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Sensibilidad y oficio son la base de una buena fotografía, afirma Graciela Iturbide

 

*Ingresa a la Academia de las Artes en el Museo de San Carlos, tras 45 años tras la lente

Francisco Morales / Agencia Reforma

Ciudad de México

Para lograr el momento más emotivo de su discurso de ingreso a la Academia de Artes, la fotógrafa Graciela Iturbide no eligió el recuento de alguna de sus glorias, sino un arrepentimiento.
“Para que suceda un milagro, hay que saber sacrificar”, aseguró la homenajeada ayer al mediodía, durante la ceremonia en el Museo de San Carlos, y procedió a contar la historia de su fotografía perdida.
Cierto día en Tlaxcala, mientras preparaba una fotografía abstracta de una bicicleta con pollos colgantes, por el camino terregoso vio llegar una aparición: una procesión nupcial de sólo tres personas, caminando en soledad. “Se me antojaba una visión de Pasolini: el polvo, la novia anémica con su velo tamizado, su melancolía… La pareja rebasando sigilosamente a la bicicleta con pollos”.
Fue tal el pasmo ante la imagen –un “regalo de la realidad perdido para el arte”– que Iturbide no pudo accionar el disparador.
Este sacrificio, sin embargo, está enmarcado en una cadena de 45 años de milagros.
Ante sus nuevos colegas, algunos con la venera de listón verde de la Academia de Artes colgando en el pecho, Iturbide habló de la poesía en sus fotografías, que no es lo mismo que la magia, pues una buena imagen, dijo, se debe a la conjunción entre la sensibilidad y el oficio.
También contó sus sueños, como aquél donde un hombre con aves a su alrededor repetía la frase “en mi tierra sembraré pájaros”, imagen onírica que tiempo después se hizo real en Nayarit y pasó a ser una de sus fotografías más emblemáticas.
Durante todo el discurso, Iturbide recordó a sus grandes influencias, como Henri Cartier-Bresson y Brassaï, pero con especial énfasis a quien fuera su maestro, de quien adoptó el blanco y negro, Manuel Álvarez Bravo.
El discurso recibió respuesta del artista plástico Arnaldo Coen, quien se hizo acompañar de Louise Noelle y Manuel Marín en el presídium, a través de un discurso que ahondó en la poesía y las cualidades naturales de las fotografías de Iturbide.
“Cada una de ellas son crónicas de un instante; consiguen adormecer las imágenes para hacerlas despertar en cada nueva y diferente mirada, sin pasado, ni presente, ni futuro: en un presente perpetuo”, enunció.
A la ceremonia le siguió la inauguración de Naturata, exposición de 20 fotografías de la artista que muestran parajes solitarios, naturalezas que se agrietan como la piel y pájaros en desbandada.
“Lo importante es el cruce entre la intuición y la disciplina. El ojo debe permanece muy atento y captar velozmente lo que uno trae adentro”, dijo en su discurso.

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