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Obligó Manuel a desplazarse a 29 mil personas de 60 comunidades; muchas no regresaron después de un año

*Cientos de damnificados continúan en refugios temporales en Chilpancingo y Atoyac, o vivien con familiares y amigos, ante la falta de respuesta de las autoridades

Yee Trujillo

Hace un año las lluvias torrenciales provocadas por la tormenta Manuel y el huracán Ingrid, provocaron que unas 29 mil personas de más de 60 comunidades iniciaran un éxodo para abandonar sus viviendas afectadas o completamente destruidas.
A la fecha, por la falta de respuesta de las autoridades, cientos de damnificados continúan en refugios temporales, como ocurre en Chilpancingo y Atoyac, o viviendo con familiares y amigos.
Además, miles de familias damnificadas que sí fueron consideradas dentro del Plan Nuevo Guerrero, continúan esperando que la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu) concluya la reconstrucción de sus viviendas, pero la dependencia, como se informó en estas páginas, apenas ha concluido unas mil 219 de las casi 11 mil acciones consideradas, y estima que mañana estén concluidas “poco más” de 2 mil 500 casas.
Uno de los casos más representativos es el de las 128 personas, de 42 familias, refugiadas en el albergue de la Unidad Deportiva de Chilpancingo (Udech) que ya cumplieron un año hacinadas en la cancha de basquetbol, espacio que dividieron con cobijas o plástico para cada familia, recibiendo despensas del Ayuntamiento y en espera de las casas que les prometió el presidente Enrique Peña Nieto en una visita el 9 de octubre.
En los primeros días de la emergencia, el albergue recibió unas mil personas de diferentes colonias y comunidades de la capital donde las lluvias destruyeron las viviendas, pero paulatinamente fueron saliendo para buscar refugio en otros lugares.
En estas páginas se informó que de los más de 400 damnificados que hubo en Atoyac, todavía hay más de 80 refugiados en diferentes partes del municipio, con sus familiares, amigos, o en los dos albergues del Ayuntamiento que continúan activos.
En el refugio ubicado en las instalaciones de Sedesol federal hay 30 damnificados de Pie de la Cuesta y El Paraíso, en el de la comisaría ejidal de San Vicente de Benítez hay otras 30 personas de El Paraíso, así como otros 20 damnificados de Pie de la Cuesta que están en el rancho de El Chachalaco, rumbo a El Paraíso.
También ayer se publicó que en Tlapa unos 4 mil damnificados de La Montaña marcharon para exigir que las autoridades de los tres niveles de gobierno cumplan con las minutas firmadas tras el desastre, y entre las quejas señalaron que hay 4 mil 304 viviendas dañadas, 900 de éstas con pérdida total, pero las autoridades les dicen que no hay dinero para la compra de terrenos para reubicar las casas o las escuelas.
El viernes se expuso que en Coyuca de Benítez unas 36 familias de la colonia Tierra Digna siguen esperando la reubicación que les prometieron y viven en una calle donde construyeron galeras con materiales precarios.
Asimismo, que de los 2 mil 500 damnificados y desplazados de San Marcos Majada del Toro, Chilapa, que salieron a pie de su comunidad por temor a ser sepultados hace un año, algunos sobreviven en Xicaixtlahuac, en la miseria y sin servicios públicos, porque el gobierno federal no les ha entregado ni una de las 317 viviendas prometidas.
Una semana después del desastre, el 23 de septiembre del año pasado, El Sur informó que más de mil 600 habitantes de la sierra de Chilpancingo se trasladaron a refugios y albergues improvisados, la situación se agravó con el paso del huracán Raymond un mes después, y tan solo de la comunidad de San Vicente salieron unas 3 mil personas y otras cien se refugiaron en la iglesia del pueblo a finales de octubre.
Los 2 mil 500 pobladores de San Marcos Majada del Toro, Chilapa, abandonaron la comunidad el 16 de septiembre porque los cerros se estaban desgajando, e instalaron su campamento en una loma vecina, al igual que unos 4 mil 800 indígenas de los bienes comunales de Tilapa, Malinaltepec, en La Montaña, que se refugiaron en tierras ejidales y pequeñas propiedades de San Luis Acatlán, donde instalaron sus campamentos provisionales desde el 16 de septiembre.
Según las cifras oficiales informadas el 2 de octubre, en 49 campamentos de desplazados estaban distribuidos unos 13 mil 280 habitantes de La Montaña, de los municipios de Tlacoapa, Cochoapa El Grande, Copanatoyac, Acatepec, Malinaltepec, Metlatónoc, Atlamajalcingo del Monte Atlixtac y de San Luis Acatlán, en la Costa Chica; una semana después la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (Cdi) corroboró que en La Montaña hubo unos 13 mil indígenas desplazados.
Además, los habitantes de 32 localidades de Cochoapa El Grande, Malinaltepec, Acatepec, Metlatónoc, Tlacoapa, Atlamajalcingo del Monte, Copanatoyac y Alcozauca solicitaron ser reubicados por las afectaciones, aunque esto tampoco ha ocurrido.
El 2 de octubre también se informó que en Ayutla, en la región Costa Chica, unos 2 mil habitantes de la comunidad de Tepetates tuvieron que ser evacuados por el Ayuntamiento porque el Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred), dictaminó que había riesgo de alud.
En la región Norte, el 5 de octubre, unos mil pobladores de la comunidad de Tlanipatlán, Cocula, fueron evacuados a un albergue de la cabecera por el hundimiento de más de 10 mil metros cuadrados, además de que se detectaron ríos subterráneos y una grieta de más de un metro de ancho en la cima del cerro La Mesa.
Entre las familias desplazadas por el desastre se encuentran unas 220 de Chicahuales, en la sierra del Filo Mayor, que en mayo contaban con un terreno, pero no querían usar las tierras hasta que la Sedatu autorizara y levantara las casas para los damnificados, porque tenían miedo de ser sepultados por un alud como los habitantes de La Pintada.
En Chilpancingo, unos 300 habitantes, el 75 por ciento de la comunidad de Agua Hernández, resultaron afectados por las lluvias y la creciente del río Papagayo; y por la falta de ayuda de las autoridades, desde el 19 de junio se trasladaron a Los Cimientos para pasar la temporada de lluvias en un terreno de 7 hectáreas al que llamaron El Renacimiento de Agua Hernández.

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