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Confusión y congestionamiento vial en la apertura de la Gómez Morín

Aurelio Peláez * –Mire –explica la trabajadora del parque Papagayo– yo creo que está bien que se haya desviado la calle así, pero –añade moviendo las manos– esa que está allá debió haber quedado así, y la otra de más allá, así.

Le late. Así como se quejan en el Colegio de Arquitectos, que dicen que las nuevas definiciones viales en Acapulco se hicieron sin estudios de flujo y tránsito vial, sin consulta a las organizaciones de profesionistas, porque a alguien allá en el ayuntamiento le latió que así se resolvería la vialidad en esta parte que conecta a las avenidas costera y Cuauhtémoc, entre las avenidas Gómez Morín y Wilfrido Massieu.

Porque en la Presidencia Municipal a alguien le latió.

A las 8 de la mañana y a la 1 de la tarde, sobre estas dos calles se presentaron los primeros conflictos de tráfico vial. Hubo las broncas de la hora pico, pero normal, dice un agente de Tránsito que se ha pasado toda la mañana dando explicaciones a los automovilistas sobre las nuevas orientaciones viales.

Otros, menos tolerantes, de plano le han entrado a los regaños. En los alrededores de estas dos calles, la Dirección de Tránsito dispuso de una treintena de agentes, que con su presencia, gritos y pitazos, impusieron orden, porque los semáforos no se actualizaron, porque la gente se resiste a renunciar a las mañas de los atajos.

En la avenida Wilfrido Massieu, el tráfico ayer fue –como será en adelante, dicen– en un solo sentido: de la Costera a la Cuauhtémoc. En la Manuel Gómez Morín –que obtuvo tal nombre hace cinco años por gestión del entonces presidente estatal del PAN, Enrique Caballero– el tránsito fue de la Cuauhtémoc a la Costera.

No obstante la ampliación que tendría el tránsito en la Wilfrido Massieu, aparentemente no será lo misma en la Gómez Morín.

Qué desmadre, comenta un trabajador de Telecable, la empresa situada sobre la Gómez Morín. Como que parece que se priorizó librar a la Costera de tráfico, a cambio de perjudicar a la Cuauhtémoc. Primero el turista, luego el acapulqueño.

Por lo menos los camiones que vienen de Renacimiento y de Caleta se atoraban ayer, y algunos operadores –ya de por sí cafres algunos– se desorientaban en maniobras en un tramo más pequeño en la Gómez Morín.

La gente, el automovilista, parece acostumbrada a aceptar medidas como las que organizan la vida urbana, como intuyendo que estas vienen dictadas por seres supranormales, duchos en matemáticas y cosas incomprensibles para el ciudadano de a pie, con todo y que ayer estas nuevas reglas se hayan asimilado entre mentadas, volantazos y un chifladero de claxones.

Qué desmadre, dice uno de a pie, pasando del auto hotel Ritz a la Gran Plaza, toreando autos.

Los taladros y las cortadoras de pavimento en la Wifrido Massieu –fundador del Instituto Politécnico Nacional y abuelo del ex gobernador de Guerrero, José Francisco Ruiz Massieu– provocaban nubes de polvo gris que se instalaban en las hojas de los árboles escuálidos de la calles. De esos árboles que dicen que no los van a cortar, aunque algunos tienen mutilaciones de pena, como resacas de naturaleza, y parece que sufren con el sol más que uno.

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