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Jaime Castrejón Diez

Política educativa

Durante las dos últimas semanas, el tema central en los medios ha sido esta alianza de la Primera Dama del país con la líder moral del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación. La polémica se central alrededor de un controvertido documento que será publicado por la Fundación Vamos México y la Fundación del SNTE, en forma de libro que se llama Guía de padres. Poca gente conoce este documento, pero mi análisis se centra en lo que significa el procedimiento que se ha seguido para dar a luz a este nuevo instrumento de política educativa que, a querer o no, tendrá sus efectos tanto en la política como en el ámbito educativo.

Cuando empecé a ver el revuelo que causaba esta guía sentí que la idea de un documento elaborado sin ser consensuado por el sistema educativo en su conjunto, es decir, por maestros, estudiosos de la educación, la gente ocupada en la educación, y la sociedad civil, que oficialmente se dice que es importante, pienso que se ha dado un paso atrás.

Por el procedimiento seguido en los sesentas y setentas, los sociólogos de la educación habían tomado una posición interesante sobre la educación y el ejercicio del poder. En esa época Michael Young escribía: “Quien decide qué es y cómo se mide el conocimiento válido en una sociedad es quien ejerce el poder”. Este era el sentir general, había un acto de poder que tal vez con buenas intenciones imponía un concepto educativo y los llamados conocimientos válidos.

Con el tiempo, especialmente después del 68, se pensó que la educación no podía ser exclusivamente un acto de poder, que debía haber una participación social. Así nació la planeación participativa y comenzó a haber un gran número de foros y de polémicas escritas que ayudaban a consensuar instrumentos educativos, incluyendo el currículum y los grandes objetivos de una sociedad.

También remontándonos a esa época, a lo que se llama el periodo pesimista de la sociología de la educación, se comenzó a decir que la educación era “un instrumento del poder que sólo fortalece las estructuras existentes”. Esto naturalmente provocó una gran polémica, hay que recordar       a Ivan Illich y su obra Desescolarizando la sociedad, en la cual se hacía vocero de muchos pensadores que veían en la educación un instrumento de no cambio, de mantener estática la sociedad y tratar de que la tradición, vista como la inmovilidad, utilizara la educación como instrumento.

A esto reaccionaron muchos pensadores, el caso de Paulo Freire, por ejemplo, que buscaba hacer una democratización de la educación, con el objeto de que no fuera la transmisión directa de maestro a alumno sino que se considerara el acto de aprendizaje como una colaboración entre el maestro y el alumno. Y también en esos momentos se hablaba de buscar conocimientos relevantes a su propia realidad. Freire demostraba que en los instrumentos de la educación había un componente ideológico, habría que revisar estos nuevos textos para identificar estos aspectos.

Aparte de estas consideraciones teóricas creo que no es congruente un gobierno que a cada instante repite la palabra “democrático”, que a pesar de que no están discutidos estos documentos se hagan millones de ellos para influir en el sistema educativo aún cuando esta orientación fuera indirecta. Esto nos hace pensar que se está dando un paso hacia atrás, hacia el no consenso, el no diálogo, a no polemizar y sobre todo tratar de establecer una visión ética única como algo oficial,       cuando todos aquellos que se preocupan       por la ética saben que hay variaciones y actitudes personales que tienen también validez, eso es por lo que se lucha: por la tolerancia.

También hay un tercer damnificado en este proceso, y es la figura del secretario de Educación Pública. A través del tiempo, el secretario de Educación había tomado un papel importante en la conducción de la educación en todos sus niveles, los presidentes podían expresar sus ideas educativas, pero era finalmente el secretario de Educación el que les daba validez a las actitudes y propósitos del sistema educativo oficial y por ello se creo el Consejo Nacional Técnico de la Educación.

En este caso el secretario de Educación Pública fue disminuido, casi podemos decir que lo obligaron a hacer una de las suertes taurinas más antiguas: el Tancredo. Esto disminuye la estatura del secretario de Educación y de la institución que encabeza y nos hace pensar que por fuera del sistema, ya sea la esposa del Presidente o la conductora moral de un sindicato, se convierten en fuerzas educativas determinantes.

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