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Disfrutan turistas de la playa Papagayo “porque tiene de todo, hasta médicos”

Karla Galarce Sosa

No importa si se lleva traje de baño, short y playera, pantalón o vestido, si se es delgado, chaparro o alto, de cabello corto, largo, rubio o chino, todos pueden entrar y disfrutar del agua al ritmo de música disco, salsa, cumbias o de reggaetón en las mañana o, con luces por la noche.
Los chorros de agua de las fuentes danzarinas bañan a los usuarios, quienes al mediodía pasan de la playa al concreto o viceversa, pues la playa Papagayo es el punto de reunión de cientos de familias, tanto de acapulqueños como de visitantes que escogieron el Asta Bandera como punto de partida y “donde se tienen todo, hasta médicos”, dijeron los integrantes de una numerosa familia de visitantes originarios del estado de México y que llegaron el domingo en la noche a bordo de un autobús.
La excursión dejó estacionado su autobús en una calle adyacente a la avenida Cuauhtémoc, muy cerca de la terminal de autobuses; juntos, los cerca de 50 vacacionistas bajaron únicamente con los enseres necesarios para una alberca, la playa o para el jugueteo con la arena del mar.
Con bronceadores en mano y toallas al hombro, poca ropa y playeras muy amplias sobre sus cuerpos corpulentos, atravesaron la avenida en sandalias –sin haberse quitado las calcetas– y caminaron el parque Papagayo hasta llegar a la zona de las fuentes danzarinas. Una parte del grupo se quedó allí antes de llegar al destino final: la playa. Otra parte del grupo siguió su camino para apartar una sombrilla o rentar un toldo.
El grupo de las fuentes disfrutó durante más de una hora la música y el ritmo que marcaba los disparos del agua. Antes de entrar al “refuego” de los chorros de agua todos debieron entrar a las regaderas para quitarse el bronceador que se habían untado desde que bajaron del autobús. Una vez enjuagados los cuerpos, fueron alineados por la gente de seguridad del parque hasta que quedaron enfilados a un costado de cada expulsor del agua. Después de varios minutos de espera, la diversión comenzó.
Los gritos ante la sorpresiva salida del chorro de agua y la combinación con la música, la tarde calurosa y el ambiente húmedo, provocó que decenas de personas detuvieran su paso para observar al numeroso grupo de visitantes que disfrutaban de la combinación: agua-música-calor.
Media hora después, los turista tuvieron que dejar las fuentes, pues otro grupo de personas esperaban ocupar esos lugares.
Los visitantes llegaron por fin –más húmedos que secos a la playa, buscaron al resto del grupo y se unieron a ellos bajo la sombra de un almendro ubicado en la llamada playa de los viejitos, denominada de esa manera por la tranquilidad de sus aguas y suave oleaje.
Una vez en la playa eligieron su área de playa para cavar, colocar sus toallas o, simplemente sentarse para sentir en sus rostros la brisa del mar en Acapulco, a donde sólo regresan cada cuatro años, pero que ahora, encontraron las fuentes como un preámbulo a la diversión que les ofrece el mar.

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