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Una compañía privada causa estragos en bosques de Chichihualco en sólo dos semanas

Zacarías Cervantes

Agua de las Tablas/Leonardo Bravo

Desde Chichihualco, la cabecera municipal de Leonardo Bravo, el cerro Agua de las Tablas se ve azul. Una nube rala cubre la copa de los árboles. A lo lejos se ve pequeñito, pero en la medida que se va uno adentrando a él, es inmenso. Hay que atravesar lomas, barrancas y más lomas para poder llegar hasta aquí, a la cima, donde está el origen del conflicto por la tala de árboles.
El aire de las cuatro de la tarde, a pasar de la temporada de calor, es helado, y ya metidos en la inmensa estepa verde, pareciera que ya va a anochecer. “Mire nomás que bonito”, expresa don Jesús Catalán Ávila, un habitante de la cabecera municipal que se opone a la deforestación en esta zona, mientras respira hondo e infla el pecho como pretendiendo almacenar todo el aire fresco de la tarde. Con el índice muestra una gran extensión de bosque que todavía está intacto.
De inmediato agrega: “Pero nomás mire para acá”, y volteando a su izquierda muestra con el mismo dedo la falda donde hay decenas de troncones, árboles jóvenes desrramados por la caída de los palos adultos que han sido derribados.
La vegetación pequeña está aplastada y, en partes, la tierra, descubierta violentamente por el arrastre de los troncos y despojada de la hojarasca que le da frescura, se vislumbra amarilla. En las inmediaciones, junto a los arroyuelos, hay troncos regados por doquier en espera de ser subidos a los camiones para ser trasladados a algún lugar de la zona urbana por la compañía Forestal Plan de Lagunillas.
Son los estragos que han dejado los trabajadores de esta empresa propiedad del empresario Martín Martínez, con quien los ejidatarios de Chichihualco han firmado un contrato de explotación forestal.
“Dicen que llevan apenas dos semanas trabajando, pero mire cuánto daño han hecho, y según el permiso de la Semarnat es para 10 años, pero para qué quieren tanto tiempo, si en un año no les alcanza este cerro”, interviene don Bernardo García, otro de los habitantes de la cabecera municipal, que también se opone a la tala de árboles.
Parado a la orilla de la brecha por donde los camiones sacan los trozos, don Bernardo mira por entre los huecos que han dejado los árboles derribados  hacia el pueblo de Chichihualco que, aparentemente, se ve cerquita, pero hay que destinar mínimo 2 horas en vehículo para llegar hasta aquí.
“Imagínese si no los hubiéramos parado a tiempo, –vuelve a hablar don Jesús Catalán–, hasta dónde ya fueran estos cabrones”, –dice, mientras observa a otros de los llamados avecindados de la cabecera municipal que van revisando tronco por tronco para cerciorarse si estaban marcados por los técnicos, y van gritando: “este sí estaba marcado”, pero luego alguno de ellos en tono de hallazgo grita y con el índice señala el tronco, “¡éste no compas, éste no estaba marcado!”.
Y don Jesús vuelve con los reporteros: “Ya oyeron, ustedes los están oyendo, van cortando hasta los que no están marcados. Eso no se vale”.

Engañaron a los ejidatarios

El Grupo Cívico Ecologista de la cabecera municipal, cuyos miembros pararon desde el 14 de mayo la tala de árboles en esta zona e inmovilizaron seis camiones cargados de trozos, tres grúas con las que se cargan estos camiones y una máquina que abre las brechas para el paso de los camiones, está integrado, en su mayoría, por avecindados, es decir que no pertenecen al núcleo agrario.
Uno de los pocos ejidatarios que forman parte de este grupo que se opone a la deforestación es don José Luis Adame, también es uno de los primeros que toma la palabra para denunciar aquí, en lo alto de la sierra, a sus líderes ejidales.
“El secretario (del comisariado ejidal) dijo que teníamos que firmar unos documentos en blanco, para que ellos cuidaran la sierra del ejido, yo quise preguntar y se enojaron conmigo, el comisariado me dijo que lo que yo traía con ellos era un pique, pero no, es porque estamos en desacuerdo que exploten la madera en esta zona”.
El ejidatario se refirió a una asamblea que hubo del 20 al 25 de marzo, en la cabecera municipal, en donde el comisariado ejidal, Faustino Visoso Duque y el secretario, Alfonso Duque Marino, pidieron firmas a los ejidatarios, supuestamente para la protección del bosque, pero que, según don José Luis, las utilizaron para solicitar el permiso para la explotación forestal.
“Y es que yo no estoy de acuerdo, porque todos estos aguajes que están aquí se juntan allá abajo y nos alimentan a nosotros allá en la cabecera municipal, por eso estamos inconformes”, explica.
También dijo que el comisariado y el secretario del comisariado, “manejan a la gente con engaños. En esa reunión que quería que firmáramos hojas en blanco sólo asistieron 80 de más de 500 ejidatarios, los demás no están de acuerdo con la deforestación, porque esto es lo que nos da vida, y el agua la tenemos por estos bosques y todos nos vemos beneficiados, hasta ellos. Todos vivimos de la sierra”.
Agregó que no es que no quieran que corten la madera, “sino que lo hagan bien, que le hablen claro a los ejidatarios, para que éstos sepan lo que en realidad se va a hacer, no que a la gente la tienen por engaños. Por eso yo pido al gobierno que se investigue si en verdad  la mayoría de los ejidatarios supieron que se iba a hacer este destrozo”.
Después aseguró que cuando menos el 80 por ciento de los ejidatarios desconocen cómo se está talando la madera en esta zona. “La mayoría fueron engañados”.
El ejidatario dijo que las autoridades federales de la Semarnat, Profepa y Semaren del gobierno del estado, también están engañadas por la directiva de los ejidatarios. “Creen que la mayoría de los ejidatarios están de acuerdo, cuando la mayoría de ellos no están enterados y otros están engañados.
Y luego pidió que el gobierno federal y estatal, investigue lo que realmente está pasando en esta sierra.
Informó que los pocos ejidatarios que están de acuerdo son apenas un 20 por ciento y según José Luis Adame, porque les dieron 500 pesos a cada uno, “les repartieron lo que quisieron”.
Otro de los inconformes es don Jesús Catalán Ávila, él es avecindado, y protesta:  “A nosotros, los avecindados nos tratan como de segunda, nos dicen que nosotros no somos los dueños del bosque, que los dueños son nomás los ejidatarios y que solamente ellos pueden decidir lo que hacen con la madera, que ellos cuentan con un permiso federal y que no les importa si la gente de Chichihualco no está de acuerdo, que ellos ya tienen firmado su contrato, “pero vean aquí, en el lugar de los hechos, lo que están haciendo”.
Don Jesús, habla visiblemente enojado, mientras con el índice de la mano derecha muestra un manantial en la parte baja de una falda desmontada y con las huellas recientes de maleza aplastada y tierra removida por el arrastre de los trozos de ocote.
“Aquí, ustedes dense cuenta que solamente nos están dejando ruinas, no hay retoños no hay plantación nueva que nos garantice que esta sierra nos va a seguir dando vida, se están talando muchos árboles que no están marcados, si no se hubiera decidido el pueblo a pararlos, no sé hasta dónde ya fuera y cuánto más destrozos hubieran hecho”.
El avecindado, expresa que si bien no son ejidatarios, pero su obligación “es ver por el futuro de nuestras generaciones y por el nuestro, porque en lo que nos resta de vida queremos tener un medio ambiente sano”.

Miedo a las traiciones

Don Miguel Barrera González es otro de los avecindados inconformes, y reconoce que lo que están haciendo al oponerse a la tala de los árboles puede traerles consecuencias para ellos y sus familias.
Pero aclara que eso lo hacen “porque es una mentira que estén cortando solamente los árboles que han sido marcados por los técnicos; están marcando muchos que no están marcados, ustedes lo pueden comprobar”; dice señalando un tronco que, a simple vista, no se le ve marca alguna.
“Ellos dicen que saben lo que están haciendo, pero yo digo que no. Yo fui representante de Recursos Hidráulicos cuando el agua potable era federal en Chichihualco, y yo tengo entendido que no se debe de talar un área de 500 metros a la redonda de donde están los manantiales, pero ellos es lo que están haciendo; están tirando todos los árboles alrededor de los manantiales”, acusa mientras camina brecha arriba con un machete enfundado y terciado a la espalda.
Después reconoce: “la mera verdad yo, por esto que estamos haciendo, tengo miedo, pero tengo miedo a las traiciones, por que así, de hombre a hombre no tengo miedo”.
Otro de los avecindados, don Bernardo García, expresa, sin embargo, que lo que están haciendo es porque tienen razón y porque es una causa justa: “Aquí ustedes están viendo claramente que ellos no están cumpliendo, están cortando la madera cerca de los veneros de agua. Y aquí que nos demuestren los ejidatarios que han plantado un solo árbol para reforestar la zona, ni uno sólo han plantado”.
Don Bernardo habla mientras se encamina de regreso a la salida del ejido, y rumbo al sitio donde se encuentran los seis camiones cargados con más de 50 trozos cada uno. Allí también se encuentran inmóviles las tres grúas con las que los empleados de la compañía forestal realizan las labores de carga. Mucho más abajo ha quedado también la retroexcavadora con la que se van abriendo los caminos para el paso de los camiones.

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