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Cantan miles Las Mañanitas a la virgen de Guadalupe en Ciudad Altamirano

Gregorio Urieta

Ciudad Altamirano

Como cada año, desde un tiempo no registrado en las crónicas del municipio, los fieles católicos de esta Diócesis acudieron una vez más a refrendar su fe en La Guadalupana.

Varios miles fueron los que mostraron su fervor religioso cantando, bailando, vistiendo a sus hijos pequeños como chante (indio), o bien como se vestía Juan Diego, a quien presuntamente se le apareciera la virgen en el Cerro del Tepeyac, ahora convertido en Santuario de Guadalupe.

El párroco de la catedral Fray Juan Bautista Moya, el presbítero Arturo Pérez Bringas, tuvo para sí solo la cabeza de la peregrinación que partió, como desde hace tantos años, de la calle Allende en su sector sur, junto al Centro de Salud, en donde tantas plegarias se elevan en busca de alguno de los milagros de la virgen Morena.

Allí, desde las cuatro y media de la mañana estaban ya concentrados contingentes de fieles de las parroquias de Santa Lucía, en Coyuca de Catalán; de San Nicolás Tolentino, en Ajuchitlán; del Señor de Esquipulas, de Timangaro y de La Costita, estos tres los barrios más antiguos del viejo Pungarabato. Así como de la parroquia de la Asunción de María, en Cutzamala.

También de Huizachal, de San Jerónimo, de Salguero y Santa Cruz, del estado de Michoacán, entre tantas congregaciones de fieles católicos de la Diócesis de Altamirano.

Danzantes de diversas comunidades estrenando sus trajes de moros, tecuanes, pastoras, marqueses, y otras manifestaciones que mezclan lo pagano con el culto religioso a la llamada Reina de las Américas, o que a su modo, tratan de representar algunos pasajes de la lucha entre los cristianos contra los infieles, o bien el culto sincero e inocente a la divinidad representada en este caso por Guadalupe.

Tecuanes calentanos o guerrerenses que representan situaciones vivenciales de organización social para enfrentar un peligro; moros y cristianos que nos heredaron desde las centenarias Cruzadas inventadas por los Papas para recuperar el Santo Sepulcro y al mismo tiempo para apoderarse de territorios y riquezas medievales; pastoras de las novelas pastoriles de hace por lo menos 600 años que muestran su fervor religioso; marqueses de la época colonial, que durante un mes ensayaron los “relatos” de los diversos personajes producto de historias populares que buscan representar diversas situaciones sociales o religiosas.

Los maistros hacen sonar la música de violín o chirimía, y se mezclan con los cánticos de los fieles que portan velas de cera encendidas, estandartes con la imagen de La Morenita del Tepeyac, imágenes esculpidas en yeso, o bien pinturas mal reproducidas de la virgen.

El sonido de la flauta y el redoble del tambor de los moros y cristianos que es una invitación a la batalla entre el Señor Santiago, vestido a la usanza de los conquistadores españoles, y Pilatos, vistiendo una representación del mal, del diablo, y representante de los sarracenos o infieles. Sobre la marcha o peregrinación, danzando, hacen chocar sus armas, que no son mas que machetes costeños sin filo.

Los Tecuanes, al sonido de la chirimía, hacen sonar sus morrales llenos de corcholatas aplanadas, que representan el dinero que supuestamente atesoran los habitantes de la Sierra Madre del Sur y con el cual habrán de pagar al cazador Salvador para que mate al tigre, que acaba con sus hatos y rebaños.

El sonido pausado del violín, se combina con el canto casi infantil de adolescentes que en su vestido tratan de emular a las Pastoras españolas de la región de Andalucía, mientras que los marqueses evocan en su delicada interpretación dancística los festines palaciegos de la clase alta y media de España y Portugal, colonizadora del continente.

Y en el trayecto por la avenida Lázaro Cárdenas se van uniendo más y más contingentes, que al llegar al puente Adolfo López Mateos aplauden la llegada de los integrantes de las carreras guadalupanas que desde el día 10 se fueron al santuario de Guadalupe en el Cerro del Tepeyac, Son más de 15 años que tienen acudiendo a la ciudad de México y los mismos que son recibidos a la misma hora con aplausos en medio de sonidos de alarma de voluntarios de Rescate y Urgencias, de Radioaficionados, y de la Cruz Roja.

Dos, tres mil, se concentran ya en la catedral de la Diócesis de Altamirano, en donde son invitados por Arturo Pérez Bringas a cantar “Las Mañanitas a                       nuestra madre Guadalupe”.

Y antes de la misa en honor de la virgen del Tepeyac, cientos y cientos de madres y padres se retiran cargando en sus hombros o bien en brazos a los chantitos, vencidos por el sueño y la caminata. Ya no participan en la foto, ni en el reparto de dulces y regalos a los niños que con su vestuario pretendieron representar al recién santificado Juan Diego, ni escuchan los aplausos y vivas a la virgen ,orena, que le brindan en su día por su fe, los más de mil que permanecieron hasta el final de la misa en su honor.

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