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José Agustín, uno de los cimientos de la literatura nacional, destacan tres escritores guerrerenses

*Festeja el escritor acapulqueño su 70 aniversario. Luis Zapata, José Dimayuga y Andrés Acosta mencionan que los textos del acapulqueño los invitaron a escribir por la facilidad con la que en los años 60 y 70 fue comprendido por los jóvenes

Óscar Ricardo Muñoz Cano

El eterno joven de las letras mexicanas, gurú de una generación de escritores y quien sigue siendo leyendo con fervor por la chaviza mexicana, José Agustín, cumplió ayer 70 años.
Miembro de una generación de escritores que hizo explosión en el México de los años 60 y también encasillado en la llamada literatura de La Onda –algo de lo que siempre renegó–. José Agustín dice que ya le pesa la vejez pero su imperecedera jovialidad sigue tan rebelde como siempre.
José Agustín nació en Guadalajara, Jalisco, el 19 de agosto de 1944, pero llegó a Acapulco apenas un mes después de nacer. Luego de vivir una infancia plena en el trópico acapulqueño, años después con su familia se mudó a la ciudad de México donde estudió la secundaria, posteriormente en la Prepa 7 y luego estudió simultáneamente cine y letras.
En entrevista reciente para el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) y que está disponible en su Sala de prensa en su página electrónica, el novelista, narrador, guionista y periodista mexicano dijo que el éxito juvenil que alcanzó alrededor de los 20 años de edad, le dejó profundas huellas de todo tipo, positivas y negativas.
Entre lo positivo, la libertad que tiene hoy de escribir sobre cualquier tema que le interese. Entre lo negativo, mira como un factor en contra el que se la haya definido con una etiqueta de la que le ha sido difícil escapar. Desde su casa en Cuautla, Morelos, donde el pasado fin de semana se reunió con sus más allegados para celebrar su cumpleaños, agregó que “yo leí y tuve el gusto de conocer al escritor Carlos Castaneda (autor de Las enseñanzas de don Juan) y una de las ideas que aparecen en sus libro y que me parece algo muy de tomarse en cuenta es que cuando uno borra su historia personal puede ser más libre. Cuando a uno lo conocen mucho lo meten en un cubo, como a mí. Esto no quiere decir que yo sea un ultraconocedor de su obra, no lo puedo asegurar, pero el borrar la historia personal me parece una idea importante a considerar”.
Ganador del Premio Nacional de Ciencias y Artes 2011, en el área de Lingüística y Literatura, José Agustín ha integrado un obra narrativa que suma 21 libros, pero además ha escrito ocho guiones cinematográficos, tres obras de teatro, dos libros autobiográficos y tres volúmenes de la serie de Tragicomedia mexicana, donde analiza la política y la sociedad de México entre 1940 y 1994. Asimismo, recibió en 2011 la distinción de Creador Emérito del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca) del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.
Después de éxitos literarios como Se está haciendo tarde, José Agustín siguió escribiendo y es un excelente escritor con trabajos como Ciudades desiertas, El rock de la cárcel o los tres volúmenes de Tragicomedia mexicana.
Al preguntar a José Agustín cómo se siente al llegar a los 70 años, responde, con humor que ya está muy vetarro y que se le va la memoria.
“Siento la vejez, pero me siento bien en general. Estoy releyendo varios textos que había dejado y todavía le dedico tiempo a escuchar rock, si es bueno”, dice antes de precisar que mientras espera a su familia para celebrar sus 70 años escucha un disco de John Lennon.

Tres autores guerrerenses le reconocen su relevancia en las letras mexicanas

Tres escritores guerrerenses coincidieron en el hecho de que José Agustín es uno de los cimientos de la literatura no sólo local sino del país.
El trabajo del escritor acapulqueño se basó en los modismos, localismos, sociolectos y costumbres urbanas; no rehuyó a su circunstancia histórico-social por temor a escribir una literatura efímera, agregaron.
En entrevistas por separado, escritores de reconocida trayectoria como Luis Zapata, José Dimayuga y Andrés Acosta mencionaron además que fueron textos como Se está haciendo tarde (final en laguna) o De perfil, los que los invitaron a escribir por la facilidad con la que en su momento fue comprendido por los jóvenes.
Ahora y en su cumpleaños, el autor de textos clave de la literatura mexicana en la segunda mitad del siglo XX es motivo de todo tipo de homenajes, incluso en la redes sociales, donde por mencionar algún ejemplo el también escritor acapulqueño radicado en Coahuila, Julián Herbert, hizo referencia en su cuenta de Twitter a la obra del escritor escribiendo al menos media docena de mensajes al respecto.
“@julian_herbert: Voy a releer Abolición de la propiedad para celebrar los 70 años de José Agustín”, dijo en uno de esos mensajes.

A los 17 años comencé a escribir cuentos joseagustinianos: Luis Zapata

“José Agustín es de capital importancia para mí”, aseguró Luis Zapata (1951), quien recordó que “lo empecé a leer gracias a Angélica María, siempre presente en mi infancia y mi adolescencia, incluso ahora, y supongo que también en la vida de José Agustín, pues ella quería filmar De perfil (Grijalbo, 1966), su segunda novela, con su compañía productora de cine”.
En una conversación vía chat, favorita del autor de El vampiro de la colonia Roma (Premio Grijalbo de Novela, 1979), agregó que “entonces me dio curiosidad y compré el libro, que me fascinó: nunca había leído algo que me resultara tan cercano, tanto en lo formal como en lo concerniente a lo temático. Aunque ya llevaba tiempo escribiendo, tenía yo 17 años y estaba en la prepa, empecé a escribir cuentos joseagustinianos”.
Y es que sus novelas son ejemplo de una manera de ver el mundo desde la óptica de los jóvenes mexicanos de los años 60 y 70; “desde entonces soy su más ferviente lector, y, como en el caso de Angélica María, los años nos volvieron amigos”, indicó Zapata.
Al preguntarle sobre si esa cercanía en los textos se debió en parte al hecho de que con sus textos rompía los cánones establecidos en la literatura de entonces, respondió que “por supuesto. Nadie había escrito así anteriormente en México”.
“Me encantaban sus juegos de palabras, la abundancia de coloquialismos y groserías, me hacía reír mucho, y me calentaba, porque algunos textos son muy eróticos. José Agustín fue decisivo en mi formación como escritor. Luego, me interesó mucho la literatura de Gustavo Sainz, la de Parménides (García Saldaña), etcétera, y también me volví fan de ellos, junto con los otros escritores que fui descubriendo por mi cuenta hasta llegar a los del Boom, importantísimos para mí”.
Si bien Zapata, originario de Chilpancingo, se enamoró de De perfil, fue con la primera novela La tumba (Grijalbo, 1964), y que salió con apoyo de Juan José Arreola, su mentor, con la que José Agustín se dio a conocer a pesar de las críticas como la del autor del Diccionario Crítico de la Literatura Mexicana, Christopher Domínguez Michael, quien indicó que si casi nada quedó de la pasajeramente llamada “literatura de la onda” es por culpa del propio José Agustín.
Según se publicó en la edición del pasadao fin de semana del suplemento Confabulario de El Universal, Domínguez Michael señaló que “la supuesta cabeza de la escuela, se devoró casi toda la temática del movimiento en un solo libro Se está haciendo tarde (final en laguna)”.
“No deja de inquietarme que a José Agustín, durante un cuarto de siglo, los críticos no le hayamos ahorrado ninguna dureza en la expresión, utilizando en contra suya una crueldad sospechosa que se ufanaba en demostrar que él no creció y que nosotros somos su severa posteridad, eternos adultos que descalifican el desvarío adolescente. Tal pareciese que José Agustín fuera el responsable de la clausura de un paraíso infernal, de la cancelación de una mítica Edad de Oro de la que todos hemos oído hablar y a la que muchos hubiésemos querido, inconfesablemente pertenecer”, reflexionó Domínguez Michael en dicho suplemento.

No ha sido lo suficientemente valorado: Andrés Acosta

Al respecto de Se está haciendo tarde (final en laguna) (Joaquín Motriz, 1977) el escritor Andrés Acosta (Chilpancingo, 1964) mencionó que sin duda es una de las obras de José Agustín que más le llaman la atención, pero que el acapulqueño no ha sido bien valorado pues su trabajo efectivamente “rebasa la etiqueta de literatura de La Onda que le fue impuesta”.
La novela es considerada por la crítica una de las grandes novelas mexicanas de fin de milenio y está ambientada en Acapulco a inicios de los años 70.
En ella se narra el viaje interminable de Virgilio, un lector de cartas de tarot, un dealer acapulqueño y un joven gay, callado y sabio, que contrarresta el vértigo del libro. Los personajes entran en un torbellino donde las drogas, el rock, la irreverencia y la rebeldía son los elementos detonantes de una búsqueda profunda, una exploración de la naturaleza humana y refleja el fin de una era al tiempo que describe la que está naciendo.
Tras su publicación, el crítico literario del periódico francés Libération, Fracois Gaudry, escribió que el novelista mexicano era: “Hermano menor de Kerouac, Jim Morrison y Salinger… José Agustín se lanza a morir en una prosa eléctrica, desgreñada, que se burla de las buenas maneras del castellano, iniciando un lenguaje crepitante de argot, juegos de palabras y neologismos”.
En ese sentido, Acosta destacó “siempre me ha parecido un autor muy relevante, más allá de que sea mi paisano y a pesar de que uno crece y va cambiando los gustos, José Agustín sigue siendo uno de los autores importantes mexicanos”.
Agregó que no ha sido suficientemente valorado porque fue etiquetado como parte de la literatura de La Onda (apodo dado por la ensayista Margo Glantz) y yo creo que aprovechando la fecha ojalá se reediten algunas de sus obras y sea más leído”.

Me enseñó una literatura que no era rígida, académica, de lenguaje difícil: Dimayuga

Por su parte, el escritor y dramaturgo José Dimayuga (Tierra Colorada, 1961), platicó que “yo lo leí en los 70, y para mí resultó muy próximo y todavía más al saber que era guerrerense” ponderando obras elementales del autor ahora avecindado en Cuernavaca, Morelos, hasta más maduras como Ciudades desiertas (Grijalbo, 1982).
El dramaturgo –quien recientemente presentó su nuevo texto La hora de los mosquitos y otros bichos dramáticos (Editorial Desliz, 2014)– dijo: “es una de las que más me gusta porque para entonces, en ese momento su prosa era más madura”.
Asimismo, recordó que “de alguna manera su trabajo me incitó a adentrarme en la literatura desde el lenguaje popular; hablábamos el mismo lenguaje y yo lo entendí y eso me convenció de que la literatura no era esa literatura rígida, académica en la cual se abordaban grandes temas de la humanidad con un lenguaje difícil…”.
“Él hizo la literatura muy accesible y es una de las cosas que hay que agradecerle; no aburre”, recordando que él sin duda es piedra angular de sus inicios como escritor, como dramaturgo.
“He leído creo que toda su literatura, su narrativa de ficción, y tras leerlo uno se queda con la idea de que uno también puede acceder a la literatura”, concluyó.

 

 

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