En esta ocasión, sin embargo, debo admitir que es correcta y valiente la decisión de convertir en deuda pública la bomba de tiempo que representaba el pasivo laboral de un gremio podrido por la corrupción. (Ya sé, algunos de ustedes estarán diciéndose que un columnista más se ha vendido o doblado las manos ante el poder; no se preocupen, tengo la seguridad que en las próximas semanas Peña Nieto y sus círculos me darán material para demostrarles lo contrario).
La parte fundamental de la medida tomada en el Congreso está inscrita en la letra chica: tal rescate económico no se efectuará mientras no se modifique el contrato colectivo de trabajo con el sindicato. Entre otras cosas para obligar a recorrer la edad de jubilación de 55 años a 65 y para asegurar que las pensiones sean similares a las del resto de los mexicanos. Establece la obligación de que la Auditoría Superior de la Federación vigile los ingresos del sindicato para evitar desviaciones e irregularidades y para castigar a los responsables de cometerlos. En otras palabras, sienta las bases para desmontar el enorme poder discrecional del poderoso sindicato de Pemex. Se dice rápido, pero no es poca cosa.
En este diario publiqué hace meses una crítica acerva al proyecto de reforma energética porque consideraba que abrir la explotación del petróleo sin sanear a Pemex para hacerla competitiva, equivalía a entregar la energía a manos extranjeras. Lo que acaba de suceder con el rescate financiero es un primer paso para darle a México una oportunidad. No retiro lo dicho, pero casi. La estrategia política de Peña Nieto a largo plazo comienza a ser interesante, y ojalá no sea este un garbanzo de a libra, una excepción virtuosa. En todo caso, habría que vigilarla de cerca. ¿Por qué?
Porque el sindicato petrolero ha sido uno de los bastiones claves del PRI. No sólo en lo económico (y allí está el ominoso “préstamo” de mil millones entregado a la campaña de Labastida en el 2000). Políticamente el contubernio entre sindicato y PRI permitió inocular a los trabajadores petroleros contra cualquier germen de disidencia lopezobradorista o cardenista. Recordemos que desde la toma de pozos en los años noventa en Tabasco hasta las recientes marchas para protestar por la reforma energética, López Obrador ha intentado convertir en aliados a los trabajadores de la paraestatal, sin éxito. El gobierno los ha galvanizado a punta de prebendas y privilegios hasta convertirlos en una aristocracia obrera. En el camino hicieron de Pemex una de las empresas de energía más ineficientes del planeta.
Romper los privilegios del sindicato petrolero va contra los intereses del PRI al corto plazo, pero favorece los del Estado mexicano al largo plazo y, por ende, los de la sociedad en su conjunto. Obviamente podría ser muy beneficiosa para el grupo político asentado en Los Pinos si logra que, en efecto, la industria energética se dinamice y, más importante aún, que esa dinamización provoque efectos multiplicadores en el resto de la sociedad mexicana. Y para que eso sucede se necesita que Pemex y CFE sean mucho más competitivos, de otra manera gran parte de los beneficios de la apertura no se quedarán en el país.
En otras palabras, si el PRI, y más concretamente el grupo Atlacomulco, quiere sostenerse en el poder durante varios sexenios tiene que generar un impulso de crecimiento sostenido y para ello requiere desprenderse de prácticas viciadas y anacrónicas. Poner fin al control económico y político que el sindicato ejercía sobre Pemex equivale para el PRI a amputarse un miembro gangrenado. Era necesario, pero no dejaba de ser traumático y doloroso. Y para Peña Nieto tampoco era decisión sencilla frente a la opinión pública: corría el riesgo de aumentar su impopularidad por buscar convertir en deuda de todos los mexicanos los pasivos laborales de Pemex.
Ahora bien, todavía es pronto para saber si las medidas tomadas esta semana sanarán efectivamente a la paraestatal. Son pasos en la dirección correcta. Habrá que ver si el gobierno no cede en el camino bajo la presión de los viejos priistas.

@jorgezepedap
www.jorgezepeda.net

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