Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Arturo Solís Heredia

CANAL PRIVADO

  Prensa grilla

“Un reportero es un testigo ocular. Es una posición privilegiada pero sin garantías, sobre todo en conflictos o en tiempos de crisis. Conferencias de prensa, declaraciones oficiales, voceros y publirrelacionistas, oportunidades fotográficas y recorridos guiados pueden ser útiles, pero nunca sustitutos de los hechos duros. Un reportero debe sujetarse al principio central de ser testigo de primera mano, ya que es mucho lo velado, interpretado y escondido”. Eso dice, en su primer párrafo, el documento de principios periodísticos de la BBC de Londres, parecido en mucho a los de la mayor parte de las principales agencias y empresas informativas del primer mundo.

Sin embargo, en la prensa de México, sobre todo la electrónica, predominan las declaraciones, las reacciones y réplicas de los personajes de nuestra política; en lugar de investigar el fondo de los asuntos noticiosos, juega y alienta el juego perverso e inútil de la grilla. Testigos y cronistas, por oficio, de la realidad nacional y sus actores principales, los informadores se contagiaron de belicosidad, de parcial discrecionalidad, de corrupción y deterioro ético, de ambiciones obscuras, de militancias pasionales y de soberbia en el ejercicio del poder.

Con excepciones notables pero escasas, la libertad de prensa que desde hace cerca de veinte años empezó a ser una realidad, no sólo un derecho platónico, fue entendida por muchos medios como la oportunidad de influir de manera directa en los acontecimientos y en el rumbo de la política nacional, y no como el privilegio de ejercer libremente la responsabilidad de informar y orientar, sin otra limitante más que los principios éticos del periodismo profesional.

En menos de dos décadas muchos medios pasaron del silencio casi absoluto, a veces temeroso o sumiso, otras mercenario o manipulador, al golpeteo cotidiano y al escándalo como principal divisa informativa, generalmente en función de lucros mercantilistas o clandestinos. Tres momentos destacan en la historia reciente de los avances en este sentido, de la prensa radiofónica, televisiva y escrita. La delantera, por lejos, fue de esta última.

Cuando en 1983 el PAN ganaba sorpresivamente en Chihuahua, al menos para el PRI, las alcaldías de las principales ciudades del estado, el único medio que informó de manera objetiva, a pesar del enfado amenazador del gobierno, la cruzada democrática de la gran mayoría de los chihuahuenses, fue la revista Proceso. Una cobertura informativa a la altura de la relevancia histórica de esa jornada electoral. Los mexicanos premiaron la seriedad de Proceso, agotando sus ejemplares como nunca antes.

En septiembre de 1989, a pocos meses del inicio del gobierno de Salinas de Gortari, los directivos de la cadena de radio y televisión MVS le apostaron a una propuesta informativa novedosa y polémica: Pedro Ferriz de Con, en su noticiario Para Empezar, sorprendió a muchos con un estilo desenfadado en la conducción de su noticiario, editorializando y criticando permanentemente las noticias que presentaba.

A nivel nacional, ese fue el primer rompimiento con las normas del periodismo occidental de la objetividad, la neutralidad, la sobriedad y el apego a los hechos duros. Ferriz se enojaba, acusaba, se reía, juzgaba, advertía, regañaba y manejaba la información de acuerdo con su punto de vista y su personal percepción de la verdad. Aunque el desacato inauguró también el protagonismo desmedido del periodista, su osadía atrajo a muchos mexicanos, sobre todo a los de clases medias urbanas, que lo vieron como una necesaria y refrescante alternativa a las frías pero sospechosas ofertas anteriores. Por supuesto, también promovió el México moderno y globalizado que Salinas ofrecía en su gobierno.

El triunfo de Vicente Fox en julio del 2000, en sí mismo piedra de toque del sistema político mexicano, fue anticipado por Emilio Azcárraga Jean, quien desde marzo de ese año aceptó la renuncia de Jacobo Zabludosky, cerrando así toda una época informativa marcada por su incondicionalidad con los gobiernos priístas.

El rumbo, pues, parecía alentador. El periodismo mexicano asumía la parte que le correspondía en el proceso democrático nacional, destinado a ser impulso, motor, testigo y abogado fiel de la ciudadanía frente al poder. En la última década, muchos espacios informativos, sobre todo radiofónicos, casi compensaron décadas de simulación, con entusiasmo y audacia empresarial. Había que festejarlo, se cumplía uno de los requisitos indispensables de toda democracia: una prensa libre, crítica e independiente.

Pero los hechos recientes sugieren que el parto aún no termina, que al igual que el resto de nuestras instituciones, el periodismo mexicano sufre los síntomas de la transición, una especie de preámbulo complicado y engañoso en el que aparecen de manera intermitente los vicios del pasado y los anhelos del futuro. Con las honrosas excepciones de siempre, la prensa mexicana esta involucrada en la cruenta lucha por el poder que las fuerzas políticas sostienen, con la misma pasión y a veces hasta más energía.

Los complots, las guerras entre el Congreso y la Presidencia, los escándalos de corrupción y demás tristezas de nuestra realidad política tienen siempre en la prensa una caja de resonancia, pero en mucho menor medida un espacio para profundizar, analizar, investigar y permitir certezas y opiniones fundamentadas. Es hora de que el periodismo mexicano se comprometa en serio a que ya no sea tanto lo velado, interpretado y escondido para los mexicanos.

 

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