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Jesús Mendoza Zaragoza

 ¿Qué podemos esperar de La Parota?

¿Qué puede escapar del arrasador modelo neoliberal que dicta las reglas del desarrollo en el país y en nuestra región? ¿Acaso la presa de La Parota? Hay que decir que este proyecto no escapa al carácter excluyente y empobrecedor del modelo de desarrollo que impulsa el gobierno federal en el país. Teóricamente el Proyecto Hidroeléctrico La Parota promete un impulso al desarrollo a través de la producción de la energía eléctrica que necesita el país y de otros aspectos que tienen que ver con el desarrollo económico. El problema de fondo que representa La Parota no es técnico sino de política económica, es decir, de modelo de desarrollo. Y a este respecto hay que proponer diversas vertientes de discusión.

El gobierno se empeña en el crecimiento económico ilusionado en que éste equivale al desarrollo, cuando es sólo una condición para el mismo. La estabilidad macroeconómica sienta las bases para el desarrollo, pero no es suficiente para que las familias gocen de mejores condiciones de vida. La vivienda, la educación, la salud, las oportunidades de empleo bien pagado, la seguridad y el respeto a las leyes no aparecen de modo automático cuando los indicadores económicos arrojan resultados positivos. Un desarrollo auténticamente humano es el que hace posible que las personas y los pueblos crezcan de manera integral y armónica de acuerdo a su dignidad.

Es sabido que el modelo neoliberal de desarrollo atribuye al libre mercado un papel central y casi redentor, cuando no es capaz de sostener el respeto a la dignidad de la persona y de los pueblos, al destino universal de los bienes, al legítimo derecho a la propiedad de los pobres y al respeto a la naturaleza. Un modelo así no es capaz de corregir por sí mismo las grandes e injustas concentraciones de riqueza que él mismo fomenta, y genera de manera sistemática exclusión y pobreza, atentando contra los derechos de las personas y de los pueblos.

En estos términos, ¿qué puede esperarse de grandes proyectos de desarrollo como el Plan Puebla Panamá que obedece más a la dinámica del mercado globalizador que a las necesidades reales del país, sobre todo de quienes han vivido en la marginación? ¿Por qué mantener, a toda costa, un modelo que retuerce el sentido auténtico del desarrollo de los pueblos y produce exclusión? ¿Quién nos asegura que La Parota no es un proyecto que genere más exclusión?

Según un estudio que la Comisión Federal de Electricidad hizo para justificar socialmente tal proyecto, las condiciones actuales del área de influencia de La Parota son de alta marginación y de extrema pobreza, con una alta emigración de los habitantes en edad laboral, altos niveles de analfabetismo y una baja cobertura de servicios (agua, caminos, salud, educación). También señala una muy baja productividad y un grave deterioro del medio ambiente y un crecimiento de las actividades delictivas. ¿Y quién puede asegurarnos que las cosas cambiarán para beneficio de esa gente y de la sociedad en general?

El desarrollo para todos no puede ser cuestionado o rechazado, y si este fuera el caso de La Parota, no habría razones para objetar su construcción, pero ya sabemos que los criterios del libre mercado son excluyentes y no con capaces de generar condiciones de vida en términos de justicia y equidad, y que los beneficios no se reparten, al menos en esta vertiente oscura del capitalismo salvaje que le toca soportar al Tercer Mundo para sostener el bienestar del Primer Mundo. Al respecto, hay una pregunta que es necesario responder con responsabilidad y con hambre de justicia: ¿Acaso no es posible un modelo de desarrollo alternativo que pueda proporcionar esperanza a los marginados y excluidos? ¿Es inviable un modelo más solidario y equitativo? ¿Es que tenemos que soportar la barbarie neoliberal porque no es viable otra cosa mejor? Y proyectos como el de La Parota, que prometen crecimiento económico ¿tienen que aceptarse cuando vienen infectados por el virus de la injusticia y la insolidaridad social?

Al respecto, hay que afirmar que el gobierno tiene la grave responsabilidad de informar con la verdad sobre los riesgos reales de este tipo de proyectos para que las grandes decisiones cuenten con el respaldo social al asegurar beneficios reales para la gente de la región y del país. De otra manera, se repite el tropezón de Atenco, donde tuvo que cancelarse el gran proyecto del aeropuerto para la Ciudad de México.

Hay que señalar que un proyecto como este, tiene que discutirse con la sociedad y si es necesario tiene que despertar una oposición, pero una oposición no entrampada en negociaciones oscuras y carentes de sentido social, sino una oposición que sea razonada y basada en argumentaciones diversas, como aquellas más técnicas y aquellas otras que tienen que ver con la política económica, aquellas más que tienen que ver con la ética. Por lo general, estos grandes proyectos suelen promoverse sin un sustento ético por considerarse irrelevante para la economía. Pero, por eso estamos como estamos. ¿Podemos esperar algo mejor con La Parota?

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