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Humberto Musacchio

Que se supriman 300 diputaciones

Para Beatriz Pagés, en la discrepancia.

 

El PRI propone suprimir cien diputaciones de representación proporcional y quiere mantener a los 300 diputados uninominales, quienes supuestamente representan de manera directa a los habitantes de cada uno de los distritos. En teoría suena bien, pero hay muchos argumentos en contra de ese despropósito.
Salvo contadísimas excepciones por conocer, los mexicanos no conocemos al diputado de nuestro distrito. Ignoramos su nombre, nunca hemos cruzado una palabra con él ni sabemos cuál es su programa, cuántas intervenciones ha tenido en tribuna –sólo sube uno de cada nueve diputados–, qué piensa acerca de la pobreza, el desempleo y los bajos salarios.
El diputado de nuestro distrito, de cualquier distrito, es un perfecto desconocido y eventualmente un enemigo, pues es él con sus colegas quién aprobó la reforma energética que despojará a México del petróleo, es él quien mansamente aprobó la reforma fiscal que nos aumentó los impuestos y por añadidura nos hizo más difícil su pago. Ese diputado es el mismo que no lee los dictámenes de comisiones ni conoce las leyes que vota.
El diputado que representa nuestro distrito es –otra vez, salvo excepción por conocer—el ausentista que ni siquiera acude diariamente a la Cámara en periodo de sesiones y que cuando asiste se dedica a la chacota o simplemente se sienta en la curul a dormir o a levantar tímidamente su dedito a la hora de las votaciones aunque no tenga la más remota idea sobre el asunto puesto a su consideración.
Ese diputado ganó la votación porque rifó lavadoras, entregó despensas, repartió cachuchas, playeras y bolígrafos. Es el que regaló más chucherías a una población urgida de todo. Fue un comprador de votos, un corruptor de la voluntad popular. Es de los que pusieron a sus empleados a recoger credenciales de elector para amarrar el sufragio de una población sistemáticamente despolitizada. Es, en fin, un individuo indigno que de ninguna manera representa a los ciudadanos de su distrito.
Pero ese diputado cobra su estipendio mensual normal, que es superior a setenta mil pesos. Si forma parte de una comisión deben pagarle otras decenas de miles de pesos. Si es presidente o secretario de comisión cobra una cantidad adicional y tiene empleados, choferes, guaruras, camionetas, celulares y gastos de representación para comer en los mejores restaurantes, además de que viajan, viajan, viajan, y todo por cuenta nuestra. Ah, y no paga impuestos.
En San Lázaro hay 300 diputados uninominales y 200 de representación proporcional. Entre ellos hay algunos políticos probadamente capaces que llegaron por la vía uninominal y hacen un buen papel en la Cámara, pero ésa no es la regla. A partidos les interesa asegurarse de que sus mejores cuadros, los más aptos, ocupen una curul desde la cual defiendan los puntos de vista de su organización política.
Como es sabido, los que parten el queso en San Lázaro son los diputados plurinominales. Son los que hablan, los que presiden comisiones, los que negocian, los que deciden. Por eso cabe voltear la propuesta del PRI, y que en lugar de suprimir cien diputaciones de representación proporcional, se eliminen las 300 uninominales. A fin de cuentas, los ciudadanos conocen más –o desconocen menos– la orientación de cada partido que la propuesta de uno u otro candidato. México no sería el primer país en adoptar este sistema que existe y funciona en muchos otros países. El país no perdería gran cosa, pero se ahorraría una millonada.

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