Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Héctor Manuel Popoca Boone

La corrupción en México

Al continuar el análisis los resultados de la Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental del Inegi (2013), se desprende que prácticamente la mitad de la población (49 por ciento) considera a la corrupción como el principal problema que padece nuestro quehacer nacional. Aclaro nuevamente que esta encuesta no toma en cuenta la corrupción que se presenta en las áreas de adquisiciones gubernamentales ni en la esfera de las obras públicas.
La percepción de la corrupción como forma de vida (correspondiente a la suma de muy frecuente o frecuente) la tiene el 88 por ciento de la población encuestada; en Guerrero, el 90 por ciento.
La corrupción se siente y está en casi todas partes. Las medidas gubernamentales para combatirla todavía dejan mucho que desear, y la transparencia de las acciones institucionales brilla por su ausencia, si no es que está atrofiada tanto en su función auditora como en la rendición pública de cuentas.
La corrupción es de función dual, mientras haya corruptores habrá corruptos y viceversa. Las hay materiales, corporales, de voluntades, de concesiones y de consciencias. Estas últimas son las peores porque corroen el espíritu de un pueblo. Una sociedad corrupta queda varada en el barrizal de la desconfianza, incredulidad, inseguridad, incertidumbre e impotencia, por la impunidad imperante.
En términos generales, la corrupción del sector privado va al parejo de la del sector público y no se explica una sin la otra. Son fenómenos siameses. Lo que pasa es que una es vislumbrada y ventilada a la luz del día, la otra en la penumbra y con sigilo.
La corrupción varía según el tipo de gobierno (correspondiente a la suma de muy frecuente o frecuente), la gente considera que en los gobiernos estatales es donde más anida (77 por ciento), inmediatamente seguida por los municipales y el federal (76 por ciento, en ambos casos).
La encuesta arroja que de cada cien mil personas, 24 mil tuvieron experiencias de actos de corrupción en materia de trámites y servicios. Las entidades federales con mayor tasa de esta incidencia fueron Chihuahua (44 mil 6), Morelos (41 mil 501) y Puebla (39 mil 890).
El 88 por ciento de los encuestados considera que es intensa su práctica; en la policía es donde se da más (90 por ciento), seguida por los partidos políticos (84 por ciento) y el Ministerio Público (78 por ciento), ocupan el cuarto lugar los diputados y senadores (77 por ciento), y el quinto lugar los institutos electorales (67 por ciento).
Por primera vez se calcula la percepción ciudadana sobre la deshonestidad en el comportamiento de los partidos políticos y de las instituciones electorales. Las proporciones obtenidas son preocupantes en un país que pregona tener una democracia aseada, inclusiva, sólida, veraz, objetiva y transparente. Tanto en el acto de la votación (por cuanto a la compra de voluntades y de dignidades al emitir el voto), como en las transas económicas al interior de los partidos políticos, así como por sus muchos soportes externos ilícitos con los detentadores del poder político y económico, que son origen, casi siempre, de dispendios extralegales durante las campañas electorales y poco antes de la votación.
La mencionada encuesta ha provocado diversas opiniones: el presidente Enrique Peña Nieto aseveró que la causa de la corrupción es eminentemente cultural. Por su parte, intelectuales como Jesús Silva Herzog y León Krause consideran que no es intrínseca a la idiosincrasia del mexicano, puesto que residiendo y trabajando en un medio no corrupto no somos corruptos. En otras palabras, el corrupto y el corruptor no nacen, se hacen dentro de un régimen político, económico y social específico “fincado en la propiedad privada de las funciones públicas.”, como afirma Gabriel Said.
PD. Difusa, sinuosa y amplia es la especulación política. Clara, directa y cortante es la verdad del poder, en tiempo real.

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