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Mirios Ramos

Ley revolucionaria de mujeres*

El Ejército Zapatista de Liberación Nacional, EZLN incorporó en su lucha a las mujeres sin importar su raza, credo o filiación política con el único requisito de que ellas hicieran suyas las demandas que ocasionaron el levantamiento armado de los pueblos indígenas de Chiapas el 1 de enero de 1994.

Susana, joven tzotzil, está “brava” porque “hace poco la burlaban sus compañeros del Comité Clandestina Revolucionario Indígena, CCRI, porque dicen que ella tuvo la culpa del primer alzamiento del EZLN, en marzo de 1993”, según nos relata el Subcomandante Insurgente Marcos, o el Sub, como usualmente le dicen los habitantes rebeldes de las montañas del sureste mexicano, en un relato que él nos hace de cómo se dio esta revolución de mujeres antes de que ellos lo hicieran.

A Susana le tocó recorrer decenas de comunidades indígenas para hablar con los grupos de mujeres y sacar así, de su pensamiento, la “Ley Revolucionaria de Mujeres”. Cuando se reunió el CCRI a votar las leyes, fueron pasando una a una las comisiones de justicia, ley agraria, impuestos de guerra, derechos y obligaciones de los pueblos en lucha, y de las mujeres. A Susana le tocó leer las propuestas que había juntado del pensamiento de miles de mujeres indígenas. Empezó a leer y conforme avanzaba en la lectura, la asamblea del CCRI se notaba más y más inquieta. Se escuchaban rumores y comentarios. En chol, tzeltal, tzotzil, tojolabal, mame zoque y “castilla”, los comentarios saltaban de un lado a otro. Susana no se arredró y siguió embistiendo contra todo y contra todos: “Queremos derecho a tener cargo en la comunidad. Queremos derecho a decir nuestra palabra y que se respete. Queremos derecho a estudiar y hasta ser choferes”. Así siguió hasta que terminó. Al final dejó un silencio pesado. La “Ley de mujeres” que acababa de leer Susana significaba, para las comunidades indígenas, una verdadera revolución. Las responsables mujeres estaban todavía leyendo la traducción, en sus dialectos, de lo dicho por Susana. Los varones se miraban unos a otros, nerviosos, inquietos. De pronto, casi simultáneamente, las traductoras acabaron y, en un movimiento que se fue agregando, las compañeras responsables empezaron a aplaudir y a hablar entre ellas. Ni que decir que la “ley de mujeres” fue aprobada por unanimidad.

Algún responsable tzeltal comentó: “Lo bueno es que mi mujer no entiende español que si no…” Una oficial insurgente, tzolzil y con grado de mayor de infantería se le va encima. “Te fregaste porque la vamos a traducir en todos los dialectos”. El compañero bajó la mirada. Las responsables mujeres están cantando, los varones se rascan la cabeza. “Yo, dice el Sub prudentemente, declaro un receso”.

“La ley Revolucionaria de Mujeres” zapatista es la siguiente:

Primero. Las mujeres, sin importar su raza, credo, color o filiación política, tienen derecho a participar en la lucha revolucionara en el lugar y grado que su voluntad y capacidad determinen.

Segundo. Las mujeres tienen derecho a trabajar y recibir un salario justo.

Tercero. Las mujeres tienen derecho a decidir el número de hijos que pueden tener y cuidar.

Cuarto. Las mujeres tienen el derecho a participar en los asuntos de la comunidad y tener cargo si son elegidas libre y democráticamente.

Quinto. Las mujeres y sus hijos tienen derecho a atención primaria en su salud y alimentación.

Sexto. Las mujeres tienen derecho a la educación.

Séptimo. Las mujeres tienen derecho a elegir a su pareja y a no ser obligadas por la fuerza a contraer matrimonio.

Octavo. Ninguna mujer podrá ser golpeada o maltratada físicamente ni por familiares ni por extraños. Los delitos de intento de violación o violación serán castigados severamente.

Noveno. Las mujeres podrán ocupar cargos de dirección en la organización y tener grados militares en las fuerzas armadas revolucionarias.

Décimo. Las mujeres tendrán todos los derechos y obligaciones que señalan las leyes y reglamentos revolucionarios.

Esta revolución se ganó sin una sola baja.

Al respecto, la comandanta Esther pronunció las siguientes palabras en Toluca el 8 de marzo del 2001 durante “La Marcha por la Dignidad Indígena”:

“Como mujeres zapatistas hemos avanzado un poco más. Vimos que no teníamos nada y nosotras mismas nos preguntamos: ¿quién nos va a dar si nosotras no hacemos nada? Nosotras mismas tenemos que trabajar y apoyarnos para tener lo poco que necesitamos. Entonces las mujeres empezamos a trabajar en colectivo, ya sea de panadería, de hortalizas, de otras cosas más.

“Antes la mujer no participaba en las reuniones, en las asambleas, pues su esposo no la dejaba. Ahora los hombres ya entienden, la mujer puede ir en las reuniones y el hombre se queda en casa cuidando a los animales. Ahora si los hombres si ven que hay mucho trabajo dentro de la cocina, ayudan a su esposa o a su compañera. Antes no lo hacían, ahora sí, hay un cambio.

“Nosotras mismas les explicamos a los niños y a las niñas que haya respeto, pues somos iguales. Las niñas y los niños van a la escuela y ya no nada más ellos, sino también las mujeres grandes, porque ahí aprenden bien, los hombres también van porque nosotros mismos ya nos organizamos y ya no estamos en la escuela del gobierno, sino nuestra educación autónoma, ahí entramos todos.

“Creo que vamos a lograr el cambio como nosotras queremos, sí se va a lograr, porque veo que muchas mujeres se están organizando, nosotras las invitamos también y así más fuerza vamos a tener, entre todas lo vamos a lograr.

“Queremos que se reconozcan los Acuerdos de San Andrés, para nosotras como indígenas son muy importantes, porque nosotras no estamos reconocidas, como que estamos olvidadas, no nos reconocen, no nos toman en cuenta. Queremos que sea reconocida nuestra forma de hablar, de vestir, de organizarnos.

“Por eso hermanos y hermanas les hacemos un llamado al pueblo de México que luchemos todos juntos, ya es tiempo que nuestros derechos se escriban en la Constitución mexicana. “

“Es nuestra palabra de mujer, caminemos junto con los hombres. Solos ellos no podrán y solas nosotras tampoco podemos. Pongamos más nuestro empeño, nosotras como mujeres zapatistas seguiremos adelante con nuestra lucha.”

¡Nunca más un México sin las mujeres!

En verdad que la “Ley Revolucionaria de Mujeres” tuvo un gran impacto en las comunidades zapatistas de las montañas del sureste mexicano.

* Texto leído en el auditorio de la Facultad de Ciencias Sociales de la UAG en el Foro Día Internacional de la Mujer, paso a paso hacia la Equidad, el miércoles pasado. ** La autora es integrante del FZLN-Guerrero.

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