Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Fernando Lasso Echeverría

El Congreso de Anáhuac y los Sentimientos de la Nación

Hace 200 años se promulgó el documento Sentimientos de la Nación que fundamentó el pensamiento libertario de nuestro país y sirvió como base a su Constitución. José María Morelos y Pavón fue su ideólogo, inspirado en las inquietudes e ideas revolucionarias de su maestro en el Colegio de San Nicolás, Miguel Hidalgo y Costilla.
Morelos se dio cuenta en forma íntegra de que no bastaban la fuerza material y el aniquilamiento de las fuerzas opositoras para la organización de un país libre y soberano; advirtió que la formación de una nación independiente requería forzosamente de bases legales inspiradas en el bien colectivo y con reglas emanadas del poder popular, que estuvieran sobre los intereses de grupos y bandos; estaba convencido de que sólo por medio de la ley podía llegarse a estructurar una nacionalidad.
A dos años del inicio de la guerra de independencia, Morelos plasmó en este escrito lo que sería el proyecto de una nación libre basada en una Constitución, tema ya propuesto y discutido antes, específicamente en agosto de 1811, cuando Ignacio López Rayón solicitó en Zitácuaro, Michoacán, la formación de una Suprema Junta Nacional de América, cuyo propósito era –entre otros– constituir un ejército para liberar a la Nueva España de la opresión del imperio español, pero –incongruentemente– continuar gobernando en nombre de Fernando VII, absurdo con el que el general Morelos nunca estuvo de acuerdo.
Morelos objetaba este reconocimiento al emperador español –prisionero de Napoleón en esos momentos– y escribió de manera clara su forma de pensar al respecto en una carta personal dirigida a López Rayón –un revolucionario muy conservador– en la cual le enfatizaba: “Quitémosle ya la máscara a la independencia, cesando de invocar el nombre del tirano”, y pedía concretamente que se excluyera en forma definitiva al monarca del manuscrito. El 29 de marzo de 1813, Morelos escribe tajantemente a José María Liceaga: “Jamás admitiré un gobierno tirano como el monárquico, aunque se me eligiera a mí mismo como el primero”.
Fue en su tercera campaña –de febrero a agosto de 1813–, cuando Morelos, estando en el sitio de Acapulco empezó a tratar con sus colaboradores cercanos la convocatoria para el Primer Congreso insurgente y lo que se trataría en él, ideas políticas que Morelos tenía ya bien maduradas antes de unirse a la insurgencia y que más tarde formaron parte fundamental de Sentimientos de la Nación, expuesto por éste en el encuentro. El 8 de agosto se realizó la convocatoria en forma general, sin embargo, los otros miembros de la Junta de Zitácuaro habían tenido conocimiento de los planes de Morelos dos o tres meses antes, expuestos a ellos en forma epistolar por el Siervo de la Nación, y que por cierto, en principio habían sido rechazados por Ignacio López Rayón, quien al sentir amenazada la supremacía que auto ostentaba como heredero de Hidalgo a la muerte de éste (se nombraba en sus proclamas como Ministro Universal de la Nación) se negaba a aceptar la invitación que Morelos y Pavón le hacía con exaltación y que ya había sido admitida por los demás miembros de la Junta con entusiasmo; no obstante, ante las reiteradas invitaciones, don Ignacio finalmente aceptó asistir.
La convocatoria, decía que deberían reunirse a partir del 8 de septiembre para “establecer un gobierno, que al frente de la nación administre sus intereses, corrija los abusos y restablezca la autoridad e imperio de las leyes”; otro de los objetivos, era –con la aprobación de la asamblea– el de “reelegir o cambiar a los miembros del Consejo” de la Junta Nacional formada por López Rayón, en la cual Morelos fungía como Vocal. Al respecto, el distinguido estudioso de Morelos, Ernesto Lemoine, comenta sobre esta faceta del general: “El caudillo trocaba así temporalmente, la espada guerrera por la pluma del legislador”.
Al mismo tiempo que citaba a la reunión de Chilpancingo, Morelos se dio a la tarea de seleccionar a los más distinguidos miembros de las fuerzas rebeldes al régimen virreinal, para que –sometidos al voto de los asambleístas– fungieran como representantes regionales en el Congreso que se constituiría en esa población, organismo que le serviría a la nueva nación como soporte legal; ellos fueron Ignacio López Rayón, por Guadalajara; José Sixto Verduzco, por Valladolid; José María Liceaga, por Guanajuato; Andrés Quintana Roo, por Puebla; Carlos María de Bustamante, por México; José María Cos, por Veracruz; Cornelio Ortiz de Zárate, por Tlaxcala; José María Munguía, por Oaxaca; José Manuel de Herrera, por Tecpan, y el mismo Morelos por Nuevo León.

Genio político y militar

Sin embargo, no fueron solamente estas profundas razones el motivo de la realización del Congreso; Morelos tenía conocimiento de las discordias que existían entre los miembros de la Junta de Gobierno formada en Zitácuaro, que provocaron que López Rayón fuera desconocido como presidente de esta organización por Liceaga y Verduzco, quienes al tomar esta medida actuaban ya por su cuenta, y no lo apoyaron militarmente contra Iturbide, quien le causó una desastrosa derrota; este escenario a su vez motiva que López Rayón, en represalia, cese a José María Liceaga (antiguo hombre de confianza suyo) y a Sixto Verduzco (gente cercana a Morelos) como vocales de la Junta.
Morelos –el tercer vocal de esta organización– estaba sumamente preocupado por esta situación, pues estas diferencias causaban grave daño al movimiento independentista, y veía en la reunión convocada para realizarse en Chilpancingo una oportunidad de zanjar la diferencias entre sus compañeros de lucha; previamente, Liceaga y Verduzco habían acusado a López Rayón de inclinarse a un arreglo con los españoles y solicitaban la mediación de Morelos, prometiendo someterse a la decisión del caudillo suriano; por otro lado, la relación personal de Morelos con López Rayón –quien como ya se comentó, se decía sucesor de Hidalgo– tampoco era cordial ni cómoda; López Rayón era un hombre ambicioso y autoritario que no aceptaba interferencias en sus decisiones y en su mando, pero carecía de la talla de estadista que tenía Morelos y del carisma popular del que gozaba éste, lo que le provocaba celos políticos.
La difícil situación descrita motiva que, finalmente también López Rayón pida la intervención de Morelos, convirtiéndolo tácitamente en el líder político del movimiento, y quien antes de efectuarse el Congreso en Chilpancingo se dirige epistolarmente a sus compañeros de lucha, invitándolos “a deponer sus personales puntos de vista, en aras de la colaboración patriótica”, y también les expresaba: “quiera Dios, que este cáncer no siga adelante, pues es lo que desea el enemigo”; a Verduzco, le decía: “no poder auxiliar al uno para destruir al otro, porque sería contribuir a destruirlo todo”. Por otro lado, ante este conflicto y con el fin de fortalecer a la Junta, Morelos solicita a los cabildos eclesiástico y secular de Oaxaca –en poder de la revolución en ese momento– que dispongan el nombramiento de un cuarto vocal de esta organización, cayendo la designación en José María Murguía y Galardi, quien posteriormente acudió a la celebración del Congreso de Chilpancingo como legislador oaxaqueño y quedó como presidente del mismo.
Por todo lo anterior, la Junta de Zitácuaro tuvo una corta existencia, que el mismo Morelos ya había intuido basado en la escasa y difícil comunicación entre sus miembros y los conflictos entre ellos. Esto era previsible, pues cuando se formó esta estructura política, Morelos ni siquiera acudió a Zitácuaro; sólo se limitó a recomendar con López Rayón, a su amigo el cura Sixto Verduzco para que fuera integrante de la Junta, y por otro lado nombró a éste –persona poco conocida en esos momentos– como su representante personal para recibir el nombramiento que como vocal le había asignado López Rayón. Esta situación y el hecho de que la Junta funcionara siempre con sus miembros dispersos en escenarios de batallas distintos y mal comunicados entre sí, hizo que Morelos nunca se sintiese muy ligado a ella. Inclusive, tuvo conflictos con López Rayón el presidente de la Junta al tomar algunas medidas básicas para la sobrevivencia de sus tropas, como lo fue la decisión de imponer contribuciones a todo individuo que no se involucrara activamente en la contienda armada, hecho que no le agradó a don Ignacio y ordenaba su cancelación. Morelos se negó a ello, argumentando razonablemente que de obedecer la orden “me expondría a la deserción de mis tropas, no teniendo socorros para subsistir, pues aún con este auxilio, estamos siempre con mil escaseces, sobre todo alimentarias”.
Es en este momento de la contienda, cuando el gobierno virreinal –ante el incremento del movimiento revolucionario– envía delegados que buscan entrevistarse con Morelos y López Rayón, para ofrecerles una amnistía; les prometen fortuna y engrandecimiento personal a los líderes, y la reincorporación a la sociedad colonial de sus principales colaboradores sin represalia alguna, siempre y cuando se sometan al gobierno español, propuestas que son rechazadas por ambos personajes. La respuesta a esta negativa fue el sitio y devastación de Zitácuaro por fuerzas realistas.

El Primer Congreso de Anáhuac

Éste era el panorama general de las fuerzas independentistas cuando Morelos convocó al Congreso de Chilpancingo mientras sitiaba Acapulco; el encuentro inició el 13 de septiembre, con una misa en la parroquia de Chilpancingo, previa al evento político; al finalizar ésta, se dio lectura a las directrices del reglamento compuesto por Morelos: un Plan de Gobierno que constaba de 59 artículos que reconocían el principio de la separación de poderes, y proponían que ejerciera el Ejecutivo un generalísimo elegido a perpetuidad, con derecho a proponer la legislación que considerara necesaria. El Poder Legislativo, por su parte, quedaría en manos de un Congreso de Diputados, cuyos miembros serían declarados sagrados e inviolables, manteniendo estos de momento el poder judicial creado. El artículo 17, declaraba la independencia de España.
El Pleno del Congreso, se instaló un día después, con la presencia de electores llegados de toda la Provincia de Tecpan, y de varios puntos geográficos del virreinato; en la elección participaron todos los presentes, incluidos los soldados y oficiales del ejército de Morelos, y obviamente los habitantes de Chilpancingo y rancherías adyacentes. Ante ellos, Morelos expuso, “Existe la necesidad de instituir un cuerpo compuesto de hombres sabios, que además de representar con decoro y solemnidad la soberanía del pueblo, lo doten de leyes justas y adecuadas en su beneficio”. Luego leyó un discurso, preparado por Carlos María de Bustamante, en el cual Morelos suprimió un párrafo con el nombre de Fernando VII y recordó a Moctezuma, Cuauhtémoc, Xicoténcatl y Caltzontzin, afirmando en él, que la instalación del Congreso de Anáhuac lograría borrar la afrenta que en 1521 habían sufrido estos príncipes y su pueblo, a los que se les había arrebatado su soberanía.
Morelos continuó, “vamos a restablecer el imperio mexicano, mejorando el gobierno; vamos a ser el espectáculo de las naciones cultas que nos observan; vamos en fin, a ser libres e independientes; temamos el inexorable juicio de la posteridad que nos espera; temamos a la historia que ha de presentar al mundo, el cuadro de nuestras acciones y así, ajustemos escrupulosamente nuestra conducta a los principios más sanos de religión, de honor y de política”.
Al final de su discurso, su secretario Juan Nepomuceno Rosains leyó en su nombre un texto que Morelos había dictado a Andrés Quintana Roo un día antes de la instalación del Congreso; el documento se llamaba Sentimientos de la Nación, y constaba de 23 incisos que sentaban los fundamentos del debate político e ideológico que se daría al Congreso. El escrito iniciaba con la declaración de la independencia de América de España y de “toda otra nación”; luego establecía que la religión católica sería la única en el nuevo país “sin tolerancia de otra”; después ratificaba el principio de la soberanía popular y planteaba un régimen de gobierno dividido en tres poderes: Legislativo, Ejecutivo y Judicial; establecía la obligación de reservar los empleos burocráticos a los nacidos en tierras del nuevo país; proscribía la esclavitud; protegía el derecho a la propiedad e inviolabilidad del domicilio; prohibía la tortura; eliminaba tributos como la alcabala y el estanco; y fijaba el 12 de diciembre para la celebración de la virgen de Guadalupe y el 16 de septiembre de todos los años como el aniversario del inicio de la lucha por la independencia, recordando en este punto a “don Miguel Hidalgo y su compañero don Ignacio Allende”.
Al finalizar el Congreso, se ofreció a Morelos por decisión unánime el título de Generalísimo del Ejército Insurgente del Sur, con el trato de Alteza Serenísima, pero Morelos lo rechazó y humildemente pidió ser nombrado simplemente Capitán General del Ejército y llamado Siervo de la Nación; después, el caudillo procedió a nombrar a sus lugartenientes, cargos que entregó a Mariano Matamoros y Manuel Muñiz. En noviembre iniciaron las sesiones regulares del Congreso, y el día 6 se aprobó por fin una Declaración de Independencia, redactada por Bustamante. La constitución de Apatzingán

El 22 de diciembre, Morelos decidió el asalto a Valladolid su ciudad natal, con la finalidad de que esta ciudad fuera asiento del Congreso. Sin embargo, este importante centro poblacional de la Colonia, para entonces había sido reforzada con tropas realistas enviadas por Calleja, y el ataque insurgente fracasó, obligando a las tropas de Morelos a replegarse en forma desordenada sólo tres días después de iniciado el sitio, perdiéndose todo el material de guerra acumulado con mucho esfuerzo en Chilpancingo.  Morelos se retira a Zacatula, a convalecer de heridas recibidas en la batalla, y el Congreso –temiendo su captura en ausencia de Morelos– no permanece en un solo sitio, radica algunos días en Uruapan, otros en Ario, otros más en Taretán, en Santa Efigenia y en Apatzingán. En esta última población, y ya presente Morelos, el Congreso terminó y luego promulgó –con los Sentimientos de la Nación como fundamento– la Constitución de Apatzingán el 22 de octubre de 1814, documento muy esperado por la insurgencia, una Ley Suprema que por fin daba personalidad jurídica al menospreciado pueblo, pero que lamentablemente nunca tuvo validez ni fue aplicada en la práctica. De hecho, no deja de causar admiración la variedad de asuntos legislativos que trataban los miembros del Congreso, en circunstancias tan adversas y en medio de una grave inseguridad que amenazaba sus vidas.
Los siguientes dos años, Morelos anduvo de un lugar a otro, evitando a las tropas al mando de Félix María Calleja, quien fue nombrado virrey de la Nueva España; para entonces, las cosas habían cambiado desfavorablemente para Morelos. En su retirada, al llegar a Acapulco se entera de las muertes de Matamoros y de Galeana, y exclama desolado “me he quedado sin brazos”. Por otro lado, el acoso al Congreso por los realistas no cesaba, y la representación política del movimiento independentista debía huir del peligro que esto representaba para las fuerzas rebeldes; el gobierno virreinal, al conocer la existencia de la instalación del Congreso y los trabajos legislativos realizados en Chilpancingo, armó un contingente especial que lo atacaría y perseguiría, pues lo consideraba una gran amenaza para el gobierno de la Nueva España; y no era para menos, pues este grupo de hombres cultos, distinguidos, y resueltos a separarse de España, simbolizaba al gobierno de la revolución independentista.
Esta situación obliga al Congreso a tomar por mayoría de votos la decisión de salir de Michoacán y trasladarse  a Tehuacán, Puebla, pidiéndole al general Morelos que los escoltara hacia esta población; sin embargo, la ruta seleccionada para el traslado –siguiendo las márgenes del río Balsas– era muy arriesgada porque facilitaba el encuentro con las fuerzas realistas, lo que finalmente ocurrió, y el general Morelos fue capturado en Temalaca –cerca de Iguala– el 5 de noviembre de 1815, lo que de hecho salvó al Congreso, que logró huir seguro hacia su destino.
Para finalizar esta colaboración es necesario enfatizar que si bien Morelos brilló intensamente como estratega militar en la lucha por la independencia, es indudable que como político le corresponde un lugar sobresaliente. Rompió con mano audaz el velo con el que los iniciadores de la revolución ocultaban el verdadero objetivo de su lucha anteponiendo el nombre de Fernando VII a sus proclamas libertarias; a él se debe la iniciativa para la realización del Primer Congreso de Anáhuac y la elaboración del Acta de Independencia de Chilpancingo; él organizó un gobierno que no existía y que fue después el centro de múltiples esfuerzos en pro de la nueva nación; inspiró la formación de la Constitución de Apatzingán, que si bien reúne  principios teóricos y declaraciones abstractas que nunca se aplicaron en la práctica, tuvo en su momento el mérito de levantar notablemente la moral de los patriotas. Sin duda alguna, puede afirmarse que José María Morelos y Pavón fue el motor del movimiento independentista.

*Presidente de Guerrero Cultural Siglo XXI

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