Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Moisés Alcaraz Jiménez

PRI, un partido a la deriva

Algo grave está sucediendo en el PRI, en momentos en que más requiere de unidad y cohesión, los grupos de poder lo fracturan y provocan divisiones que serán muy difícil superar de aquí a los comicios del 6 de julio próximo.

La famosa carta del 13 de febrero, aparentemente firmada por 20 diputados y al parecer promovida por el figueroísmo encarnado en Juan José Castro Justo y Raúl Salgado Leyva, con la que se lanzaron a la yugular de Héctor Apreza, sólo vino a hacer público algo que ya se conocía desde que Rubén Figueroa Alcocer y Héctor Vicario, hablando de unidad, se transformaron en los principales factores de alto riesgo que está convirtiendo a su partido en un gigantesco caos que podría acarrearle la derrota en más de la mitad de los 10 distritos electorales de Guerrero en las próximas elecciones federales.

Aún cuando todos los grupos y corrientes en el PRI hablan de unidad, los cacicazgos están ahora más actuantes que nunca y quienes los encabezan han dividido la geografía electoral a fin de que ellos, como señores feudales, impongan su ley en los territorios que asumen como de su propiedad. Lo hacen con una visión tan miope, que todos están más inmersos en el futurismo para el 2005 sin ponerse a pensar que primero tienen que ganar las elecciones federales para renovar la Cámara de Diputados, para poder aspirar después a conservar la gubernatura.

Los priístas se han olvidado del trabajo conjunto y de la suma de voluntades.         Cada grupo actúa por su cuenta y riesgo y han reducido a su Comité Directivo Estatal a ser una simple figura decorativa, incapaz de asumir su papel de órgano de dirección que fije el rumbo electoral y emita los lineamientos a que debería de sujetarse la actividad de los grupos ahora facciosos. En lugar de un PRI unido, existe el PRI de Figueroa y Vicario, el PRI de Angel Aguirre y Manuel Añorve, el de Héctor Astudillo y el PRI formalmente reconocido, aparte también está el PRI de los sectores medios y las bases.

La dirigencia estatal se ha reducido prácticamente a la nada y el trabajo electoral lo realizan única y exclusivamente los señores de horca y cuchillo, que se aprestan para una lucha mucho más encarnizada ahora que se ha dado a conocer la convocatoria para seleccionar a los candidatos para esta contienda.

El poder central que debería ejercerlo el órgano estatal del partido, se ha perdido y ahora se encuentra disperso y fraccionado entre los cacicazgos regionales, como disperso y fraccionado es también el trabajo electoral que éstos están realizando.

La dirigencia estatal ha quedado completamente rebasada por los poderes regionales caciquiles, uno de los cuales la acosa y pretende apoderarse de ella, además de buscar ampliar su presencia en el Congreso local.

El partido incluyente del que hablaba Apreza al asumir el cargo, en el que estarían representadas todas las corrientes priístas, no se observa por ningún lado; al contrario, los grupos de poder se excluyen mutuamente cada vez más ante la incapacidad e imposibilidad de la dirigencia formal de integrarlos en un trabajo conjunto y coordinado.

Tampoco estamos viendo en el actual PRI al “partido moderno” al que se refirió Apreza después de que se dio a conocer el contenido de la mencionada carta. El ocultamiento del texto, la falsificación de firmas, las filtraciones a la prensa y la casi clandestinidad en la que el documento se hizo, no son muestras de un “partido moderno” o de que en el PRI existan libertades para emitir opiniones; es más bien un ejemplo de cómo a pesar de los tiempos de cambio político que se viven, persisten en el tricolor las viejas prácticas y aún no existen los espacios democráticos para el debate y la libre discusión de las ideas.

La reunión del martes del Ejecutivo estatal con los legisladores priístas, es positiva para cohesionar al PRI. No obstante, en esa reunión no estuvo presente         Héctor Apreza, lo cual le resta aún más autoridad y liderazgo al dirigente del PRI. El actual dirigente del PRI es un hombre de trabajo y bien intencionado, que sin embargo actúa de buena fe en un entorno de perversidades políticas. Es, además, un político solitario, que no ha podido integrar en su entorno un sólido equipo de trabajo con gente capacitada que sustituya a los que actualmente le rodean, cuyas deficiencias e incapacidades son más que evidentes.

En fin, de las pugnas que existen al interior del PRI sólo trasciende alguna parte de ellas. La opinión pública no tiene la certeza de lo que verdaderamente está ocurriendo en el tricolor, ni la magnitud de los conflictos que ahí suceden. Pero el mensaje que este partido está emitiendo a los votantes en general y a sus militantes en particular, es desalentador.

Algo tendrán que hacer los dirigentes formales y reales del PRI para introducir el orden institucional en un partido que ahora anda a la deriva.

468 ad