Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Anituy Rebolledo Ayerdi

Cómo han pasado los años (XXIX)

 
El medio siglo XX

José Antonio Méndez

José Antonio Méndez, el más grande compositor cubano de todos los tiempos, llega a México a principios de los 50 para una permanencia de casi diez años. Junto con él, la más grande oleada de artistas de la isla –cantantes, compositores, grupos musicales, rumberas, tumbadores y más–, adueñados inmediatamente del espectáculo nocturno, el teatro y el cine de este país.
Acapulco será para casi todos ellos un poderoso imán que los atraerá ya como dadores de arte que como simples veraneantes. Una migración que dejará aquí a dos bongoceros inigualables: Pascual Capote, Chimmy Monterrey, que le tocaba los cueros a Ninón Sevilla y Enrique Tapann, Tabaquito, que hacía lo propio con Tongolele. ¿Y cuál es la diferencia?, preguntará este último cuando lo acusen de yucateco.
Lo que sigue sucederá en una misma noche acapulqueña de los años cincuenta. La rumbera cubana María Antonieta Pons enardece a verriondos caballeros con los meneos sicalípticos de suculentas y vibrátiles caderas, mientras José Antonio Méndez susurra con su voz ronca palabras de amor en la intimidad perfecta de un bar. Sucederá lo primero en el Cantamar, el centro nocturno al nivel del mar del hotel Las Américas, con la intensidad musical de las orquestas de Gonzalo Curiel y Luis Arcaraz. Lo segundo en otro lugar de allá mismo.
Tan pequeño y acogedor como el Pez que fuma, la taberna de Manolo Pano, en los callejones La Paz e Ignacio Ramírez, a la que Méndez recalaba religiosamente para la imprescindible “paloma”. Caso similar el del también cubano Juan Bruno Tarraza, con un piano a su medida. No será el caso de Bullicio Cadena, del barrio del La Guinea, quien lo hacía por obligación con su voz ronquísima. Éste nunca recibió propinas de las damas y menos lo hará cuando Lana Turner le pida Bésame mucho y complazca a Hedy Lamarr con Perfidia.
Una vez instalado en su trono de siempre, un banco pequeñísimo, el compositor cubano pedía lo de siempre:
–Ron con goma, mi helmano. Y es que hoy, como todas las noches, no sé donde estoy: si en La Habana o en Acapulco. ¿Y saben qué?, ¡no quiero sabelo!
Los asistentes al Pez que fuma guardaban silencio religioso porque sabían que aquella noche escucharían la versión original de La gloria eres tú, cuya primera grabación en México –Toña La Negra, en 1947–, había sido destruida bajo el cargo de contener una cuarteta impía y blasfema. Ésta:

Dios dice que la gloria está en el cielo
que es de los mortales el consuelo al morir
Desdigo a Dios
porque al tenerte yo en vida
no necesito ir al cielo tisú,
si alma mía la gloria eres tú.

Si trabajar en México dependía de cambiar un desdigo por un bendigo, el creador cubano lo hará con los ojos cerrados.”Al público lo que pida, mi helmano”: Y así quedará la línea sacrílega:

Dios dice que la gloria está en el cielo
que es de los mortales el consuelo al morir
Bendigo a Dios
porque al tenerte yo en vida
no necesito ir al cielo tisú,
si alma mía la gloria eres tu.

El bien llamado Rey del filin no se hospedaba aquí en ninguna suite presidencial, como bien lo merecía. Habitaba una bodeguita dotada de un catre de lona, al fondo del bar Bambú, junto al Palacio Federal, propiedad del también cubano Manolo Viñas.

Son suyas

Novia mía, Mi mejor canción, Quiéreme y verás, Me faltabas tú, Eres diferente, Tú mi adoración, Por nuestra cobardía, Soy tan feliz, Repróchame, Ayer la vi llorar, Como los demás, Si me comprendieras. ¡Nomás!

El cine

El cineasta español Luis Buñuel desborda en México en la década del medio siglo su genio poderosísimo. De aquellos años son sus películas Los olvidados, Él, La ilusión viaja en tranvía, Nazarín, Carne y demonio, Ensayo de un crimen y Subida al cielo.
Esta última, filmada en la Costa Grande guerrerense, fue, a decir de él mismo, una aventura azarosa e inolvidable al internarse a parajes donde la naturaleza resultaba tan pródiga como cruel. Una serpenteante calzada bordeada por millares de palmeras lo impresionará viva y gratamente por su verdor lujurioso. Narra Buñuel el viaje accidentado por la naciente terracería de un viejo camión de pasajeros, examinando al paso los dramas particulares de sus ocupantes. La peligrosa ascensión de la cuesta previa a Zihuatanejo, conocida como El Calvario, dará título poético a la cinta: Subida al cielo
Destacan en la cinta las actuaciones estelares de una voluptuosa Lilia Prado, a la que la paisanada le endilgará quién sabe por qué el mote de rompecatres, además de la extrañísima presencia de un taimado galán llamado Esteban Márquez. Este cambiará drásticamente el cine por la aguja y el dedal convertido en Esteban Mayo, el exclusivo modisto de señoras de Polanco y anexas. Dedicado más tarde a la astrología televisiva, Eugenio Derbez hará de él una estupenda caricatura, hoy todavía disfrutable.
Los diálogos de Subida al cielo tienen la factura de un regionalismo auténtico y sabroso a cargo del campechano Juan de la Cabada, periodista, cuentista, novelista, activista político y guionista de cine, entre otras distracciones. Se acredita la coautoría de la señorita Lilia Solano Galeana, quizás paisana pero sin ningún antecedente rescatable.

Cineastas mexicanos

Los cineastas mexicanos le darán a la década del tostón el lustre de dorada por haber logrado atiborrar las salas con sus productos, no siempre bien acabados. El cinéfilo mexicano de este época mantendrá una fidelidad canina a Pedrito Infante (Dos tipos de cuidado, Escuela de vagabundos y ATM), y en general a las películas “sin letras”, comprensiblemente porque el 42 por ciento de los mexicanos ignoraban el alfabeto.
Las cintas mencionadas forman parte de un catálogo denominado Las cien mejores películas del cine mexicano –discernido seguramente por críticos severísimos–, además de las que se citan a continuación:
El esqueleto de la señora Morales, Víctimas del pecado, En la palma de tu mano, El Suavecito, Sensualidad, La noche avanza, La cucaracha, Macario, Espaldas mojadas y Torero.

Acapulco, set

A partir del “Nuevo Descubri-miento de Acapulco” , en 1927, con la apertura de la ruta nacional –el sol, las playas y los paisajes de siempre–, el puerto se convertirá en escenario imprescindible para la industria cinematográfica, nacional e incluso internacional. Este mismo espacio ha dado cuenta de algunas de ellas. Hoy citemos exclusivamente las de los 50: El Bolero de Raquel, con Mario Moreno Cantinflas, quien navegó por cierto la bahía en su lancha bautizada como la 777, en alusión a la cinta El gendarme desconocido, de 1941, donde el cómico portaba tal número. Pedro Infante, el mecánico Cruci, disfruta una luna de miel acapulqueña con la niña rica Mané (Silvia Pinal), casados obligadamente “por aquello del qué dirán” en El Inocente, de 1955.
Por su parte, Germán Valdés Tin Tan filmará aquí en 1951 la película Simbad El Mareado y antes de terminar la década El cofre del pirata. Casi una década atrás, Valdés había estado en el puerto en lo que fue quizás su primera aparición en el cine. Integrado entonces a la carpa del ventrílocuo Paco Miller, esposo de la cantante acapulqueña (¿yucateca?) Imelda Miller. La cinta se llama Hotel de Verano, con Ramón Armengol, filmada en el Hotel Las Hamacas y en ella el pachuco Tin Tan y su carnal Marcelo cantan el trabalenguas del Guatatitaratiratao.
Tin Tan, como Cantinflas, tendrá no una sino hasta cuatro embarcaciones. Tres yates llamados Tintavento (en alusión al yate presidencial Sotavento, amarrado por años en el malecón porteño) y una lancha Lupita. Los tres primeros zozobraron en tiempos y circunstancias distintas. El último Tintavento sucumbió devorado por el fuego y el mar. Cuenta el director Gilberto Martínez Solares: “El incendio nos despertó junto con nuestras respectivas esposas (???). Tin Tan corre hacia la cubierta donde toma un cubo para arrojarlo al fuego incipiente, con tan mala suerte que no contenía agua sino gasolina”. El fallido bombero resulta con quemaduras en un brazo. Cuando aquello es una hornaza, las dos parejas trepan al bote salvavidas y aunque reman desesperadamente no se alejan del fuego. Y cómo si la canoa seguía amarrada al barco. “Al agua patos”, será una decisión sensata.
Hablando de residencias, la acapulqueña de Tin Tan no figuró entre las palaciegas en torno a la bahía, mostradas a turistas perplejos abordo de los yates de recreo. La primera casa del cómico en el puerto, y no sabemos si la única, se ubicó en la cerrada de Tlaxcala de la colonia Progreso. Adelantito de la familia Reyna Aguirre, donde Ramiro, el jefe, atendió su restaurante Sevavep, al que recalaba frecuentemente Álvaro Carrillo. Enseguidita del domicilio del periodista Enrique Díaz Clavel , Cronista de la Ciudad.

La primera reseña

El presidente Adolfo Ruiz Cortines, tan ajeno a tiquismiquis y frivolidades, le autoriza a Miguel Alemán Velasco la celebración en México de la Reseña Mundial de los Festivales Cinematográficos –exhibir en un mismo escenario las películas triunfadoras en los festivales celebrados cada año alrededor del mundo. La Primera Reseña tendrá lugar en la ciudad de México, mientras que la segunda ya adoptará como escenario permanente el Fuerte de San Diego, del 25 de noviembre al 17 de diciembre de 1959. Será a partir de entonces La Reseña de Acapulco.
No obstante ser un evento destinado a los de la “gorrita café” (gorrones, pues), habrá cinéfilos locales que madruguen para lograr uno de los pocos boletos a la venta. Público este que resultará severamente impactado con la película La fortaleza escondida, de Akira Kurosawa, con Toshiro Mifune (éste filmará más tarde aquí Ánimas Trujano). Poco o nada le dirá, sin embargo, la cinta Los cuatrocientos golpes, de François Truffaut, elevada ahí mismo a la categoría de obra maestra. La blitzkrieg de críticos mexicanos: Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, José Luis Cuevas y José Agustín no se equivocaron. La cinta de Truffaut figura hoy entre las mejores cintas de la historia del cine.
Por inédita asombra la muestra del cine pakistaní Se levanta el día y entusiasma la del cine brasileño: Orfeo negro. Se aplaude la inglesa Almas en subasta, las italo francesas El general de La Rovere y La gran guerra y las francesas Doble vuelta y Los primos, de Claude Chabrol. Intrigan Anatomía de un asesinato y Compulsión de Estados Unidos y sorprende Nazarin, de Buñuel.
Los periodistas de todo el mundo que cubren el evento comprueban que la genialidad nada tiene que ver con el mal genio. Accesibles y simpáticos el icono del cine estadunidense James Stewart (Anatomía de un asesinato); el francés Jean Marais, tenido como el actor más apuesto de Europa; y Amedeo Nazzari, señorón del cine italiano. No serán diferentes en su trato gentil con la prensa los directores Serguéi Bondarchuk, soviético, y Roberto Rossellini, italiano. Todavía piedra de escándalo este último por su unión con la actriz sueca Ingrid Bergman.
Hoy, en contraste, para entrevistar a la señora Florinda Meza, Doña Florinda, la del Chavo del 8, por ejemplo, se requiere una solicitud con 15 días de anticipación aunque, finalmente, todo dependerá de cómo le caiga a la señora el o la periodista solicitante.

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