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Prevé Aguirre Franco caída de la afluencia turística por la guerra

Ossiel Pacheco * Ante el ataque de los Estados Unidos a Irak, el arzobispo Felipe Aguirre Franco no descartó una crisis económica en el puerto, pues aseguró que “no se necesita ser un experto en turismo para prever una caída vertiginosa, marcada y clara en la afluencia turística a Acapulco y a otros destinos turísticos del país”.

Entrevistado ayer en la casa diocesana, al término del curso básico para comunicadores encargados de la fuente religiosa, Aguirre Franco expresó su deseo de que el estado y en particular el puerto no sea afectado por la guerra, aunque por tradición histórica las guerras han provocado graves crisis económicas, que se traduce en la caída de las economías en todos los países, no sólo los directamente afectados, indicó.

“Es lógico no se necesita ser un experto en la ciencia del turismo para prever una caída vertiginosa, marcada, y clara del turismo en el puerto si se declara la guerra, pues muchos no podrán viajar por la inseguridad que exista en medios aéreos y marítimos y en general para viajar de un país a otro”, señaló.

Alertó que Acapulco en cuanto se suelte la primera bomba en contra de Irak este destino turístico será afectado porque muchos visitantes que vienen al puerto dejarán de hacerlo a causa de ese alud de violencia. No obstante, asentó que el turismo nacional seguirá adelante, pero aún así habrá desconfianza en toda clase de viajantes.

Llamó a frenar el círculo vicioso de la violencia y la carrera armamentista, y pidió al patriarca San José interceder para detener las manos de quienes aprietan el gatillo, lanzan los misiles y detonan de las bombas, para regresar a una paz con dignidad como todos hijos de Dios.

Asimismo, se sumó a la postura de la Santa Sede, que ha dicho que en cuanto se suelten los misiles se abrirán las puertas del infierno, “del fuego en todas partes, y se destruya sin misericordia a diversas partes de las poblaciones en el mundo y con ello muchos inocentes”.

Condenó el enfrentamiento entre soldados que están listos para recibir órdenes y comenzar las batallas. En nombre de Dios, exigió detener la guerra, y cesen las armas, “y hablen las palabras a través de un diálogo comprensivo, con una diplomacia inteligente, digna, creativa”.

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