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Jaime Castrejón Diez

Lo internacional y el gobierno de Fox

Todos los preparativos y las confrontaciones diplomáticas de Estados Unidos y la Gran Bretaña con Francia y Alemania han desatado una campaña mundial para tratar de alinear votos a favor de la proposición del presidente Bush y de la intervención militar para el desarme de Irak.

Las reacciones en el Consejo de Seguridad estaban previstas, siguiendo una vieja tradición diplomática mexicana, los representantes de México votaron a favor de la proposición franco-alemana de prolongar la inspección a través de los mecanismos de Naciones Unidas y a partir de ahí comenzó una fuerte campaña de presiones para obtener adeptos a la idea de la intervención militar.

La posición mexicana era de esperarse por varias razones: una larga tradición en la doctrina Estrada, aunque no sepan en qué consisten quienes la invocaron, también era predecible que iba a haber inmediatamente presiones para que el voto de México se alineara con el de los Estados Unidos.

El presidente Fox ha definido su posición en contra de la intervención bélica y ha tenido internamente aceptación en círculos políticos y sociales. La presencia de presiones se hizo más clara con la llegada del presidente español para tratar de convencer al presidente Fox de cambiar su voto y con los comentarios de Henry Kissinger en Monterrey.

Aquí debíamos hacer un ejercicio de escenarios ¿qué pasaría si mantiene su posición y también si la cambia? En realidad este es un viejo dilema en la filosofía de las relaciones exteriores, la de los idealistas que consideran que no debe haber un relativismo moral y aceptar las cosas de acuerdo solamente a los lineamientos del derecho internacional, y aquellos pragmáticos que consideran que la decisión no debe tomarse solamente con base en ese razonamiento sino en los resultados posteriores, en este caso la presión social y económica que podría recibir el gobierno de la República.

Los idealistas consideran que aceptar la doctrina del presidente Bush de la guerra preventiva es también condonar la actitud de Hitler con sus guerras preventivas contra Polonia y Checoslovaquia al inicio de la segunda Guerra Mundial y esto molesta a aquellos que consideran que el derecho internacional debe ser respetado y que no existe la figura de guerra preventiva.

Si se mantiene en su posición el gobierno mexicano, la reacción sería difícil de aceptar por los Estados Unidos y tiene armas suficientes para hacer sentir su malestar, por un lado los asuntos relativos a la migración y por otro lado nuestras relaciones comerciales se verían fuertemente minadas. También se endurecería la aplicación del Tratado de Libre Comercio y se haría más dura la competencia de los productos del campo, lo que ocasionaría problemas sociales internos.

Por otro lado, el gobierno está en una encrucijada, si cambia de posición ante la presión de los Estados Unidos su posición política antes de las elecciones de julio será severamente afectada, es decir, la puede costar ver disminuida su presencia en el Congreso y de ninguna manera obtener la mayoría que desea la Presidencia para impulsar los programas que lleven al tan anhelado cambio.

También hay que considerar que si cambiara de posición, además de las consecuencias políticas electorales inmediatas, también tendría una fuerte presión de quienes son más tradicionales en nuestra sociedad, revivirían los nacionalismos, el antiamericanismo y muchas otras reacciones que afectarían el equilibrio político. Además fortalecería la imagen de tener una opinión cambiante.

Pero también hay que pensar más allá, si hubiera guerra, cualquier posición que hubiera tomado el gobierno de México sería intrascendente porque los efectos de una guerra enviarían a muchos países a una fuerte recesión, incluyendo a los Estados Unidos y por ende, siendo tan dependientes de la economía norteamericana, la recesión en México sería terrible, además posiblemente vendría acompañada de una fuerte devaluación. Es cuando se necesitaría la presencia de un diplomático que tuviera habilidad suficiente para que la presencia de México en las Naciones Unidas fuera clara y tratar de negociar el voto en contra de la guerra o la abstención para que no hubiera repercusiones sobre nuestro país.

Hay que estar convencidos y ojalá lo esté el presidente de que esta es una lucha que no se va a ganar con mercadotecnia, que se necesita habilidad política, la decisión que tome será una de las importantes de su gobierno.

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