Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Renato Ravelo Lecuona

María llena eres de gracia

Película producida por Colombia y Estados Unidos en este año que termina. Fresquecita. Con dirección y guión de Joshua Marston, con la buena actuación de Catalina Sandino Moreno acompañada de otra actriz que lleva el apellido de Marulanda, como dato curioso.

La cinta se antoja como una de las obras hechas décadas después de un desastre social, aprovechando los rescoldos de la memoria, pues es un tema muy marginal, aunque convincentemente bien llevado, que toca un asunto manejado en los altos niveles delincuenciales de Estado, no sólo de Colombia y Estados Unidos, sino de muchos otros incluyendo a México.

¿El narco no podrá lavar dinero con grandes producciones que reflejen el desastre social que se vive en Colombia y que entrevera y genera mafias en muchos países, tan poderosas que pueden decidir presidencias o eliminar candidatos? Parece que no es tiempo todavía, sino como El Padrino, tendrán que pasar varias décadas para que salgan las historias de Lucky Luciano y Al Capone. No es cuestion de lana sino de Estado.

María llena eres de gracia y otra cosita, es el drama del desempleo sobre el que se ceba el negocio más grande de fines un siglo y comienzo de otro. El negocio más conocido, más lucrativo y más clandestino gracias a la protección y asociación de funcionarios de Estado en todos los niveles. Un negocio que puede ocupar a miles de jóvenes desempleadas en toda una cadena productiva y ponerlas en la contradicción de tener acceso a bienes que no pueden disfrutar. Algo así como bienes amargos. Y es el drama marginal que se nos presenta en esta cinta, de un grupo de mujeres contratadas como camellos o burras para llevar la carga dentro de sus estómagos para depositarla con los distribuidores en los Estados Unidos, recurso que ya conoce muy bien la policía y por eso se escenifica ahora.

El drama se circunscribe al caso de una joven que es reclutada para ese trabajo, en condiciones de falta de alternativas de vida en su país, que podría ser cualquiera de América Latina. El relato es preciso, detallista, algo lento y sobrio, pero no mueve a la compasión, a la protesta, a la complicidad, ni a la indignación, quiza deliberadamente para mostrar como aceptamos la impunidad de un negocio criminal transnacional de los estados y nada podemos hacer.

Al final y contra su deseo, la joven decide quedarse en Estados Unidos a buscar un modo de vida y la emoción que proyecta muy bien y nos lo hace compartir, es sentirse apabullada, anonadada, con su destino inmediato.

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