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En Iguala, Acosta Chaparro estuvo en la desaparición de Victoria Hernández Brito

* La Fiscalía Especial no ha investigado el paradero de la estudiante detenida en 1976, afirma Gregorio Hernández Brito * “De mis manos nadie se escapa”, una frase de Acosta Chaparro mientras lo torturaba en Jalapa, dos años después

Sergio Ocampo y Maribel Gutiérrez (Séptima parte y última) * El ex guerrillero de la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria (ACNR), Gregorio Hernández Brito, afirma que la Fiscalía Especial no ha investigado el paradero de su hermana Victoria Hernández Brito, desaparecida a mediados de los años setenta en la ciudad de Iguala.

El año pasado presentó al Fiscal Especial, Ignacio Carrillo Prieto, la denuncia de la desaparición de su hermana, y sólo una vez lo han buscado investigadores de la Fiscalía.

Dijo que le llamó la atención que le presentaran una fotografía de una persona de apellido Roldán, a quien conoció hace muchos años con el seudónimo de Simitrio o Carlos, quien fue el que entregó a su hermana Victoria, y que también anduvo recorriendo Iguala acompañado de Mario Arturo Acosta Chaparro, y uno de los detenidos fue Pablo Salgado Antúnez.

También denunció que en noviembre de 1976 el ahora diputado del Partido de la Revolución del Sur (PRS), Heriberto Noriega Cantú, también anduvo delatando a varios guerrilleros a pesar de que se decía que estaba secuestrado y desaparecido, pero no fue así.

Gregorio Hernández cree que en una de esas redadas, Simitrio y Noriega Cantú entregaron a Acosta Chaparro a su hermana Victoria, y al campesino Joaquín Bahena, originario de El Tomatal, municipio de Iguala, quienes continúan desaparecidos.

Gregorio Hernández Brito informa en entrevista del testimonio que presentó a la Fiscalía Especial, respecto a la desaparición de su hermana Victoria Hernández Brito, el 11 de noviembre de 1976, cuando era gobernador de estado Rubén Figueroa Figueroa y presidente de la República José López Portillo.

Era esrudiante de la Escuela Superior de Agricultura (ESA) de la UAG, en Iguala, que el gobernador Rubén Figueroa Figueroa intentó desaparecer en septiembre de 1975, y ordenó que el Ejército tomara sus instalaciones, amenazando a todos los estudiantes que se encontraban recibiendo clases, preguntado a cada uno por quien se definían, si por el Estado o por la UAG, y los que se definieron por la Universidad los sacaron violentamente, entre ellos a Victoria.

A partir de ese momento los universitarios se organizaron para tomar clases en las calles y en el Zócalo de la ciudad.

El 10 de noviembre de 1976 se efectuó una concentración y un plantón frente a Gobernación en la ciudad de México en la que participó Victoria, y regresando a Iguala en la madrugada del día 11 de noviembre, fue detenida y desaparecida.

Gregorio Hernández narró: “Como a las 7 de la mañana, llegaron a su domicilio policías judiciales del estado encabezados por Mario Muro Acosta Chaparro, quienes traían detenido a un delator llamado Simitrio o Carlos, que andaba señalando domicilios de estudiantes que él conocía, tomando en cuenta que días antes habían secuestrado a un rico comerciante de Iguala de nombre Enrique Pineda”.

Probablemente, indicó, este sujeto participó en el secuestro y lo detuvieron y quiso salvarse señalando a Victoria o simplemente la usaron como chivo expiatorio para involucrar a la           ESA “y se desató una cacería de brujas en la que cayó Jesús Heriberto Noriega Cantú”.

El día que detuvieron a Victoria, ella se encontraba todavía dormida, llegaron unos individuos desconocidos, los cuales engañaron a sus papás diciendo que eran compañeros de la escuela, de este modo entraron a su recámara y con violencia la sacaron de la casa en paños menores, y se llevaron todos sus documentos de identificación personal.

Posteriormente, la familia se dio cuenta de que iba al frente de este grupo el jefe de la Policía Judicial del Estado, Mario Arturo Acosta Chaparro.

“La sacaron de su domicilio en presencia de nuestros padres y demás familiares que vivían allí, mi padre se encontraba delicado de salud, y después de esto el mal se le agudizó y debido a la depresión en poco tiempo falleció, y también mi madre se fue con él, por el dolor de no volver a ver a su hija.

“Jamás tuvimos noticias de ella a pesar de haber recurrido a varias instancias gubernamentales apoyados por abogados democráticos”.

Gregorio afirma que Victoria se había distinguido por su participación activa en la licha por la devolución de las instalaciones de la ESA, y “si hubiera tenido algún delito, la hubieran presentado ante las tribunales; si no lo hicieron fue porque no tuvieron de qué acusarla”.

Acosta Chaparro en la cárcel de Jalapa

Gregorio Hernández Brito, actualmente trabajador de la UAG, fue tortuirado dos años después en la cárcel de Jalapa, y ahí le hizo referencia a su hermana Victoria.

“En octubre de 1978 caí en manos de la Brigada Blanca (un grupo compuesto por diversas corporaciones policiacas, el Ejército y la Secretaría de Gobernación, dedicado a la contrainsurgencia) junto con el maestro (de la UAG) Arturo Miranda Ramírez y otros dos compañeros.

“Nos interrogaron con métodos de tortura, nos consignaron en el reclusorio de Jalapa, Veracruz. A los ocho días llegó un grupo de individuos preguntando por nosotros, creímos que eran nuestros abogados y al primero que sacaron fue al maestro Arturo; lo metieron en un cuarto oscuro.

“Luego me sacaron a mí, me llevaron a un cuarto donde me empezaron a interrogar golpeándome los oídos, me decían: ¿Qué pensaste cabrón? que ya te habías librado ¿verdad? De mis manos nadie se escapa”. Y quien me decía esto era el sádico Mario Arturo Acosta Chaparro.

“Me preguntó qué era yo de Victoria, le dije que era mi hermana. Me preguntó cuántos vivían con ella, le dije que mis padres, me preguntó cuantos años tenían ellos, le dije que aproximadamente 70. Me dijo: entonces ya no necesitan de ella, ni ella de ellos.

“Yo entendí que me lo decía porque ya no la iban a liberar.

“Sus intenciones eran de sacarnos del penal y desaparecernos. Pero tuvimos la oportunidad de informar lo que estaba pasando a los demás reclusos que se encontraban ahí por delitos comunes, que eran aproximadamente 800 y ellos se amotinaron en la entrada con palos, con bolsas llenas de agua, con lo que pudieron, se las lanzaban golpeando las rejas y gritando hasta que salieron estos sujetos del penal como ratas; esa fue nuestra salvación gracias a los compañeros presos comunes”.

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