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Reciben el año nuevo mexica en Palma Sola y en el Parque Papagayo con rituales y danzas

Xavier Rosado * Ayer a las 11:40 empezó, según el calendario azteca, el año nuevo mexicano y como todos los años fue festejado con ceremonias y bailes en el puerto por parte de etnias indígenas del estado y por grupos culturales dedicados a preservar la cultura prehispánica.

En la zona arqueológica de Palma Sola, se recibió el año nuevo a la usanza de los antiguos mexicas, aztecas y toltecas, quienes hacían una ceremonia en la que agradecían a los elementos por la abundancia recibida de ellos y a la “fuerza suprema” o dios, que llamaban Ometeotl.

Para la ceremonia de bendición y agradecimiento por el año nuevo mexica, la fundadora del centro cultural Calpulli Mogote, Blanca Villalba de Uruñuela, encabezó la travesía que llevó a seis participantes hasta el elemento 10 de la zona arqueológica de Palma Sola, lugar que los ancestros prehispánicos consideraban como sagrado.

En el intrincado trayecto hasta el sitio, la activista en pro de la cultura prehispánica, explicó que la ceremonia se dirige a los cuatro elementos y a Ometeotl, el centro y la dualidad, así como el cielo y “lo que está bajo la tierra”.

Precisó que este año que llega es el cuatro carrizo o nahui acatl y entra en la veintena del mes de atlacahualo (lo que dejó el agua).

Acerca de la ceremonia, indicó que se ofrendan regalos a los “cuatro rumbos” del planeta que comúnmente se conoce como los puntos cardinales.

“Para dar la bienvenida al año hay que saludar a los cuatro rumbos, el primero es tlahuiztlampa o el oriente, es el rumbo de la luz porque es por donde sale el sol, después está mitlampa o norte, el lugar del reposo y el de la transformación, sigue zihuatlampa o el poniente, el rumbo de la energía femenina y por último huiztlampa o el sur, el rumbo de la medicina”, explicó la especialista.

Agregó que después se saluda al centro que representa la dualidad y el origen, conocido en náhuatl como Ometeotl, así como al cielo y lo que está debajo de la tierra o Tonantzin, la máxima deidad femenina.

“Se ofrenda la resina del copal y se solicitan las energías del aire, la tierra y el agua, con regalos como los sonidos del caracol y los instrumentos de viento, poniendo tierra y piedras en el lugar y agua en una vasija que se arroja al momento de hacer las salutaciones”, dijo la directora del Calpulli Mogote.

Al llegar al lugar, se colocaron sobre un petate y un paliacate rojo, las ofrendas que incluyen flores de los cuatro colores de los elementos, rojas para el fuego, amarillas para la tierra, azules para el agua y blancas para el aire.

Algunas de las personas presentes vistieron cintas de distintos colores en la frente, que simbolizan la unión de las energías.

Después, como un acto de purificación y de bendición, se pasó a todos los presentes el humo del copal, deseándoles parabienes para el año nuevo. Los asistentes expresaron su agradecimiento por el nuevo ciclo y manifestaron sus deseos personales y para su comunidad.

El calendario mexica

Acerca del calendario mexica, Villalba de Uruñuela expresó que para ellos, así como para el resto de los mesoamericanos, no bastaba el ciclo anual de 260 días; por ello, utilizaron otro que consistía en un año solar de 365 días (xíhuitl), dividido en 18 meses de 20 días (360 días) y cinco 5 días adicionales (nemontemi).

“La combinación de ambos ciclos, el de 260 días y el de 365 días, formaba unidades de 52 años. A este periodo se le llamó “rueda del calendario” y era el sistema típico del centro de México en el momento de la conquista”, agregó la promotora cultural.

Dijo que para establecer los nombres de cada año, los mexicas usaron los nombres de cuatro días: ácatl (carrizo), técpatl (pedernal), calli (casa), y tochtli (conejo) y que desde ayer, a las 11:40, se entró al ciclo cuatro carrizo.

“Los mexicas llamaron a un “siglo” de 52 años xiuhmolpilli o “atadura de los años” y también lo identificaron como “cuenta corta”. Los ciclos de 52 años se iniciaban entre los aztecas mediante un rito importante, la fiesta del fuego nuevo, que coincidía con la fecha en que la constelación de Pléyades pasaba el cénit a medianoche”, precisó.

Dijo que debido a que el curso anual del sol era la base del calendario y de la astronomía prehispánicos, existen relaciones simbólicas entre los fenómenos solares y las fiestas mexicas que caían en los equinoccios, los solsticios o lo pasos del sol por el cénit.

Además del referente solar, explicó, la estructura de sus fechas festivas se derivaban de los ciclos estacionales y agrícolas. La división dual del año en estación seca y de lluvias era fundamental. Las ceremonias de los dioses de la lluvia y de las deidades del maíz y de la tierra constituían el ciclo calendárico básico.

“Así, había cuatro fechas clave: el inicio del año calendárico mexica (12 de marzo); la siembra (30 de abril); el apogeo de las lluvias y del crecimiento del maíz (13 de agosto) y la cosecha (30 de octubre)”, finalizó. Traen danzas aztecas a Acapulco como tributo a Ometeotl y Tonantzin

Por otra parte un grupo de 12 danzantes pertenecientes al Calpulli Tecuanichan y de la Unión de Grupos Étnicos Radicados en Acapulco mostró su repertorio en el Parque Papagayo como ofrenda de año nuevo a las deidades aztecas Tonantzin y Ometeotl.

Estas danzas aztecas, llamadas también de concheros se bailan cada 12 de marzo para conmemorar el año nuevo de acuerdo al Tonalmaxotl, el patrón solar prehispánico.

Los danzantes amuzgos, mixtecos, tlapanecos y nahuas lucieron vistosos trajes en telas y plásticos brillantes, altos penachos con plumas de quetzal, avestruz, pavorreal, gallo, cuentas de colores y resplandores alusivos con grecas y motivos prehispánicos.

Su música fue ejecutada con huehuetls (tambores de madera y caucho), caracoles y sonajas de bule adornadas con motivos diversos. En los tobillos usaban cuentas del árbol del ayoyote, que suenan como cascabeles y que fungen como instrumento de percusión con el que llevaban el ritmo.

El coordinador del Calpulli Tecuanichan, Gelasio Gatica Sánchez, explicó que todas las danzas son de un carácter ritual religioso que se deriva del culto al maíz, fuente y origen del indígena.

También hacen culto al sol, “la presencia material y espiritual de Dios, de quien ha emanado todo, así como el hombre mismo”.

Explicó que las evoluciones de los danzantes recuerdan los movimientos que se hacen para remover la tierra con los pies, echar la semilla y taparla, también el momento de cosechar el maíz.

La danza, agregó, está organizada en un círculo, en su centro se encuentra el capitán y la capitana o malinche con un sahumerio.

“Todos los danzantes realizan una danza en el centro indicando con eso que es el astro que en ese momento va regir con sus leyes y la danza que interpretará ha sido aceptada por la autoridad de los capitanes.

Según explicó, las danzas de concheros representan la “guerra florida” o sea la lucha espiritual del hombre por superarse en todos los aspectos: guerra entre lo bueno y lo malo, lo activo y lo pasivo, la ignorancia y la sabiduría, la luz y las tinieblas, la vida y la muerte, entre las cuales se debate al hombre.

Para comenzar y terminar la danza se hizo una ceremonia de ofrecimiento del fuego a los cuatro vientos o las cuatro direcciones del mundo.

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