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Siguen 42 familias refugiadas en el albergue en la capital en espera de la casa prometida por Peña Nieto

 

*Son 128 personas que conviven hacinadas en una cancha de basquetbol de la Udech. La Sedatu les ha ofrecido reubicarlos en Acapulco o pagarles la renta de una casa, pero se rehúsan a salir por separado;?“de aquí nos vamos todos o nos qudamos”, resolvieron el lunes

Zacarías Cervantes

Chilpancingo

El albañil José Luis Octaviano Leonardo vivía, antes del 14 de septiembre de 2013 a orillas de la barranca Pezuapa, en la parte alta. Ese sábado le cambió la vida. A las 11 de la mañana, mientras trabajaba, un vecino le llamó por teléfono y le informó que un derrumbe se había llevado parte de su casa. Otro vecino alcanzó a salvarle la vida a sus tres hijos menores de 10 años.
La lluvia de la tormenta tropical Manuel y el huracán Ingrid del año pasado apenas comenzaba ese día y, sin embargo ya anticipaba daños y tragedias, una de ellas la de José Luis, quien durante el último año ha vivido en el albergue de la Unidad Deportiva de Chilpancingo (Udech).
La suya es una de las 42 familias (128 personas) que cohabitan hacinadas en la cancha de basquetbol, algunas de ellas desde el 15 de septiembre de 2013, en espera de su reubicación a las casas que les prometió el presidente Enrique Peña Nieto el 9 de octubre, cuando los visitó en ese albergue.
La noche del 14 de septiembre, José Luis Octaviano todavía quiso dormir en el pedazo de casa que le había quedado, pero  a las 10 de la noche un segundo derrumbe terminó por llevársela toda. “De suerte alcancé a atrancar la cama para que mi esposa saliera con los niños”, recordó.
Él, su esposa y sus tres hijos, se refugiaron en la casa de su vecino, pero después de la medianoche se escuchó un estruendo, era una parte de la casa de su vecino que le había dado posada la que se había venido abajo, entonces se dio cuenta de que éste y su esposa se encontraban sepultados. José Luis tuvo que abrir un hoyo para sacarlos.
A la mañana siguiente, las dos familias se refugiaron en la capilla de la colonia.
Al cruzar la barranca Pezuapa, que ya estaba crecida, la mujer de José Luis estuvo a punto de ser arrastrada por la corriente junto con su hijo de un año que llevaba en brazos, pero alcanzó a deternerse de las maderas de una casa, hasta que su esposo fue a ayudarle a cruzar.
A las 2 de la tarde, Protección Civil del estado los trasladó a las instalaciones del palenque de la Feria de Navidad y Año Nuevo, y a las 10 de la noche, elementos del Ejército mexicano los trasladaron a la Udech.
“Cuando llegamos ya había muchísima gente”, recuerda un año después Octaviano Leonardo, quien supone que en los dos primeros días, en este albergue había unas mil personas.

Milagros, la niña del albergue

En el albergue había gente de varias colonias y comunidades; recuerda Las Calaveras, Nueva Alborada, Chuchululya, CNOP, Vista Hermosa, Amelitos I, Amelitos II, Barranca Pezuapa, Lucía Alcocer, Los Tanques, y de la comunidad de San Vicente, municipio de Chilpancingo.
El albañil dice que desde el 14 de septiembre de 2013, cuando el derrumbe se llevó su casa, ha tenido una vida difícil: “pero no podemos echarle la culpa a nadie; fue la naturaleza, pero es triste, he regresado varias veces a donde estaba mi casita no puedo creer que lo que hice con mucho esfuerzo y durante mucho tiempo, se fue en un ratito”.
El hombre de 44 años, dice que no ha perdido la fe y que sólo espera que le entreguen su casa que le prometió el presidente Enrique Peña Nieto para que regresen a una vida normal él y a su familia, “(el Presidente) nos vino a dar ánimos, nos dijo que nos iba a dar casa a todos, que no iba a haber discriminación, y eso estamos esperando”, recordó el albañil, entrevistado el mediodía de ayer.
En medio de su tragedia y las incomodidades que le provoca el hacinamiento en el albergue, a José Luis Octaviano le ha ocurrido algo bueno; allí, en el albergue, nació Milagros, su cuarta hija que pudo no haber nacido pero que si nació y vive fue por un milagro.
Cuenta que cuando cruzaban el arroyo crecido de la barranca Pezuapa, su esposa sufrió un fuerte golpe en el estómago, y un médico les dijo que si volvía a tener hijos sería un milagro.
Sin embargo su mujer se embarazó, y en ese estado, unos niños que jugaban en el albergue, un día la atropellaron y la tumbaron. Entonces el médico le dijo que si su hija se salvaba “sería un milagro”. La bebé nació el 18 de agosto pasado. Fue por eso que José Luis le puso Milagros Yamileth Octaviano Sonora.
La vida en el albergue no ha sido fácil; 128 personas, entre mujeres, niños, ancianos y hombres, habitan en el espacio de una cancha de basquetbol. En medio de la plasta de cemento, dividieron con cobijas o plástico el lugar para su familia en un espacio que no rebasa los 3 metros cuadrados.
En una de estas comparticiones, el 9 de septiembre a las 11:20 de la mañana, encontramos a la señora Guadalupe Guerrero Benítez, quien hasta antes del 15 de septiembre vivía en la colonia Nueva Alborada. En la mano derecha tenía un plato de plástico con arroz guisado y huevo frito.
“Aquí comemos hasta que nos traen; son almuerzos que (por lo tarde) parece que es comida, y comida que parece cena”, se queja. Otras mujeres se acercan y curiosas inquieren al reportero, ¿viene de la Sedatu?, ¿qué nos van a traer?, preguntan y presurosas dan su nombre para que las anoten.
Los primeros días, la Secretaría de la Defensa Nacional se hacía cargo de su alimentación, pero mes y medio después fue el DIF estatal. Hoy, quien les lleva diariamente la despensa es el Ayuntamiento.
“Dependemos de ellos; comemos a la hora que deciden, como hoy que llegó tarde la despensa. También comemos lo que ellos quieren, como hoy que fue arroz con huevo”, dijo otra mujer.
Al medio día el calor se encierra y tienen que salir a buscar un espacio fresco bajo los árboles. Por las noches todos se duermen hasta que termina el cuchucheo, las risas y pleitos de niños.
Los damnificados informaron que el 26 de agosto, en una reunión con el delegado de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu), Héctor Vicario Castrejón les dijo que no hay fecha para entregar el primer paquete de viviendas que será de 250 casas, que apenas hay 56 construidas pero que no cuentan con servicios.
Ante este nuevo retraso, el funcionario federal les ofreció una alternativa, que se vayan a Acapulco, donde les van a dar viviendas del Infonavit y que los que no acepten la Sedatu les paga la renta de su vivienda hasta que reciban las casas.
El 8 de septiembre acudió al albergue la coordinadora del programa de Rescate de Espacios Públicos de la delegación de Sedatu, Yurema Arroyo, quien volvió a reiterarles el ofrecimiento del delegado.
Los damnificados se reunieron por la noche del mismo lunes para tomar acuerdos y la decisión fue unánime: “de aquí nos vamos todos o nos quedamos, pero juntos”, dijo uno de los líderes que se negó a dar su nombre.
A un año de que llegaron, a pesar de que antes no se conocían porque vinieron de diferentes colonias, han aprendido a convivir, “ya somos como una sola familia y no queremos separarnos, nos vamos a ir todos a donde nos entreguen nuestras casas, o nos quedamos aquí  juntos”.
José Luis Octaviano dijo que funcionarios de la Sedatu les han informado que tienen que esperar cuando menos tres meses para que les entreguen el primer paquete de 250 casas, y que en éste están considerados ellos.

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