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El padre Osorio, amigo de Lucio Cabañas y de Rubén Figueroa Figueroa

 Ismael Catalán Alarcón  

Los luchadores sociales “Lucio Cabañas Barrientos y Génaro Vázquez Rojas fueron alumnos de mi padre en la Escuela Agrícola para Campesinos de Ayotzinapa; los dos aunque en tiempo diferente, eran calmados y amables”, recuerda el sacerdote Humberto Osorio Refino, quien actualmente, afectado un poco en su salud, convalece en su domicilio de Chilpancingo.

–Yo traté a los dos. En ocasiones, mi padre que trabajaba en esa institución, los invitaba a venirse el fin de semana a la casa. Lucio era el más calmado. Me extrañó que con el tiempo, dijeran que era violento. Después se fueron a la ciudad de México para estudiar en la Nacional de maestros y cuando regresaron se tuvieron que enfrentar a su destino.

Vistiendo un pantalón oscuro y una cómoda guayabera blanca y postrado por necesidad en una silla de ruedas, el sacerdote Osorio Refino, recuerda que nació en Chilpancingo el 27 e octubre de 1934. Su padre Vicente Osorio Vázquez y su madre Petra Refino eran originarios de Puebla.

–Mi padre era Profesor de artes y oficios; vino junto con Raúl Isidro Burgos a fundar la Normal de Ayotzinapa. Él era profesor de industrias. Tenía a su cargo el apiario, enseñaba talabartería (trabajos en piel), dibujo lineal; además, enseñaba a los muchachos a fabricar brillantinas, perfumes y cremas para lustrar calzado, –recuerda con orgullo.

Las visitas de un cura a su casa o el cine mexicano, la raíz de su vocación

–¿Qué le dio por hacerse cura?

–Mi madre era muy allegada a la iglesia. Los sacerdotes Agustín Díaz y Joaquín Ríos, visitaban con mucha frecuencia la casa. Yo comencé a tratarles. El padre Ríos siempre vestía su indumentaria sacerdotal. No sé si por eso o por las películas del cine mexicano, es que yo me inclino por estudiar para sacerdote.

Tenía trece años de edad cuando se va a Chilapa con la intención de internarse en el seminario del lugar. “Mi mamá sí quería que yo me fuera, mientras que a mi padre le era indiferente”. Trascurridos dos años deja por primera vez la institución “porque me sentía muy alejado de la familia y la disciplina era casi militarizada”. Sin embargo a petición del padre Agustín y de otros sacerdotes vuelve al internado, recuerda.

Con visible emoción marcada en el rostro, el padre Osorio recuerda que fue a los 23 años de edad cuando recibió sus órdenes sacerdotales, pero “me sentía muy joven para llegar a ese compromiso tan grande”. Se sale del seminario, pero debido a la presión de algunos sacerdotes amigos, es que decide volver al mismo; pero “mientras meditaba mi futuro, me integraron como maestro de literatura; esto sin ser todavía sacerdote”.

Después de un año en el cargo, con mayor convicción, concluye sus estudios de teología en el Seminario Palafoxiano de Puebla.

Es el 9 de abril de 1961, cuando es ordenado sacerdote en la ciudad de Chilpancingo, ya que el párroco de la catedral de la ciudad estaba muy enfermo.

Humberto Osorio Refino ha trabajado toda su vida pastoral en la ciudad de Chilpancingo, ya que sus feligreses nunca han permitido que sea removido. Así, menciona que en la catedral estuvo de párroco durante 12 años; ya lleva 19 en la iglesia de la Santa Cruz, y otros tantos, los pasó en la iglesia de San Mateo; asimismo ha sido delegado estatal de la Cruz Roja, en cuya gestión se construyó su actual local y fue promotor de una casa hogar para niños de la calle, lo que a la larga y tras de haber dejado el proyecto se convertiría en El Albergue Tutelar para Niños Infractores.

Los secuestros

–En la década de los años setenta y parte de la siguiente, el estado de Guerrero se vio envuelto en una ola de violencia política. Los secuestros por reivindicaciones sociales no fueron la excepción. Usted a tenido fama de concertador… ¿Participó como enlace en algún secuestro?

–Sí, uno de los primeros secuestros fue el de mi amigo Jorge Mendiola. Él era de Iguala y lo secuestraron en Acapetlahuaya. Me piden que haga algunos exhortos a través de la radio en Iguala. Lo hago. A raíz de ello empiezo a recibir dos tipos de comunicado: uno de amenaza que no me metiera y otro en el sentido de que me involucrara más para resolverlo. Recibí dos comunicados. Me puse de acuerdo con ellos, me citaron cerca del monumento a la Bandera para que les entregara el dinero. No se logró eso, la policía los capturo antes.

Recuerda el padre Osorio que tuvo una relación de amistad y de respeto con el controvertido ex gobernador Rubén Figueroa Figueroa.

Menciona que en cierta ocasión le confió: “mire, yo quiero a su tierra; antes no me quedaba ni siquiera a dormir aquí. Pero ya la quiero y quiero ser de aquí. Déme un consejo quiero hacer un decreto para que todas estas casitas (de la Colonia Morelos en Chilpancingo) no se les vendan a los empleados, se las quiero regalar”. A los tres días, firmó el decreto y regaló 150 casas a los trabajadores.

“Así como era noble, también era un hombre implacable. Era astuto, inteligente y calculador. Algunas veces, demasiado enérgico”, dice.

Le interrumpo:

–¿alguna vez le comentó o le pidió opinión de las cosas tan negras que ocurrieron en su mandato? –No. Algunas veces le insinuaba la prudencia. A él algunas veces se le salían las lágrimas, pero nunca me comentó de esas cosas.

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