Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Tomás Tenorio Galindo

El talón de Aquiles de Zeferino

“Es posible que en las elecciones del 2005 el PRI pierda el gobierno y termine su prolongado ciclo de poder en Guerrero”, escribió este autor en el primer artículo de esta serie, publicado en El Sur en septiembre de 2003. Estaban todavía lejos los comicios y las fechas en que habrían de ser elegidos los candidatos de todos los partidos. Hoy los candidatos están en campaña y los comicios están a dos meses y medio de realizarse. Es quizá el momento de recordar que, efectivamente, es muy posible que el PRI pierda el gobierno y tenga que ceder el poder a la coalición encabezada por el Partido de la Revolución Democrática.

Pero también hacíamos notar entonces que el porvenir no está escrito y que convendría que los protagonistas de esta historia lo tuvieran presente. Así pues, aun cuando ello resulte difícil, es posible igualmente que el Partido Revolucionario Institucional logre remontar la debilidad en la que se encuentra y retener la gubernatura.

Los datos son implacables: de acuerdo con el análisis de las estadísticas electorales, ya analizadas aquí con detenimiento, la tendencia que ha hecho ganar al PRD en municipios como Acapulco, Iguala, Zihuatanejo y muchos más, e incrementar notoriamente su presencia en el Congreso del Estado, lo ha situado en la antesala de la gubernatura. Y no existe hoy un solo dato que contradiga esa tendencia.

Más todavía, el extremado nerviosismo que muestra el PRI, que lo ha conducido a tomar iniciativas denunciatorias como si fuera un partido de oposición, refleja solamente la gran preocupación alojada en su interior. El PRI sabe que la posibilidad de perder es real. Y todo eso es veneno para la productividad de cualquier campaña.

Sin embargo… no todo es miel sobre hojuelas en el territorio de la coalición opositora. La mayor amenaza a las probabilidades de que la alianza Guerrero Será Mejor triunfe en las elecciones de febrero se encuentra en la alianza misma. O para decirlo con mayor precisión, en el equipo mismo del candidato. Esa amenaza radica en la tendencia egocéntrica que se ha apoderado del equipo que ha trabajado en toda la carrera política del candidato, frente al equipo de campaña integrado por los dirigentes perredistas que apoyaron a otros precandidatos.

La victoria del 15 de agosto no fue nunca un cheque en blanco para el hoy candidato, ni podría serlo en el futuro. Si en esa primera campaña se permitió el lujo de amagar con que cuando fuera candidato no negociaría con sus adversarios internos, tendría consecuencias políticamente fatales si hoy pensara lo mismo o si, como parece, deja que lo haga su equipo cercano.

El asunto es de la mayor importancia, pues las esperanzas del PRI de conservar la gubernatura están casi totalmente cifradas no en las habilidades de su candidato para convencer a los electores, área en la que existe un severo problema, sino en la probabilidad de que el candidato perredista no pueda llegar a un arreglo con las fuerzas internas del PRD, lo cual desarticularía la viabilidad de su triunfo.

La coalición que postuló a Zeferino Torreblanca ganará sólo si consigue trasladar las alianzas firmadas en el papel, a la realidad de la política y de las necesidades electorales. Obtener el triunfo en la contienda interna y formalizar la alianza fue un primer paso. El segundo es restablecer las relaciones con sus contendientes, algo que no se ha hecho, y transformar esas relaciones en una alianza electoral funcional hasta la última casilla. Eso es lo que falta por hacer.

En esa tarea, al candidato perredista no le ayuda el que sus allegados y sus simpatizantes se dediquen a festinar por adelantado el triunfo o a escribirle loas. En la candidatura de la coalición de izquierda está depositado un proyecto que pertenece a amplias porciones de la sociedad guerrerense, aquella que ha hecho posible que partidos como el PRD vayan avanzando en posiciones de gobierno.

La engolada presunción de que el ex alcalde de Acapulco es el único que puede ganarle al PRI fue una frase para consumo de la campaña perredista interna, pero darle crédito más allá es incurrir en una torpe ceguera. Y los que menos debieran creérsela son los allegados al candidato. La notoriedad y la popularidad son materias primas para construir buenos mensajes de campaña; sin embargo, con ello nadie gana la gubernatura.

Para ganar, el candidato de la coalición opositora necesita al PRD y el concurso activo de los otros partidos aliados. Entre otras razones porque son ellos los que lo llevarán a la gubernatura. Ese es el factor fundamental que hará posible el triunfo opositor. Estamos hablando de la suma del voto duro del PRD con el voto que podríamos llamar zeferinista; suma que no se va a realizar por obra de la Divina Providencia.

La condición externa del candidato del PRD no debe ser fuente de confusión. Los márgenes de popularidad del ex alcalde de Acapulco no son lo suficientemente altos como para que su equipo y él mismo supongan que tienen ya el triunfo en la mano. Porque simplemente no lo tienen. Si esto es comprendido por Zeferino Torreblanca y los suyos, es posible que se incrementen sus posibilidades de ganar. El PRI lo sabe muy bien, y sabe que es ahí donde la coalición Guerrero Será Mejor tiene su más grande talón de Aquiles.

 

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