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Federico Vite

Un polaco, dos novelas

(Segunda de dos partes)

En El bosque de los abedules (1933), Jaroslaw Iwaszkie-wicz se caracteriza por imitar los recursos estilísticos de la prosa de Oscar Wilde; exalta la belleza del arte y recurre a descripciones sólo posando los ojos en los objetos de valía estética. Esta novela ondula entre la esperanza y el pesimismo, fue de los primeros textos que anunciaba la aparición del libro más polémico de Iwaszkiewicz: Madre Juana de los Ángeles. Este volumen, también traducido por Mario Muñoz y Bárbara Stawicka (Universidad Veracruzana, 2010) es la segunda versión en castellano; la primera fue publicada por Era en 1977, también a cargo de Muñoz, pero en colaboración con Lorenzo Ar-duengo Pineda.
Madre Juana de los Ángeles, de 150 páginas, apareció en el panorama literario polaco en 1946 y detalla el caso de posesión demoniaca colectiva más enigmático de la historia, ocurrido en el siglo XVII. La madre Juana, principal causante de la histeria que embargó a las endemoniadas de Loudun –un pueblo del departamento de Vienne, Francia, pero situado en Polonia– declaró que estaban poseídas por diversos ángeles malignos. Durante la escritura de este libro, Iwaszkiewicz ve los horrores cometidos por los nazis y, aunque sin renunciar al preciosismo, enfatiza en el texto la presencia del mal en toda la región, potencia la oscuridad del paisaje que sólo por momentos permite la luz para observar la devastación como el continuum del reino demoniaco. El novelista demuestra que el maligno anida en el corazón humano: nada viene de afuera.
La trama da cuenta de la vida temerosa del padre Suryn, quien se dirige a exorcizar a Juana de los Ángeles, quien baila, blasfema y se contorsiona extravagantemente, habla con la voz que no posee y desde su mirada desorbitada, un ente mucho más fuerte que la beata diserta: “Estoy aquí para que me salves, para que hagas una santa, ¿quieres que me calme, me humille y sea como todos los demás, para qué? Soy feliz dejando que me invadan los demonios”.
Abundan los exorcismos con agua bendita, hostias, gritos, rostros deformados y voces aterradoras. El desesperado padre Suryn pide consejo a un rabino, pero discuten y terminan enemistados, el rabino le advierte que para derrotar a los demonios hay que conocerlos y que su única salvación es perderse para encontrarse. El protagonista de este fascinante relato comprende que su sagrada misión es una vía rápida para llegar al pecado. Y ante la última tentativa de liberar a Juana de los Ángeles, el padre sufre la invasión de los demonios en su cuerpo: “Tras el grito espantoso, sintió una ronda satánica en la cabeza. Salió huyendo del interlocutorio. Todos los presentes pudieron ver al padre abatido por los demonios, caía sordamente por la escalera, golpeándose la cabeza en cada peldaño”. Suryn se aparta del convento. La lucha que él mismo aceptó lo deprime. Ante las resistencias del padre, uno de los demonios que lo habitan, le tiende una trampa definitiva: amenaza con abandonarlo para volver nuevamente a Juana de los Ángeles si su aceptación no es total. Y Suryn accede a los deseos del demonio, después mata a sangre fría a dos mozos que dormían tranquilamente en la caballeriza de una posada. “En una esquina de la habitación, iluminado por la luz incierta de esa mañana de noviembre, se hallaba el padre Suryn de pie, pálido y descompuesto, con un dedo sobre los labios. Sonreía a pesar de que su rostro, sus manos y su sotana estaban cubiertos de sangre. Tenía algo en la mano izquierda, que ocultaba tras él”, refiere Iwaszkiewicz para recordarle al lector que cualquier persona puede vivir felizmente en la región opaca de lo humano.
La obra de Iwaszkiewicz, aunque preciosista, es atractiva y vasta, sólo me remití a comentar a grosso modo dos de sus novelas. Este autor posee una mirada singular sobre temas manidos (soledad, locura, muerte) y dota de gran relevancia, en Madre Juana de los Ángeles, las mutaciones de la maldad. Aunque se lee poco a Iwaszkiewicz, los textos de este hombre están muy bien hechos y afortunadamente rescatados por la Universidad Veracruzana. Que tengan buen martes.

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