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Jaime Castrejón Diez

 Las distintas caras del conflicto

 Todos los comentarios y maniobras diplomáticas o explicaciones que se han dado en el conflicto de Irak requieren de una valoración frente a la visión de los teóricos que han estado anunciando los distintos aspectos de la postmodernidad. De hecho se ha dicho que la guerra de Irak es la primera guerra de la postmodernidad. No solamente se refiere a la postmodernidad por el uso de armas sofisticadas en la parte bélica de este episodio, sino también a la concepción misma del ejercicio del poder y de la legitimidad de la fuerza.

En varias ocasiones he tratado las dos visiones centrales que desde hace aproximadamente 15 años vienen tratando de explicar el camino que está tomando la humanidad, por un lado el fin de la historia de Fukuyama y por otro lado el choque de civilizaciones de Samuel Huntington.

Ambos  trabajos fueron muy influyentes en el final del siglo XX, pues por un lado Fukuyama, al concebir el fin de la historia  como la implantación de la democracia representativa y el liberalismo económico, daba la impresión de que éste era un movimiento natural que pondría fin a los conflictos y habría una homogenización de la sociedad mundial. Por otro lado, Huntington en su choque de civilizaciones no hablaba de homogenización de la sociedad mundial sino por el contrario de que la parte cultural  tendría un fuerte efecto divisorio en la época postmoderna. En este ensayo y el libro posterior se enfatizaba el papel de la religión en las concepciones geopolíticas.

De hecho empezamos a ver que la visión de Huntington era la más cercana a la realidad y que el fin de la historia era después de todo un apoyo, por un lado optimista y por otro lado ideológico, a una forma de pensar.

Recientemente en el último año André Gluksman, el filósofo francés que fue muy popular en la época en que se hablaba de los nuevos filósofos franceses, un hombre reflexivo que compartía mucho de la forma de pensar del inicio de la postmodernidad, hablaba de que no sería ni el choque de las civilizaciones ni el fin de la historia lo que vendría a explicar el desarrollo de los eventos en los siguientes años, sino la llegada de un periodo de anarquía en el que volvería a haber una interpretación Hobbesiana de la historia de la humanidad. En este nuevo orden volvería a haber un gigante, “el leviathan”, que vendría a imponerse creando nuevas reglas, haciendo caso omiso de la parte evolutiva de la historia. Este leviatán, naturalmente impondría las nuevas condiciones de vida y de desarrollo a una humanidad que, a diferencia del estado natural del que hablaba Hobbes, vendría a imponer orden y un nuevo impulso a la sociedad con el uso de la fuerza. En nuestro contexto podemos interpretarlo muy fácilmente, ya que al terminar el mundo bipolar y quedar una sola potencia mundial, ésta eventualmente se convertiría  en el leviatán de la postmodernidad.

Pero si vemos a fondo los sucesos recientes, vemos que las tres posiciones teóricas pueden ser aplicadas en forma conjunta en un periodo social que ha resultado conflictivo. El hecho de que haya un choque de civilizaciones es real, que estas civilizaciones tengan una base cultural y religiosa, también es un hecho, lo que vino a ser más claro con el ataque terrorista del 11 de septiembre y la guerra que siguió en Irak, aparentemente como consecuencia de la guerra al terrorismo.

Por otro lado también el fin de la historia tiene una cabida y una explicación lógica a lo que estamos viviendo. Hay que entenderlo como el nuevo leviatán que propone una ideología que es indudablemente la ideología del fin de la historia, implantada no por convencimiento sino por presión y hasta por fuerza estableciendo así el concepto de la democracia representativa y la economía liberal para todo el mundo; es decir, homogenizar a su imagen y semejanza al resto del mundo.

Esto quiere decir que el conflicto de Irak es sólo el principio de una etapa en que la unipolaridad nos lleva a una interpretación Hobbesiana de la humanidad. Sin embargo, hay que recordar que le evolución puede venir por el lado de un repudio a la fuerza en que coincidirían las distintas civilizaciones, los distintos conceptos religiosos y naturalmente también la concepción de la historia

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