Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Renato Ravelo Lecuona

   Exilios  

Esta película escrita y dirigida por Tony Gatlif, producida el año pasado en Francia, trata el asunto de las identidades de la población emigrada y migrante del norte de África hacia España y Francia. Nos reporta la situación de parias de varios mundos de una pareja de jóvenes que buscan un incentivo a su vivir al día y deciden viajar a Argelia, la tierra de sus ancestros, como una ocurrencia igual que otra.

Mas que problemas de identidad, la pareja tiene el deber de buscar en la diversión alicientes mayores como parias de nuestra época. Son de hecho franceses descendientes de argelinos y no dominan el idioma materno: él porque sus padres murieron en un accidente del que sobrevivió y ella porque no tuvo madre conocida y su padre no quiso enseñarle su idioma para olvidar aquel mundo colonizado.

Pobres de identidad cultural y pobres en perspectivas de vida, los jóvenes emprenden su viaje, en cierto sentido, a su pasado. Pasan por España donde tienen un primer encuentro cultural identitario con la música y el baile de Andalucía en cuyos acordes todos los presentes corean o baten palmas y se realiza el jaleo como un acto enteramente colectivo. Los audífonos que acostumbran para aislarse del mundo empiezan a ser prescindibles, pues son artefactos usados para encapsularse en alguna isla cultural. La música en toda la película está presente y juega un papel muy importante como el vehículo que los conduce a una identidad, pues en su recorrido tienen contacto cultural con tres idiomas y cada uno con expresión musical propia.

Más adelante el joven dejará los audífonos sobre la cruz que visita en la sepultura de su padre, para que escuche la música que le trajo los recuerdos.

Todos los elementos escénicos juegan también su papel en este proceso de búsqueda de identidad. En el ambiente moruno de Sevilla reciben los primeros aires de las tierras de sus ancestros. En su caminar se encuentran con una pareja de jóvenes ilegales que vienen de África y se dirigen a Francia con el deseo de estudiar, quienes se sorprenden que ellos vayan de regreso cuando ellos apenas van. En este trayecto también se topan en el desierto a miles de personas que aparentemente van a algún lugar o evento religioso, pero que escénicamente parece un éxodo de esas tierras áridas que marcha en el sentido opuesto a la pareja que regresa a indagar sobre sus orígenes, como elemento simbólico.

Llegan a Argelia a bordo de un ferrocarril lleno árabes hacinados en los carros donde la joven empieza sus crisis de identidad pues se siente extranjera de todas partes. Esto es vivenciado, por ejemplo, al ver cómo niñas o madres jóvenes llenan de cariño y protegen a sus infantes, en la religiosidad seriamente cumplida o en el afecto profundo establecido en el seno de las familias, que hacen sentir a cada quien cuál es su lugar en el mundo. Es pues, una película llena de simbolismos culturales para ser leídos. Aunque la historia de la pareja es simple, se presta a ese proceso identitario.

En Argelia son recibidos solidariamente por los familiares de la pareja de estudiantes que encontraron en España, los asumen y hacen cosas para que la pareja recupere su identidad, actitud que contrasta con el individualismo y la indiferencia que prevalece en “el primer mundo”. Él visita la casa que fue de sus padres, la habían abandonado y quienes la ocupan respetaron y conservaban todo lo como encontraron, incluidas las fotos de sus padres y es ahí donde él rompe en llanto porque siente haber regresado a su lugar de origen. Esa familia entera lo llenan de afecto y le hacen sentir que hizo bien en regresar a sus raíces culturales. La familia de sus amigos casuales se organiza para llevarlos a una especie de ritual que tiene un efecto catártico. Es un sitio donde se concentra mucha gente para lo que parece un ritual pagano. Primero conducen a ella a un cuarto separado con una adivina o sacerdotiza que le dice que sus pies están en esa tierra pero tienen el alma en otra parte y la invita a regresar a sus orígenes para que deje de sufrir, rollo que la pone en crisis, porque en efecto todo el viaje había sentido ser extranjera en todos lados. Luego regresan al salón donde se realiza el ritual mediante la música; todos llevan algún instrumento musical, cuernos, tambores, alientos y cantan con esa especie de lamentos agudos que los caracteriza, al tiempo que unas mujeres y la sacerdotiza empiezan una danza lenta y suave pero a medida que se acelera el ritmo, se ven poseídas por alguna fuerza que las impulsa más allá de su voluntad, a la manera de las practicantes del budú, se sacuden, contorsionan y entran en un frenesí al cual se suma la pareja como si fuera un ritual catártico al ritmo de los tambores batidos con fuerza y rapidez crecientes. Al terminar la danza ella queda desmayada. La música como parte de un ritual colectivo no como esparcimiento, hizo su efecto al reintegrarlos culturalmente, lo que se expresa en un ánimo alegre y placentero de la pareja, sin más rollo.

Esta película pues nos ofrece la posibilidad, como todas las demás, de entrar en contacto con la cultura y las circunstancias de otros pueblos plasmadas a la manera propia del arte por excelencia de nuestro tiempo.

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