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La subcultura del graffitti, de los ghettos neoyorquinos a la Zapata y Renacimiento

Xavier Rosado, primera de dos partes * El fenómeno social y cultural del graffiti –surgido en las grandes urbes industrializadas de Estados Unidos– ha llegado a Acapulco manifestándose como una marca anónima en sitios públicos y arraigándose en la juventud de las áreas marginadas del puerto.

Al observar con atención en las paredes de las principales avenidas del puerto, se encuentra una forma de escritura, una caligrafía estilizada cuyo contenido son unas siglas que abrevian los nombres de grupos llamados crews y otros que son seudónimos personales de sus autores.

Si alguien utiliza el transporte urbano a colonias como la Vacacional o Renacimiento, verá su inscripción en los vidrios de los camiones o en alguna barda del trayecto.

La ciudad ha sido asaltada por jóvenes que en grupos salen en la madrugada en furtivas incursiones para marcar con sus plumones y botes de spray las bardas y fachadas de negocios y casas con esta especie de arte efímero que incluye dejar sus nombres encriptados en firmas o tags desarrolladas por ellos mismos en diversos alfabetos y estilos de escritura.

Cada día aparecen más espacios con este tipo de inscripciones de los seguidores de la cultura graffiti que buscan la atención en las calles y para ello, recurren a este método apropiándose de los espacios y del transporte públicos como un mecanismo de promoción social y también de competencia entre las múltiples agrupaciones que con mayor fuerza, surgen en colonias del centro y de las afueras de Acapulco.

Fusionando Estilos Kallejeros

En un recorrido por las calles donde manifiestan su arte, las tiendas donde ilegalmente compran su material y enseres artísticos y en las colonias donde se organizan, es posible indagar el significado de estas pintas que para la mayor parte de la ciudadanía, incluyendo los jóvenes, es una forma de contaminación visual de la imagen urbana.

Unos de estos grafiteros se ofreció a mostrar los recovecos de esta subcultura de la que mucho se dice y poco realmente se sabe.

Como parte del código secreto que manejan, él prefiere que se le conozca por su seudónimo, Spawn (personaje de un exitoso cómic, medio cuya lectura es uno de los referentes obligado y compartido entre los grafiteros); tiene 18 años, terminó sus estudios de preparatoria pero ya no continuó con los universitarios.

Aunque receloso al principio, poco a poco su rostro comienza a perder el temor y a adquirir la confianza suficiente para hablar de su actividad.

De entrada comenta que su madre y su novia, se oponen rotundamente a sus actividades como grafitero, la primera teme por su integridad física y la segunda no entiende por qué invierte 200, 300 pesos “en puras latas” para que luego tachen o borren su arriesgado trabajo.

Pero ese es el reto del grafitero, no importa qué tan efímero sea el arte, tampoco que se vea su firma por todos lados, “aquí el que la rifa es al que mejor le quedan sus paredes, qué tan bien tú puedas trasladar lo que dibujas en un boceto al muro donde finalmente va a quedar”.

Pero no todo es competencia entre ellos mismos, los grafiteros son parte de ese movimiento contracultural que entró en México a principios de los noventas por la frontera norte, junto con el ritmo musical del hip-hop afroamericano.

El graffiti ha servido para manifestar desde mensajes políticos, sexuales o humorísticos, hasta declaraciones de amor, amistad y de anhelo de libertad.

“Principalmente lo que se busca es ‘levantar’ tu firma (darla a conocer entre los demás) no queremos agredir a nadie, nosotros estamos en contra de las drogas y de la violencia y es lo que tratamos de promover cuando rayamos legalmente, porque a veces pedimos bardas para rayarlas y nos dan permiso y ahí manifestamos lo que creemos. Por ejemplo cuando sabemos que alguien del crew le anda entrando a la droga, lo llamamos y tratamos de hacerlo entender que su actitud no lo lleva a ningún lado”, explica Spawn.

Entonces saca de su mochila una foto de un graffiti pintado sobre una barda en la que se representa a un chavo drogándose y es acosado por el enorme rostro de la muerte, el humo que sale de su cigarro de marihuana forma las facciones de todos aquellos que han sido llevados a la muerte por la droga, este dibujo está colmado por la siguiente inscripción en el característico estilo grafitero: “Las drogas sólo conducen a una parte”.

Aunque siguen moviéndose entre la delgada línea de lo legal y lo ilegal, con estos mensajes tratan de neutralizar la imagen de vándalos que se han ganado entre la ciudadanía, especialmente entre los adultos que son ajenos a todo lo que implica ser un grafitero.

Spawn explica que un grafitero forma parte de un crew, así se le conoce a los grupos que están integrados por varios chavos que puede ser de tres hasta de 30 grafiteros o más. Esta agrupación debe tener una firma o significado el cual se pone en siglas para que sea más corto y más fácil de rayarlo y por consiguiente de ‘levantarlo’ como ellos dicen.

“Las siglas deben ser de tres o cuatro letras máximo y se les debe dar el significado que cada quien quiera. El mío es FEK (Fusionando Estilos Kallejeros) yo era portavoz de este crew pero dejé de serlo, el portavoz es el que tiene que tomar el papel del líder, me refiero a que si alguien tiene un problema con alguien de otro grupo o de una bandita tratar de resolver el problema, si a este chavo lo retan tratar de buscar el qué, dónde y cuándo se va a hacer ese reto”, define el grafitero.

De esta forma se ha dado cauce a las rivalidades que en sus orígenes en los ghettos neoyorquinos se resolvían a hoja de navaja y golpes de bat. Explica que los retos son para ver quién es mejor grafitero que otro y su dinámica es que se escoge un espacio para rayar, se les dicta una palabra y los contrincantes la rayan en la pared con sus mejores técnicas para ver a quién le queda mejor, “no, no hay jurados, ahí si que no hay pierde, casi todos quedamos de acuerdo cuando alguien pinta mejor que el otro”.

El tag o firma personal lo elige uno mismo para ‘levantar’ o dar a conocer algo una tendencia o un problema, no se escoge en forma despectiva como se hacen los apodos, cada quien decide cómo va a llamarse y cómo va a firmar.

“Es fácil distinguirlo, si se separan las letras se puede uno dar cuenta de lo que dice. Uno inventa a veces sus propias letras (tipografías) pero también hay diferentes abecedarios, existe el chilango que para nosotros son buenos rayando pero no para hacer líneas, luego está el chilpo es un estilo enredado pero largo, es más fácil de entenderlo y luego está el enredado que se caracteriza porque no despegas el marcador o la lata de donde estés rayando”, precisa el grafitero.

También apunta que existen diferentes estilos para rayar como el estilo libre que se caracteriza porque las letras son pegadas y que a la vez llevan flechas y otros ornamentos para “confundir la visión” es esencial que dentro de este estilo, se defina el tag dentro de él, el estilo propio del rayador.

“También está el 3-D o tercera dimensión en el que se incluyen efectos de punto de fuga característicos de la arquitectura moderna, que dan un efecto de dimensión. Otro es el estilo salvaje, similar al estilo libre, simplemente que en éste cuesta un buen trabajo encontrar tu tag porque hay más líneas y flechas y es mucho más complejo”, explicó Spawn.

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