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Marcial Rodríguez Saldaña

La guerra y la paz

“He visto lo bastante de una guerra para no desear volver a ver otra”, escribió como una frase célebre Thomas Jefferson, el político y filósofo estadunidense que redactó la mayor parte de la Declaración de Independencia de Estados Unidos y fue su tercer presidente.

George Bush sin el aval del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas, pero con la complicidad de Tony Blair primer ministro de Inglaterra y José María Aznar presidente del gobierno de España, han desatado una guerra contra el pueblo de Irak, contraviniendo el ius gentium, el derecho de gentes, como le han llamado los padres fundadores del derecho internacional. Inter arma silent leges, entre las armas callan las leyes, decía Cicerón.

En contra, la opinión pública internacional, en todos los continentes, los amantes de la paz, de la convivencia pacífica entre los pueblos, ya sea en Europa, Asia, América Latina y en el corazón de Estados Unidos, se levanta el clamor de millones de habitantes del planeta protestando por esta barbarie que presagia un genocidio de civiles, hombres, mujeres, ancianos y niños inocentes; las flores y las palomas de la paz se esparcen y se hacen volar para frenar crímenes de lesa humanidad.

Los misiles, las bombas, las balas incesantes de las armas criminales espectaculares, construidas con la más alta tecnología de guerra que provocan esplendor, contrastan con el eco y la razón de millones de voces que por doquier se expresan en contra la guerra y a favor de la paz.

En el campo de combate, se prueba que no basta el poderío, la supremacía tecnológica en armamento para arrollar y avasallar al adversario; en recientes enfrentamientos, los soldados iraquíes han sorprendido a los soldados aliados invasores, de quienes se burlan, pues se visten de civiles, aparentan rendirse, los reciben con los brazos abiertos, para luego romper fuego, exhiben al mundo sus prisioneros de guerra como muestra de la fragilidad del ejército más poderoso del mundo.

Ojalá que el pueblo de Estados Unidos, recoja la frase célebre de Jefferson en contra de la guerra, incremente sus protestas y logre junto con los pacifistas del mundo detener la guerra, que ya empieza a tener graves consecuencias en contra del ejército norteamericano y avizora muertes inocentes.

Nusquam minus quam in bello eventus respondet. Nunca el resultado es tan incierto como en la guerra, escribió Tito Livio. Hemos visto cómo ha comenzado esta guerra contra Irak pero no sabemos cómo habrá de terminar, pero se prefiguran fatales consecuencias una vez que ésta concluya; independientemente de que los aliados se posesionen de Irak, será muy difícil que los Estados Unidos vivan en paz; la humillación, el rencor que siembre esta guerra, mantendrá en tensión y en alerta al mundo ante la proximidad del choque no de las civilizaciones sino de los defensores de su tierra, cultura, patrimonio, religión y dignidad en contra quienes pretendan despojarlos, pues decía Nietzsche que “la guerra vuelve estúpido al vencedor y rencoroso al vencido”.

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