Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Héctor Manuel Popoca Boone

Castañeda y el poder

El paso de Jorge G. Castañeda por el poder público, nos mueve a hacer algunas reflexiones sobre el efecto que tiene en las personas detentar poder, aunque sea temporalmente.

El poder cambió y transformó a Castañeda. De ser hombre de pensamiento y de actitudes que lo ubicaban a la izquierda del espectro político mexicano; pasó a ser el más alto servidor público federal que, como canciller mexicano, mostró mayor subordinación y servilismo con los Estados Unidos de Norteamérica (EUA) y su presidente guerrerista y promotor del terrorismo masificado, Jorge Bush. De su personal incondicionalidad mostrada y expresada públicamente, aspiraba a que México la adoptara. Creyó que lo que él pensara y decidiera sería lo que el país acogería o a lo que se adaptaría.

No midió que una cosa es tomar decisiones o pronunciamientos a nombre de México y otra cosa es hacerlos a título personal. Confundir país con persona fue yerro importante. Olvidó tradición e historia de la diplomacia mexicana. Sus sentimientos personales no concordaban con los sentimientos de la nación. Craso error.

Su soberbia y engreimiento personal, además de la auto-sobre-valoración de sus dotes intelectuales le acarreó distanciamiento y fue mal visto por todo mundo, a excepción del gobierno de nuestros vecinos del norte.

Menospreció a sus compañeros de gabinete presidencial y más que tratar de actuar con espíritu de equipo, lo hacia como estrella solitaria para su propio resplandor y fulgor. Se creía el José María Córdova del presidente Fox, pero a diferencia de aquel, éste no actuaba tras bambalinas sino abiertamente en las pasarelas públicas, con reflectores nacionales e internacionales. Ciertamente político apocado no lo fue.

El poder obnubiló inteligencia, sensatez y prudencia que debió observar, sobre todo en el cargo de secretario de Relaciones Exteriores de México. No fue suficiente su capacidad intelectual para evitar mareo y pérdida de piso, provocados por ser neófito en el poder y en su uso. Es el poder la fuerza mágica que convierte en audaz hasta el más cobarde, en ambicioso al más abúlico y en insensato al más reflexivo.

Stefan Sweig escribió que el que ve al mundo desde arriba, desde la nube imperial, desde la altura de la torre de marfil del poder, no conoce ni acepta otra cosa más que la sonrisa de los subordinados y su peligrosa complacencia laudatoria. El que siempre sostiene en las manos la medida, olvida su verdadero valor. No le gusta y es renuente a los consejos contrarios a su ego o vanidad, aun cuando tan solo uno de ellos fuera más sabio de lo razonado por su propio albedrío.

Pero cosa excepcional, Jorge G. Castañeda no se aferró al poder. Presentó su renuncia por motivo propio; lo cual no deja de ser meritorio en nuestro medio político. Porque la regla es lo contrario: no dejarlo hasta en tanto jurídicamente proceda o políticamente pueda detentarse; aún cuando en su ejercicio se cometan tropelía y media. Castañeda al analizar que su permanencia en el cargo ya no lo llevaría a lograr los propósitos personales que se había trazado originalmente, entre otros, el acuerdo laboral para emigrantes mexicanos en EUA, optó por dejar el poder y no medrar en él.

Insólito acto de desprendimiento de poder y autoridad, en un ambiente en donde buena parte de los políticos se dedican a dar saltos sonambulescos en el alambre del puesto y del recurso público, como si fueran los más diestros y espectaculares trapecistas. Hacer o decir cualquier cosa, con tal de permanecer en el ámbito del poder, tal es el fin y el anhelo de la mayoría de la clase política.

Quien se fijó y disfrutó alguna vez de las mieles del poder, difícilmente renuncia a él. Quien se complació con el placer embriagador de mandar y dominar, no puede tan fácilmente renunciar a ello. Quien abrevó del presupuesto publico aspira a seguir haciéndolo; sea de derecha, izquierda o del centro.

Más temprano que tarde, Castañeda pagó su soberbia para con sus compatriotas, su desdén a países hermanos como Cuba y su favor interesado y subordinado al presidente Bush que, al saber la noticia de su renuncia, tan solo expresó, lacónicamente, que le deseaba suerte. Ingratitud de su amo y señor al que sirvió devotamente también la tuvo.

PD1. El seudo líder Jesús Murga continúa acrecentando su desprestigio ante los copreros de Guerrero al usufructuar para su provecho económico personal, durante varios años, la renta de locales del edificio de los copreros de avenida Ejido en Acapulco. Es tal el repudio conquistado, que no es capaz de movilizar ni a su familia para ir a misa los domingos. Este resto de dirigente cree que difamándome públicamente se le otorgarán las aspiraciones económicas y políticas ilegítimas que pretende del gobierno del estado, para devolver el inmueble al gremio coprero. Todo lo contrario.

PD 2. En este año político, vale el exhorto a aquellos aspirantes y suspirantes de candidaturas electorales, de que no tomen la afición, de por sí ya desgastada, de criticar sin fundamento al gobernador y a su gobierno para buscar mejor posicionamiento político. ¿Es mucho pedir?

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